Grace: Despertando al Caos (I)

Agudos pitidos digitales me despiertan de lo que se siente como un mar de sueño espeso como la melaza.

Mis ojos están demasiado pesados para abrirlos, pero me las arreglo de todos modos.

No estoy en la caravana.

El pánico es inmediato, congelando cada músculo. Ya era difícil moverme, y ahora es imposible.

Dos pies, calzados con chanclas negras y llevando una tobillera con un cascabel, que tintinea dulcemente con cada paso, avanzan hacia mí. Son pies de hombre, lo que hace que la tobillera parezca mucho más fuera de lugar. Está en una delicada cadena dorada, y me pregunto cómo no se rompe cada vez que camina.

—Oh, querida. No se supone que deberías estar aquí.

Su voz se desliza sobre mí, suave como la seda y goteando con la dulzura de la miel, pero con el leve sonido ahumado de un hombre tratando de seducirte en la oscuridad.

Ya estoy en guardia.