Noche 9: Aoi Shark Part.1

1:55 AM ― La Hora en que los Espíritus Susurran entre las Bebidas Energéticas

El Konbini respiraba con el ritmo lento de un paciente en fase terminal. Yo, Hiroto, estaba reorganizando una pila de onigiris que nadie compraría, mientras Aoi, sentada en el mostrador, balanceaba las piernas y jugaba con un omamori roto que encontró en el estante de objetos perdidos.

―¿Sabías que los yūrei odian la mostaza? ―preguntó de la nada, agitando el amuleto como si fuera un sonajero―. Leí que, si les tiras mostaza, se asustan y huyen. ¿No sería divertido ver a un fantasma estornudando?

―Lo único que asusta aquí es tu capacidad para creer esas tonterías. ―respondí, aunque sabía que alimentar su tema era un error.

―¡No es tontería! ―saltó del mostrador, deslizándose hasta el pasillo de condimentos―. Imagínate: un fantasma de oficina, traje gris, corbata floja... ¡Pum! Le disparas mostaza picante y huye llorando.

―Prefiero ahorrar la mostaza para los clientes vivos.

Ella rio, pero su risa se cortó de golpe. Sus ojos se enfocaron en la entrada vacía.

―Oye... ―murmuró, fingiendo un bostezo exagerado―. Creo que... voy al baño. No hagas nada divertido sin mí.

―Como si eso fuera posible. ―dije, pero ella ya estaba saltando hacia la puerta de la sala de personal, desapareciendo como un fantasma.

El Konbini quedó en silencio. O casi. Hasta que el ding de la entrada sonó.

Ella estaba ahí.

Uniforme sailor-fuku negro impecable, cabello negro y lizo como tinta derramada, lentes redondos que reflejaban la luz fluorescente. Y sobre los hombros, una capa negra tan tonta que hasta un cosplayer hubiera dudado en usarla.

―Buenas noches... ―dijo con una reverencia que habría sido perfecta si no se hubiera tropezado con su propia capa―. ¿T-tienen... Pocky de chocolate blanco?

―En el pasillo 3, junto a los fantasmas rotos. ―respondí, señalando sin levantar la vista.

La chica parpadeó, luego río. Un sonido suave, como campanitas en un festival de verano.

―Eres gracioso. ―dijo, ajustándose los lentes―. Déjame presentarme, me llamo Miyu. Soy parte del club de cazafantasmas de la escuela Shinozaki. ¿Has visto... alguna actividad paranormal por aquí?

Parpadee.

―Solo a mi compañera, que cuenta chistes de fantasmas como si estuviera en un stand-up.

Miyu se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando tras los lentes.

―¡Hablo en serio! ―susurró, sacando un termo con el logo de un fantasma dibujado con corrector―. Sentí una presencia aquí... Algo fría, triste... Pero ahora... ―frunció el ceño, mirando alrededor―. Ya no.

―Es normal. Los únicos espectros aquí son los clientes que intentan robar Kit Kats.

Ella enrojeció, jugueteando con su capa.

―No me crees, ¿verdad? ―dijo, más a su termo que a mí―. Pero soy una cazafantasmas de verdad. Mi mama me enseñó. Incluso... ―bajó la voz―. ...he visto uno.

―¿Un fantasma o un cliente sin dinero?

―¡U-un yūrei! ―exclamó, golpeando el mostrador sin fuerza―. Tenía el rostro deforme, y... ¡susurraba números de lotería!

Esta vez, no pude evitar esbozar una sonrisa.

―Suena como mi gerente.

Miyu se río, pero se calló al instante, como si el humor fuera un error en su guerra contra los fantasmas.

―Bueno, si ves algo... ―me entregó un ofuda con garabatos que parecían hechos por un niño de cinco años, el cual colocó en el mostrador―. Llámame.

―No tengo tu número.

―¡Ah! ―escribió algo en un ticket de compra con manos temblorosas―. Aquí. Está... el del club.

El ticket decía "Secundaria Shinozaki - Club de Cazafantasmas (No llamar después de las 9 PM, la presidenta duerme temprano)".

―Volveré otra noche para investigar más. ―prometió, levantando su termo como una espada―. ¡Hasta entonces!

Se fue con otra reverencia, tropezando de nuevo con la capa.

El ding de la puerta aún resonaba cuando Aoi reapareció, saltando del pasillo de bebidas como si hubiera estado espiando tras las cajas de cerveza.

―¡Nyaaa~! ¿Extrañaste mi voz, Hiroto-kun? ―cantó, aunque su sonrisa parecía tensa, como un resorte a punto de saltar.

―Para nada. Solo vino una clienta diciendo tonterías de fantasmas. Como tú.

―¿Tonterías? ―hizo un salto para sentarse en el mostrador como siempre, pero se detuvo al ver el ofuda y solo giró sobre sí―. ¿Cómo era?

―Era una colegiala con capa. De dónde estudiabas, por cierto.

Aoi se congeló. Solo por un segundo. Luego, rio demasiado fuerte.

―¡Ah, de Shinozaki! Seguro era de ese club de raros que cree en ovnis y fantasmas, a ellos les gusta salir de noche a buscar fantasmas.

―¿La conoces? ―pregunte.

―¿Yo? Claro que no. ―saltó, alejándose hacia el pasillo de dulces-. Yo solo... me la pasaba haciendo cosas solas en la secundaria, no tenía tiempo para clubs.

―Cosas como intentar saltar desde el techo. ―murmuré, recordando sus propias palabras.

Ella no respondió. En vez de eso, agarró un Pocky y lo partió con un chasquido.

―¿Y esa Miyu? ―preguntó, masticando con fuerza―. ¿Era... molesta?

―Solo una chica jugando a ser cazafantasmas. Como tú intentado ser una Idol.

Aoi lanzó el Pocky restante a mi cabeza.

―No es lo mismo. ―gruñó―. Las Idols son... ―buscó las palabras―. Divertidas. Esa chica... suena como una broma.

―¿Y tú qué? ¿ Eres más original?

―¡Exacto! ―recuperó su sonrisa, pero sus ojos evitaban los míos―. Soy la única y original Aoi-chan, y canto sobre... ―miró alrededor―. ¡clientes que no pagan!

La noche siguió, entre bromas forzadas y miradas de Aoi hacia la puerta. Cada vez que sonaba el ding, sus hombros se tensaban, como si esperara que Miyu regresará con más ofudas y tontearías sobre fantasmas.

Al salir, el cielo estaba gris, cargado de una lluvia que nunca llegaba. Aoi se detuvo frente al Konbini, mirando el ticket de Miyu, que yo había dejado en el mostrador.

―¿Vas a llamarla? ―preguntó, sin voltear.

―No. Ya tengo suficiente con una chica rara en mi vida.

―Bien. ―dijo, arrugando el ticket y lanzándolo a la basura―. Esas cosas solo traen problemas.

Y así, entre fantasmas que no existían, otra noche terminó.

Como siempre.