2:14 AM ― La Hora en que los Fetiches se Compran como Arroz
Las luces del Konbini zumbaban con su tono de siempre, como un enjambre de moscas electrónicas. Yo, Hiroto, estaba reorganizando una pila de DVDs JAV que algún idiota había desordenado (probablemente el mismo que dejó huellas de grasa en la portada de Innocent Schoolgirl). En el mostrador, Aoi balanceándose canturreaba el opening de Doraemon con letras modificadas:
~Soy una neko-chan sin futuro~
~Vendo condones y café frío~
~Si me tocas te arranco un ojo~
~Con estos dientitos de tiburón~
―¿En serio? ―pregunté sin mirarla, colocando un ejemplar de Step-Sister Paradise junto a las papas fritas―. ¿No puedes cantar algo normal?
―¡Nyaaa~! ¿Normal? ―saltó del mostrador, aterrizando junto a mí con un movimiento que hizo volar su falda unos milímetros estratégicos―. ¡Eso es aburrido! Además, este es el soundtrack oficial del Konbini.
―El soundtrack oficial es el gemido de la máquina de café muriéndose.
Ella río, un sonido claro que ya no sonaba a cristales rotos.
El ding de la entrada sonó.
―¡Irrashaimaseeeen~! ―Aoi cantó con una exageración artística, inclinándose hasta que su falda desafió todas las leyes de la gravedad. Su expresión se congelo por un segundo.
Era Miyu.
Entró arrastrando los pies, con su capa negra más desteñida que el corazón del gerente. Al ver a Aoi, también se congeló como un perro callejero frente a las luces de un coche.
Aoi, fue la primera en reaccionar. Sonrió. No era la sonrisa de tiburón, sino una mueca juguetona que hacía juego con su voz burlona:
―¡Holi, fantasmita! ¿Viniste a comprar Pocky o a que te muerda?
Miyu tragó saliva, ajustándose los lentes.
―Y-Yo solo... ―murmuró, señalando el pasillo de bebidas―. Una bebida de chocolate...
―¡Claro que sí! ―Aoi saltó frente a ella, bloqueando el camino―. Pero antes, ¡una prueba de valor! ¿Puedes pasar... ―señaló el pasillo de productos +18―. ...por la Zona Prohibida sin sonrojarte?
Miyu palideció. El cliente que la semana pasada compró tres paquetes de condones y una muñeca inflable, ni levantó la vista.
―No... no creo que...
―¡Vamos! ―Aoi la tomó del brazo, arrastrándola hacia el estante de DVDs JAV―. Mira, este es un clásico: Love me, Sensei! Es sobre una estudiante juguetona que seduce a un profesor deprimido. Calificación: 2 estrellas por falta de creatividad.
―Yo... yo no...
Resople, apoyándome en el mostrador.
―Aoi deja de jugar con ella.
―¿Jugar? ―Aoi giró, falsamente ofendida―. ¡Le estoy dando clases! La industria JAV es un espejo de la sociedad, Hiroto-kun. ―agitó un DVD como si fuera un trofeo―. Aquí tienes de todo: Lolis, JK, Chikan, NTR... ¿Sabes por qué venden tanto?
―Porque los clientes tienen menos imaginación que un ladrillo. ―dije, limpiando una mancha de café que llevaba allí desde la segunda guerra mundial.
―¡Exacto! ―Aoi lanzó el DVD a Miyu, que lo atrapó como si fuera una granada―. Pero también porque es más fácil fetichizar un uniforme que lidiar con personas reales. ¿Ves, Miyu-chan? Estos DVDs no son sobre sexo, son sobre...
―¿Soledad? ―interrumpió Miyu.
Aoi sonrió, enseñando sus colmillos.
―¡Excelente! ―le lanzó un Pocky que Miyu dejó caer al suelo―. La soledad, la fantasía, el miedo a que alguien te rechace por ser... ―miró la capa de Miyu―. ...una cosa rara. Así que la gente compra esto ―agitó otro DVD―. para fingir que alguien los elige, aunque sea actuado.
Miyu miró el DVD en sus manos Innocent Schoolgirl, luego a Aoi, y por primera vez, no pareció asustada.
―¿Y... tú crees que está mal?
Aoi se encogió de hombros.
―Depende. Si compras esto para masturbarte, eres un perdedor. ―me señalo mientras yo fingía no escuchar―. Pero si lo compras para entender por qué la sociedad prefiere fantasías a conexiones reales... ¡Felicidades! Eres un filósofo de lo sucio.
Miyu soltó una risita nerviosa. Aoi, satisfecha, le arrebató el DVD y lo colocó de vuelta en el estante.
―¡Terminamos las clases! Pero la próxima vez que vengas, tráeme un ofuda que sirva para algo fantasmita~.
Miyu asintió y huyó hacia las bebidas. Aoi regresó al mostrador, saltando para sentarse como siempre.
―Pensé que te esconderías como siempre.
―No tengo por qué esconderme. ―Me miro con esa sonrisa de tiburón que debería ser ilegal―. Después de todo, soy tu linda compañera de trabajo Aoi-chan~ ¿no?
No supe que responder a eso así que lo ignoré.
―Como sea, te quedaste corta... ―dije, lanzándole un Pocky que atrapó en el aire con los dientes―. Esa industria no solo vende soledad. Vende la idea de que las chicas como ella son productos. Como estos onigiris.
Aoi sonrió masticando su Pocky, pensativa.
―Claro. Por eso las "actrices" son etiquetadas como "lolis", "pervertidas" o "sumisas". ―hizo comillas con los dedos―. Pero, tsundere-kun, ¿sabes que es más triste?
―¿Qué?
―Que algunas chicas entran en esa industria creyendo que es su oportunidad de conseguir algo. ―sus ojos se nublaron por un segundo―. "Solo tengo sexo con unos desconocidos unos minutos y gano mucho dinero rápido". Sí, hasta que el contrato te obliga a hacer escenas que no querías, o el director te llama "perra" por no sonreír lo suficiente.
Miyu regresó con su jugo de chocolate, escuchando en silencio.
―Pero... ―Aoi recuperó su tono burlón―. al menos yo tengo un trabajo honesto. ¡Vender basura a gente triste! ¿No es hermoso?
―Un sueño. ―dije, secando el mismo lugar del mostrador por décima vez.
Miyu pagó su bebida de chocolate y se dirigió a la salida. En la puerta, se detuvo.
―Aoi-san... ―dijo, sin voltear―. ¿Eres feliz aquí?
...
......
Aoi río, un sonido que hizo eco en los pasillos vacíos.
―¡Claro! Tengo café frío, clientes patéticos, y un compañero que parece un NPC tsundere con depresión. ¿Qué más necesito?
Miyu asintió, y se fue sin su capa tropezando.
A las 4 AM, Aoi se recostó contra el refrigerador de bebidas, mirando el techo.
―Oye, Hiroto-kun ―dijo, jugueteando con su collar―. Si algún día me vuelvo actriz JAV, ¿serías mi coprotagonista?
―Te dispararía antes.
―¡Qué romántico! ―Se rio, y por un instante, sus ojos brillaron como un incendio en una clínica privada.
El Konbini siguió respirando. Las luces zumbando. Aoi susurrando nyaa~ a clientes fantasmas. Y yo, me preguntaba si algún día dejaría de fingir que su risa no me hacía sentir menos muerto.
Pero por ahora, todo seguía igual.
Como siempre.