Noche 14: Sangre Falsa y Sustos Baratos

1:37 AM ― La Hora en que las Sombras Venden Más que el Café

El Konbini olía a chocolate quemado y a plástico nuevo. Miyu, instalada en una silla de plástico de la sala de personal junto a la máquina de bebidas, soplaba sobre su taza de chocolate caliente como si intentara apagar un incendio invisible. Llevaba puesta una sudadera con orejas de gato que ni siquiera intentaba combinar con su capa de "cazafantasmas profesional". Después de tanto venir tantas noches seguidas a en este punto, era más un mueble del local que un cliente.

Aoi, como siempre, estaba sentada en el mostrador, esta vez con una gorra con orejas de perro que encontró en el estante de objetos perdidos. La balanceaba como un arma mientras cantaba:

~Si la vida te da miedo~

~Mira una peli de muertos~

~Sangre, tripas, gritos~

~¡Todo falso, qué aburrido~!

―¿En serio no te cansas de esa voz? ―pregunté, organizando una pila de DVDs de terror con portadas que prometían "La sangre más realista jamás filmada".

―Es mi nueva técnica anti-aburrimiento~. ―respondió, lanzándome la gorra, que aterrizó en la cabeza de un señor que compraba un paquete de cigarrillos. El hombre ni se inmutó.

El ding de la entrada sonó. Un chico de unos veinte años, con sudadera negra y ojos inyectados en cafeína, dejó caer un DVD en el mostrador: Masacre en el Hospital: La Autopsia Viva. La portada mostraba a una enfermera sonriente con un bisturí ensangrentado.

―¡Irrashaimaseeeen~! ―Aoi saltó del mostrador, acercándose al cliente con una sonrisa de tiburón―. Oye, ¿sabes que esta peli tiene un error médico?

―¿Eh? ―el chico parpadeó, confundido.

―El bisturí~. ―señaló la portada―. En la vida real, cortaría mejor un pastel que un hígado. ¡Pero qué más da! Total, aquí lo importante es que salpique, ¿no?

El cliente murmuró algo sobre "efectos prácticos" y pagó rápido, evitando el contacto visual. Aoi volvió al mostrador, ondeando un DVD como una bandera de mal gusto.

―¿Viste, Hiroto-kun? Este es el entretenimiento que vende ahora: cuanta más sangre falsa, mejor.

―Entretenido sería meter cerebros en las cabezas vacías guionistas. ―dije, limpiando una mancha de chocolate que Miyu había derramado en su cuarta taza.

―¡No todas son malas! ―protestó Miyu desde su rincón, abrazando su taza como un escudo―. El Gabinete del Dr. Caligari usa sombras para crear miedo psicológico. ¡Y Ringu asusta sin mostrar ni una gota de sangre!

Aoi se inclinó hacia ella, apoyando los codos en el mostrador.

―Ah, Miyu-chan... ―susurró con falsa ternura―. ¿Sabes por qué ya no hacen esas películas? Porque vender miedo real da trabajo. Es más fácil tirar tripas de latex y usar gritos de actrices sexualizadas.

―Pero el gore... el gore puede ser catarsis si se utiliza bien... ―insistió Miyu, enrojeciéndose―. Como cuando lloras con una película trágica, pero con miedo.

―¿Catarsis? ―Aoi río, señalando el DVD de Masacre en el Hospital―. Esto es como meterte un chile en los ojos y llamarlo "experiencia culinaria".

―Ella tiene un punto. ―dije, aunque me costaba admitirlo―. La gente ve esto. ―agité otro DVD, Cheerleaders from Blood―. para sentir algo, aunque sea asco.

―¡Exacto! ―Miyu se levantó, derramando chocolate en su sudadera―. El miedo nos hace sentir vivos. Como una montaña rusa.

―Sí, una montaña rusa... ―Aoi saltó al pasillo de snacks, imitando a una presentadora de TV―. ¡Con subidas de tensión, bajadas de dignidad, y choques de mala actuación! ¿No es emocionante?

Miyu se cruzó de brazos, hinchando los carrillos.

―Y tú? ¿Nunca has visto una peli de terror buena?

Aoi se quedó quieta. Por un segundo, su sonrisa vaciló.

―Niña... ―dijo al fin, con una sonrisa mostrando sus dientecitos de tiburón―. Una vez vi un found footage de un tiburón en una playa. Diez minutos de gritos y sangre de ketchup. Sentí que estaba viendo un programa de comida.

El silencio se instaló como un cliente incómodo. Hasta el zumbido de las luces pareció callarse.

―El problema no es el miedo. ―dije, rompiendo el hielo con un tono más suave del habitual―. Es vender traumas como si fuera palomitas. ¿Sabes cuántas de estas.... ―levanté Trauma High: La Clase de Anatomía―. usan violaciones o abusos como plot device?

Miyu bajó la mirada.

―Algunas... exageran. ―murmuró.

―Exageran. ―repetí, señalando la portada donde una estudiante ensangrentada se agarraba el uniforme roto―. Como si el dolor fuera solo entretenimiento barato.

Aoi, que había estado callada, deslizó un Pocky hacia mí. Lo atrapé al vuelo y se lo lancé de vuelta. Ella lo mordió con un chasquido.

―Mira, Miyu-chan. ―dijo con inusual seriedad―. El verdadero terror no está en las pantallas. Está en pagar el alquiler, en quedarte solo, en mirar al espejo y odiar lo que ves. Pero eso no vende, ¿eh? Mejor ponemos "Basado en hechos reales" y a llorar en las redes sociales.

Miyu miró su chocolate frío, luego a Aoi.

―¿Entonces... odias todas las pelis de terror?

―¡Para nada! ―Aoi recuperó su tono burlón―. Amo las de zombies de bajo presupuesto que pasan los fines de semana. Son las únicas que no te piden que finjas asustarte.

El ding de la entrada interrumpió la conversación. Un cliente habitual, entró buscando su cerveza diaria. Aoi saltó del mostrador con su irrashaimaseeeen más exagerado, dejando a Miyu pensando.

―¿Crees que tengo razón? ―pregunté a Miyu mientras Aoi distraía al cliente con una charla sobre cervezas.

―No todas son así. ―susurró, jugueteando con su taza―. Algunas... ayudan a enfrentar miedos. Como las pesadillas.

―¿O los fantasmas? ―pregunté, señalando su capa.

Ella sonrió, por primera vez sin nerviosismo.

―Los fantasmas son reales...

A las 4 AM, mientras Miyu dormitaba en su silla, Aoi reorganizaba los DVDs de terror en orden "del más sangriento al más patético". Me acerqué a ella con un chocolate caliente nuevo.

―Para la crítica del miedo. ―dije, dejándolo en el mostrador.

―¿Sin cianuro? ―preguntó, levantando una ceja.

―Solo azúcar y cinismo.

Ella tomó un sorbito y arrugó la nariz.

―Odio el chocolate.

―Lo sé.

Nos quedamos ahí, viendo cómo Miyu roncaba levemente, su capa convertida en manta. El Konbini seguía respirando, las luces zumbando, los DVDs de terror acumulando polvo.

Y en algún lugar, entre el gore y las sonrisas falsas, entendí que tal vez el verdadero susto era creer que podíamos escapar de nuestras propias películas de terror.

Pero por ahora, el crédito final aún no rodaba.