El círculo se selló con un resplandor blanco. La bestia menor —el Quebrado— se sentó frente a ellos como un juez antiguo, sin más palabras.
> —Este es el punto de no retorno. Si entran… el Fragmento los verá también.
> —Estamos listos —dijo Alen, sin dudar.
> —Nunca se está listo —susurró el Quebrado—. Pero algunos aún así lo hacen.
Los símbolos del suelo comenzaron a girar. No físicamente, sino como si la percepción del lugar estuviera siendo alterada desde dentro. La realidad se distorsionó, y un vórtice interno los tragó.
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Dentro del Fragmento – Alen
No había suelo. No había cielo. Solo una vasta llanura de espejos flotantes. Y en cada uno, una versión diferente de Alen: un asesino, un mártir, un rey, un traidor.
Una figura sin rostro apareció entre los reflejos. Su voz era familiar… pero vieja. Como un eco grabado en hueso.
> —Has venido a hablarme. Pero nunca has escuchado.
—¿Qué eres?
> —Soy el Vacío que tragaste para sentirte completo. Soy todas las versiones que devoraste… y no comprendiste.
—¿Por qué apareces ahora?
> —Porque por primera vez… me pediste permiso.
Los espejos comenzaron a colapsar, uno a uno. Solo uno quedó intacto: Alen, de pie, con una criatura a su lado. Una silueta de hueso y sombra. Sin nombre. Sin forma fija.
—¿Ese eres tú?
> —Ese podemos ser… si dejas de usarme como arma y comienzas a caminar conmigo.
> Pero debes saber esto, Fragmento: si me aceptas, también deberás aceptar el hambre. Yo devoro. Yo rompo para reconstruir.
Alen, por primera vez, no sintió miedo… sino algo parecido a consuelo.
—Entonces empieza a enseñarme. No lo que eres. Sino lo que necesitas.
Y el reflejo se fundió en su cuerpo.
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Dentro del Fragmento – Eleira
Ella cayó en un lago dorado, sin fondo. No podía ver su reflejo. Solo una niña, idéntica a ella, caminando sobre el agua con una rosa negra en la mano.
> —¿Recuerdas la jaula?
—Sí.
> —¿Recuerdas por qué la aceptaste?
—Porque dijeron que si no lo hacía… mi esencia arrasaría la Torre.
La niña dejó caer la rosa. Esta se convirtió en una cadena.
> —Tu poder no destruye. Tu miedo sí. Tú creaste la jaula más fuerte: la de querer ser normal.
Eleira comenzó a llorar.
—No quiero ser una reliquia, ni una amenaza. Solo quiero elegir.
> —Entonces elige ahora. Mira dentro del Fragmento. No como recipiente. Sino como espejo.
Ella cerró los ojos. Y entonces lo sintió: una brisa fría. Un nombre sin palabras. Un sabor metálico, dulce y amargo a la vez. Una criatura agazapada, que no buscaba libertad… sino alguien que lo comprenda.
> —Yo no soy un dios —susurró la entidad dentro—. Solo soy la parte tuya que rechazaste.
—¿Y si te dejo entrar?
> —Entonces serás tú completa… por primera vez.
Y Eleira aceptó.
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Regreso
Los cuerpos de ambos temblaban en el círculo. El Quebrado los miraba en silencio.
Cuando abrieron los ojos, ya no eran los mismos.
Los tatuajes del Fragmento brillaban con formas nuevas, más complejas, como si se hubieran ramificado.
—¿Sientes eso? —preguntó Alen, con la voz entrecortada.
—Sí —dijo Eleira—. Ya no me habla desde dentro. Ahora me escucha.
El Quebrado asintió.
> —Han sellado el pacto. Lo que hagan con ello… ya no me pertenece.
> Pero cuidado: cuando un Fragmento escucha… también espera ser escuchado. Y otros oirán ese eco.
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Y en los riscos, el Clan Aethren ya preparaba los sellos.
Una emboscada se acercaba.