Agarro el volante con tanta fuerza que dejo marcas en el cuero mientras la voz de Jack-Eye crepita a través del altavoz de mi teléfono. Mi paciencia —que ya pende de un hilo— se estira más delgada con cada minuto que pasa.
No pudimos encontrar a Halloway en ninguna parte. Incluso Thom no pudo localizarlo, al igual que no pudo rastrear a Grace. Sigue culpando a alguna extraña magia en el área, pero no me importan las excusas; solo los resultados.
Y no tenemos ninguno.
Por eso estamos en nuestra situación actual.
—No, necesitas tomar Spruce Avenue, no Bruce Avenue —dice Jack-Eye por tercera vez.
—¡No hay ninguna maldita Spruce Avenue! —Golpeo mi mano contra el volante con un gruñido bajo, mi visión tornándose roja por un instante.
El GPS en el tablero de este coche no muestra más que un laberinto de calles con nombres similares en un maldito infierno suburbano.
—Bueno, eso es lo que dice Lira, y como ella es quien sabe adónde vamos...