Me quedé paralizada, la confesión de Liam repitiéndose en mi mente. El suave murmullo de la cafetería se desvaneció como ruido de fondo mientras intentaba procesar sus palabras.
—¿Elara? —la voz de Liam cortó mis pensamientos. Sus ojos buscaron los míos, la preocupación arrugando su frente—. Lo siento si hice las cosas incómodas. Esa no era mi intención.
Negué rápidamente con la cabeza.
—No, no es eso. Solo... no me lo esperaba.
Liam ofreció una pequeña sonrisa, sus hombros relajándose ligeramente.
—Entiendo si necesitas tiempo para pensarlo. O si no sientes lo mismo. —Extendió la mano por encima de la mesa, sus dedos tocando ligeramente los míos—. Más que nada, no quiero perderte como amiga.
La sinceridad en su voz hizo que mi pecho se tensara. Este era Liam—el confiable y amable Liam que había sido nada más que un apoyo desde el día que nos conocimos. Quien me defendió cuando otros no lo harían. Quien recordó mi pedido de café después de mencionarlo una sola vez.