Capítulo 5 – La prueba del Morvil

El bosque parecía más oscuro que nunca, como si la misma noche conspirara para envolver a Alen en una prisión sin salida. Cada paso resonaba con un eco extraño, como si la tierra misma recordara cada movimiento. Eleira caminaba a su lado, su expresión endurecida por la advertencia constante.

—Morvils —murmuró Eleira—. Son insectos de las sombras, devoradores de memorias. Se alimentan del olvido y pueden borrarte por completo si no tienes cuidado.

Alen sentía ese hambre oscura dentro de sí, ese vacío que crecía con cada poder que absorbía, pero sabía que no podía permitirse sucumbir. No ahora.

De pronto, un zumbido ensordecedor cortó el silencio, y docenas de pequeñas criaturas translúcidas surgieron de entre las ramas. Sus ojos humanos brillaban con una luz fría y sin vida.

—Prepárate —advirtió Eleira.

Las criaturas atacaron en enjambre, picando y mordiéndolo. Alen sintió como sus recuerdos comenzaban a desvanecerse, fragmentos de su pasado reciente perdiéndose en la negrura. Pero esta vez, no se rindió.

Con un grito, concentró el poder que llevaba dentro y creó un torbellino oscuro alrededor suyo. Uno a uno, los Morvils quedaron atrapados, sus cuerpos se desintegraron en un torrente de memorias ajenas y energías desconocidas.

Alen absorbió ese caudal, sintiendo cómo cada fragmento de memoria aumentaba su poder, pero también su confusión. Vidas, voces, emociones que no le pertenecían se mezclaban con las suyas.

—¡Cuidado! —gritó Eleira—. No pierdas el control.

Pero ya era tarde para retroceder. El poder dentro de él rugía con fuerza y una nueva hambre despertaba, más profunda y oscura que antes.

Cuando el último Morvil desapareció, Alen quedó de pie, temblando, con la mirada perdida en el vacío.

—Esto es solo el comienzo —susurró—. ¿Hasta dónde podré llegar sin perderme?

Eleira se acercó y posó una mano en su hombro.

—La verdadera prueba no es sobrevivir —dijo—, sino decidir qué tipo de hombre serás cuando el poder ya no tenga dueño.