La motivación necesaria para una rutina de pierna

Klein llegó hasta el lugar en donde estaba estacionada su bicicleta, con Kira siguiéndolo de cerca.

-Ohh, así que tienes una bicicleta. -Dijo la chica con una sonrisa-. Llévame a mi casa.

-¿Eh? No, no puedo. Tengo algo que hacer. -Respondió Klein con indiferencia-.

Kira hizo un puchero.

-Esa no es forma de tratar a una chica que está interesada en ti, ¿sabes?

-Yo no te pedí interesarte en mí. -Klein se apresuró y se fue en su bicicleta, camino hacia el gimnasio.

Llegó al lugar y abrió la puerta. Estaba vacío por dentro, con música sonando de fondo.

Escaneó su identificación con la recepcionista y pasó. Luego, se puso los audífonos y comenzó a calentar.

Pasado unos minutos terminó de calentar y se dispuso a comenzar la rutina del día.

Hoy toca pierna y espalda, ¿verdad?

Con ese pensamiento, caminó hacia una máquina para ejercicios de espalda e hizo unas repeticiones leves para ir calentando el músculo, aparte del calentamiento previo.

Siguió con su rutina normal, hasta que llegó a la prensa de pierna.

Tomó una respiración profunda. Parecía prepararse para algo más que un simple ejercicio.

Inició el ejercicio con 40 kilogramos por lado. Escenas pasadas en su mente comenzaron a manifestarse mientras hacía el ejercicio:

Una versión mucho más joven de Klein estaba esperando en la entrada de una casa, observando a un hombre partir con una maleta.

-Mamá, ¿a dónde va papá? -Dijo el niño con una expresión confundida e inocente.-

Una mujer de cabello azabache frunció los labios y respondió, con una expresión amarga:

-Él se irá por un tiempo para buscar trabajo.

-¿Y cuándo volverá? -La expresión del niño se mantuvo-.

-Él... No lo sé, hijo. -La mujer cerró los ojos por la frustración-.

Al no recibir respuestas de su madre, el niño llamó directamente a su padre.

-¡Papá! -Grito el niño a su padre, quien se estaba alejando cada vez más-. ¡Vuelve pronto!

El padre se detuvo por un momentos, como si titubeara por su decisión. Pero después de unos segundos, reanudó su caminar.

Klein finalmente terminó con la primera serie del ejercicio. Se mostraba algo cansado pero en su mirada había mucha más fuerza y motivación de la que había tenido en los ejercicios anteriores.

Volvió a subir el peso a 60 kilogramos por lado. Tomó un poco de agua y siguió con la serie.

Mientras lo hacía, visualizó otra escena.

Esta vez, un Klein un poco más grande estaba en el salón de una escuela.

Unos niños de aproximadamente 9-10 años estaban haciendo comentarios acerca de él, burlándose.

-¿Cuántos globos puedes inflar con el aire alamacenado en tus cachetes?

Comentó uno de los niños, con otros niños riéndose del chiste.

-N-no, y-yo no puedo hacer eso, jeje. -Los nervios de Klein se remarcaban en su risa y su voz temblorosa.

-No está bien decirle eso, su papá se enojará... Oh, cierto, ya no tiene jajaja.

Lo único que pudo hacer Klein fue reír nerviosamente, conteniendo su voz apunto de romperse.

Las clases y los comentarios de los niños terminaron. Partió a su casa y llegó, encontrándose con su mamá cocinando.

En ese momento, el Klein del presente había terminado su ejercicio e inmediatamente comenzó a meterle más peso a la máquina. 80 kilogramos, ese era su límite.

Con la respiración agitada y los músculos palpitando, la última serie comenzó.

El Klein del pasado saludó a su mamá y en vez de encontrarse con un hola de respuesta, recibió un recordatorio frío e indiferente.

-Ya hice la comida. Cuando termines, lava los platos.

-A-ah, sí mamá. -Klein tenía una expresión decaída mientras respondía, con miedo de decir algo más, aunque al final lo hizo-. M-mamá, ¿p-podría cambiarme de escuela? Y-ya no me siento c-

Su madre lo interrumpió cuando estaba apunto de finalizar su oración.

-¿Cambiar? ¿Sabes cuánto dinero he gastado para que entrarás a esa escuela? No, terminarás la primaria allí. -La mirada de su madre mostraba un evidente disgusto por la pregunta de su hijo-.

-E-está bien mamá. ¿P-podríamos ir al cine un día de estos? H-hay una película que quiero ver.

La expresión de su madre albergaba algo más que simple enojo ante la propuesta.

-Lo siento, estoy ocupada con el trabajo.

Klein finalmente había finalizado con la última serie, sacando un máximo de ocho repeticiones. Cada una de ellas lo agotó en extremo, dejándolo con la respiración muy agitada y su cuerpo bañado en sudor.

No partió de inmediato del gimnasio. Se quedó durante unos minutos recuperando la compostura, con la mirada perdida en el piso.

Luego de cierto tiempo, se levantó del asiento de la máquina y caminó hacia la salida. Sus piernas temblaban como spaghetti.

Salió del local y se encontró con su bicicleta.

Mierda, debí haber venido en un taxi... Klein se llevó una mano a la cara.

Bueno, esto será mi cardio, supongo...