Theo, abrázame

Tic-tac.

Un líquido pegajoso cayó desde lo alto, golpeando la nuca de Viviana.

Casi dejó escapar un grito, rascándose frenéticamente la zona irritada de la piel, con todo su cuerpo cubierto de piel de gallina.

—Señorita Roy, Señorita Roy...

Su voz temblaba.

—¿Puede oírme? ¿Dónde está?

El profundo bosque parecía interminable, sin caminos claros. Los espeluznantes árboles gigantes se elevaban hasta las nubes, sus ramas como gotas de cera derretida, colgando en el aire, bloqueando el sol. Pájaros con rostros parecidos a calaveras se posaban en las hojas coloridas, mirando fijamente a la chica perdida.

—Señorita Roy...

La nariz de Viviana dolía, su visión se nublaba con lágrimas.