El mapa que el Quebrado les dio estaba incompleto. No por error, sino por diseño.
> —El Santuario cambia —dijo—. Solo los que llevan un Fragmento vivo pueden encontrar el camino correcto.
Y así comenzó el viaje, siguiendo las marcas que solo sus ojos alterados podían leer: símbolos flotando en piedras, árboles que susurraban su dirección, ecos del pasado que vibraban solo para ellos.
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Cruce del Valle Sombrío
El primer obstáculo fue el Valle Sombrío, una garganta de roca negra donde los Fragmentos de miles de antiguos portadores habían sido sellados… y olvidados.
Mientras avanzaban, Alen comenzó a sentir algo extraño: hambre… pero no suya.
—¿Lo sientes? —preguntó, deteniéndose.
Eleira asintió. Sus pupilas ya no eran humanas. Parecían constelaciones.
> —Hay algo aquí. Algo que no murió del todo.
Entonces, del suelo, surgieron los Jhevan, criaturas menores deformadas, restos de Fragmentos mal sellados. Tenían formas humanoides con cabezas alargadas, bocas múltiples, y ojos que giraban como relojes rotos.
> —¡Aléjense del centro! —gritó Alen, mientras uno de los Jhevan se lanzaba sobre él.
Por instinto, Alen devoró parte de su energía. Pero esta vez… algo diferente ocurrió: absorbió fragmentos de recuerdos. Vidas rotas. Gritos. Una mujer encerrada en piedra.
> —¡Ayúdame! —susurró una voz que no era de este tiempo.
Aturdido, se tambaleó. Eleira lo sujetó antes de que cayera.
—No sigas absorbiendo sin filtrar. Podrías quedarte atrapado en otra conciencia.
Pero los Jhevan no eran el verdadero peligro.
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La aparición del primer monstruo mayor – Rethmorr el Suturado
El suelo tembló. Desde la grieta en la montaña emergió Rethmorr, un monstruo mayor creado por la fusión de múltiples Fragmentarios fallidos. Su cuerpo era una amalgama de torsos, miembros cosidos, y placas óseas como armadura.
Rugió con cinco gargantas a la vez. El aire se distorsionó.
> —Un devorador… y una portadora abierta… ¡qué delicias para mi núcleo! —dijo con voz de coral rota.
Eleira extendió sus manos. Una esfera de energía giratoria comenzó a formarse, pero el monstruo fue más rápido: lanzó una lanza hecha de extremidades endurecidas, clavándola junto a sus pies.
—¡Muévete! —gritó Alen, activando un poder robado al Jhevan: Paso Quebrado, que le permitió distorsionar la distancia por un instante.
Llegó a la espalda del monstruo. Intentó morder su energía…
Pero algo lo mordió a él desde dentro.
> —Este poder… tiene conciencia —dijo Alen, temblando—. No es como los otros.
Eleira lanzó su ataque justo a tiempo: una explosión de presión gravitatoria que aplastó parte del torso del monstruo. Este gritó… pero no murió.
> —¡Tendrán que destruir mi núcleo! ¡Si pueden hallarlo!
Pero los Fragmentos dentro de Alen reaccionaron. Su brazo derecho se extendió más allá del cuerpo, guiado por su Fragmento interior.
> —Lo veo —dijo, y su mano atravesó el pecho de Rethmorr como una lanza carmesí.
Extrajo un núcleo como una gema sangrante.
Rethmorr se disolvió en polvo de recuerdos.
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Tras la batalla
—¿Estás bien? —preguntó Eleira, limpiando sangre que no era suya.
—Absorbí algo más que poder. Sentí miedo, dolor… como si el monstruo aún recordara quién fue antes.
> —Los monstruos mayores no nacen. Se hacen, Alen.
El mapa brilló con un nuevo símbolo. El camino al Santuario se actualizó, señalando un paso por el Bosque Sin Memoria.
> —Próxima parada: el Dominio de los Errantes —dijo Eleira.
Y en las sombras, un espía del Clan Umbra-Kael activaba un sello de transmisión. Ya sabían que el devorador estaba en movimiento.