Noche 11: Aoi Shark Part.3

3:22 AM ― La Hora en que las Heridas Hablan Más que las Personas

La sangre seguía goteando entre mis dedos, formando pequeños círculos carmesí sobre el mostrador. Miyu, con sus ojos de perro asustado, sacó un pañuelo de su bolso (por supuesto que tenía un bolso con forma de perro negro) y lo empapó en agua mineral.

―Déjame ver ―dijo, tomando mi mano con una delicadeza que no encajaba en el Konbini.

El dolor era agudo, como si Aoi hubiera querido arrancarme un pedazo de carne. Miyu frunció el ceño al examinar los pequeños hoyos perfectos que los dientes de tiburón habían dejado.

―¡Wow! ―exclamó, sorprendida al ver el mordisco en mi mano―. ¿Qué paso? Pareciera que te mordió... ¿Un... perro?

―Algo así. ―murmuré, mirando hacia el depósito donde Aoi seguía escondida.

Miyu comenzó a limpiar la herida, con sus dedos temblando un poco.

―En el club cazafantasmas siempre tenemos un kit de primeros auxilios. ―dijo, sacando una venda con estampado de fantasmas―. Por si nos encontramos con un fantasma violento.

―Qué práctico. ―no puedo evitar sonreír por lo tonto que sonaba eso.

Mientras vendaba mi mano, pregunte:

―Oye, Miyu. ¿Conoces a una chica llamada Aoi? Era de tu escuela.

Ella parpadeó, ajustándose los lentes.

―¿Aoi...? Ummmm... hay muchas en Shinozaki. ¿Cuál es su apellido?

¿Apellido?

Me quedé en silencio. ¿Cuál era el apellido de Aoi? Ella nunca lo había mencionado y yo nunca lo había preguntado.

―No lo sé. ―admití, sintiendo un nudo en el estómago.

Miyu se rio, un sonido cristalino que cortó la tensión como un cuchillo sin filo.

―Entiendo. ―su sonrisa se desvaneció cuando vio mi expresión―. Bueno... ¿Cómo es ella?

―Ummmm... Cabello amarillo. Ojos azules. Coletas. Y... ―dude en decirlo―. dientes de tiburón.

El cambio fue instantáneo. Miyu se puso pálida, sus dedos se congelaron a mitad de un nudo en la venda.

―¿D-dientes de tiburón? ―repitió, como si las palabras le quemaran la lengua.

―Sí. ¿La conoces?

―Yo no, pero... ―bajó la voz hasta casi un susurro―. En Shinozaki hay una leyenda urbana que habla de una chica con dientes así....

El aire se espesó. Las luces fluorescentes parpadearon.

―¿Leyenda urbana? ―dije, aunque una parte de mí ya no quería saber.

―A los profesores no les gusta que hablemos de eso...

―Yo no soy un profesor. ―dije con un tono más serio de lo que esperaba.

Miyu me vio a los ojos y luego hacia los lados, como si temiera que alguien nos escuchara.

―Bueno... es conocida como "La Carnicera de Shinozaki" ―comenzó, enrollando el exceso de venda entre sus dedos―. Algunos dicen que hace unos años, había una estudiante bastante tímida que era... Bueno, dicen que era acosada por algunos compañeros de su clase, los chicos la tocaban, le robaban la ropa, le hablaban sucio, hasta dicen que la usaban como si fuera un juguete... ya sabes, de "esos" para adultos y los profesores no se daban cuenta o ignoraban todo diciendo que solo eran juegos entre estudiantes .

Sentí cómo el café que había bebido horas antes se convertía en ácido en mi estómago.

―Un día... ―continuó Miyu―. la chica llegó diferente. ―su voz tambaleo.

―¿A qué te refieres con diferente?

―Sus dientes... eran afilados, dicen. Y olía a mar, a agua salada y podrida como si se hubiera sumergido en lo profundo del océano. Ese día cuando sus compañeros de clase intentaron molestarla como siempre... ―hizo una pausa―. Ella los atacó.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

―¿Cómo que los atacó? ―pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

―Fue una carnicera... ―susurró Miyu, acercándose tanto que su aliento me llegó a la cara―. Los golpeo, mordió... dicen que fue horrible, que había sangre por todas partes, hasta tuvieron que suspender las clases ese día.

―¿Ella...? ―trague saliva.

―Los profesores llamaron a la policía. ―continuó Miyu―. Cuando la policía llego encontraron trozos de carne por todo el salón, dedos, orejas, pedazo de piel, hasta un ojo. Cuando hicieron las investigaciones, descubrieron todo lo que sus compañeros le hacían, ellos fueron expulsados... y a ella la llevaron a un centro de rehabilitación.

Las luces del Konbini zumbaron más fuerte, como moscas electrizadas .

―Lo peor es que... ―Miyu jugueteó nerviosamente con su capa―. Los chicos que la acosaron... murieron después de eso.

―¿Que?

―Uno por uno. Accidentes, suicidios... Comenzaron a circular rumores y ella dejó de asistir a Shinozaki.

―¿Qué rumores? ―mi voz sonó más áspera de lo que esperaba.

―Bueno... Algunos decían que la noche anterior antes de eso ella había intentado suicidarse ahogándose en el mar, pero algo dentro del agua la poseyó. Que por eso olía a sal y tenía esos dientes y que cuando ella los modio ese día los había marcado de alguna forma...

Trague saliva viendo la mordida que tenia en mi mano.

¿Qué mierda de leyenda urbana es esa...?

―¡Pero solo es una historia! Seguro no tiene nada que ver con ella... ¿verdad? ―Miyu se rio nerviosamente.

No respondí. Mis ojos se clavaron en la puerta del depósito.

Miyu siguió mi mirada y palideció aún más.

―No me digas... ―Murmuró más para sí misma que para mí.

―O-oye... ―tartamudeó, retrocediendo―. Creo que... mejor me voy. El club tiene... eh, una reunión. A esta hora. De noche.

No la detuve.

Recogió su bolso-perro con manos temblorosas y casi tropezó con su propia capa al salir corriendo. El ding de la puerta sonó como una alarma de incendios.

Me quedé de nuevo solo en el mostrador, apretando el puño con la mano vendada latiendo al ritmo de mi corazón.

Del depósito no salía ningún sonido.

Las luces fluorescentes parpadearon una última vez antes de que el sol comenzará a asomarse.

Y en algún lugar, entre los pasillos de productos no perecederos y palabras que nunca debieron decirse, supe que tenía que hacer algo.