La rabia era un fuego helado corriendo por las venas de Arkan Sinopex. El recuerdo de los rostros sin vida en Albor Lake, la mirada perdida de Valtor, la burla implícita en las palabras de Zareth Ulgran… todo lo impulsaba con una urgencia sombría. Sin importarle el protocolo ni las horas, Arkan ordenó su transporte personal y se dirigió a toda velocidad hacia el Palacio Neócrata, el corazón del poder y el hogar de la traición.
Los guardias, aunque sorprendidos por su llegada intempestiva, reconocieron su insignia y, tras una breve vacilación, lo dejaron pasar. Arkan irrumpió en el despacho privado de Zareth Ulgran, encontrándolo revisando unos informes con una calma exasperante.
"¡Zareth!", bramó Arkan, su voz cargada de furia. "¿Dónde está la palabra del Consejo? ¡Tres días dijiste! ¡Tres días para investigar! Albor Lake… ¡fue aniquilado anoche!"
Zareth levantó la vista con una lentitud estudiada, dejando caer el informe sobre su escritorio. Su rostro, habitualmente afable, se endureció ligeramente. "Arkan, siempre tan dramático. La estabilidad exige medidas firmes. Teníamos pruebas…"
"¡Pruebas falsas!", interrumpió Arkan, golpeando el escritorio con el puño. "Estuve revisando los registros. Los videos, los datos de los drones… ¡eran soldados del régimen! ¡No había rebeldes! ¡Fue una masacre premeditada!"
"Ilusiones, Arkan," replicó Zareth, con un tono condescendiente. "Siempre has sido un idealista ingenuo. ¿Creías realmente que permitiríamos que la podredumbre echara raíces en nuestro jardín? Esos… elementos… representaban una amenaza. Fue necesario extirparla de raíz."
"¿Raíz? ¡Eran familias! ¡Granjeros! ¿Desde cuándo la inocencia es una amenaza? ¡Has violado la palabra del Consejo! ¡Has actuado unilateralmente!"
"El liderazgo requiere decisiones difíciles, Arkan. Decisiones que mentes menos capaces no pueden comprender. La seguridad de X-Colonus está por encima de promesas vacías a idealistas bienintencionados pero ciegos." Zareth se inclinó hacia adelante, su voz ahora más baja y amenazante. "¿O acaso simpatizas con esos parias del subsuelo? Ten cuidado, Arkan. La lealtad se espera de todos en el Umbral."
La discusión se intensificó, las acusaciones volando entre ambos hombres como dagas invisibles. Arkan describió lo que había descubierto en los archivos, la manipulación de las pruebas, la brutalidad innecesaria. Zareth se mantuvo firme en su postura, tachándolo de ingenuo y recordándole la importancia de la obediencia y la estabilidad por encima de todo.
En ese momento, la puerta se abrió y Vandal Ren entró en la estancia. Su uniforme de cadete impecable, su rostro inexpresivo. "Consejero Zareth, traigo el reporte actualizado de la situación en el Distrito 7 y… Consejero Sinopex." Su mirada hacia Arkan era fría, casi despectiva.
"Excelente momento, Cadete Ren," dijo Zareth, con una sonrisa de satisfacción. "El Consejero Sinopex aquí presente parece tener algunas… dudas… sobre la gestión de la reciente situación."
Arkan, consumido por la ira, intentó increpar nuevamente a Zareth, pero Vandal se interpuso sutilmente, con una calma tensa. "Consejero Sinopex, si me permite… el Consejo Supremo ha tomado las medidas necesarias para asegurar la paz. Cualquier cuestionamiento perturba el orden que juramos mantener." Su tono, aunque respetuoso, era firme e intimidante.
Zareth observó la escena con complacencia. "Ves, Arkan. La juventud comprende la necesidad de la disciplina. El futuro de X-Colonus está en manos firmes."
Arkan comprendió la inutilidad de seguir discutiendo en ese momento. La atmósfera había cambiado, la amenaza velada de Zareth se había materializado en la presencia imponente de Vandal. Con una mirada cargada de odio hacia Zareth y de desdén hacia Vandal, Arkan se retiró del despacho.
Zareth esperó a que la puerta se cerrara tras Arkan, luego se giró hacia Vandal con una sonrisa que no llegó a sus ojos. "Un muchacho ejemplar, Vandal. Disciplinado, talentoso. Tu padre y la línea Ren pueden estar orgullosos."
Vandal se mantuvo en su posición, inexpresivo, aunque una chispa de satisfacción imperceptible brilló en sus ojos. "Gracias, Consejero Zareth. Siempre busco cumplir con las expectativas del régimen."
"Y lo haces, Cadete Ren. De hecho, tu desempeño y tu fría determinación no han pasado desapercibidos en las más altas esferas. El Presidente mismo está complacido. Tanto, que tenemos una misión especial para ti. Una que marcará tu graduación como un verdadero agente de élite de X-Colonus. Algo que requiere la precisión y la falta de sentimentalismo que solo tú posees."
La inexpresividad de Vandal se mantuvo, pero por dentro, la noticia resonó con una vibración calculada. Su graduación. El momento que había esperado. Un paso más hacia el reconocimiento, hacia el poder que anhelaba. La misión… ¿qué sería? No importaba. Solo importaba el objetivo, la eficiencia, la demostración de su superioridad.
Su mente, siempre analítica, comenzó a repasar los años de entrenamiento, la lógica implacable que le había forjado, las lecciones aprendidas… y las extrañas interacciones con su prima Kora.
Vandal Ren, el hijo menor de los tres de Nerax Ren, pertenecía a una de las ramas más puras y poderosas de la extensa y endogámica familia Ren. Dentro del régimen de X-Colonus, los Ren eran sinónimo de lealtad absoluta y brutal eficiencia. Sus filas contaban con al menos dieciocho miembros activos como soldados de élite, de los cuales ocho eran considerados los más fuertes y letales de la familia, verdaderas armas vivientes al servicio directo del Presidente. La tradición familiar dictaba que los matrimonios se concertaran entre sus miembros para preservar la pureza del linaje y consolidar el poder. La madre de Valtor, aunque emparentada, había sido una de las raras excepciones, una elección basada en la fascinación y la conveniencia política, pero la línea de Nerax Ren, padre de Vandal, siempre había priorizado la endogamia sin desviaciones.
Desde su nacimiento, Vandal y su prima Kora Ren, hija de un hermano de Nerax y su madre también prima de Nerax, fueron considerados los pilares de la próxima generación. Kora, que tenía tres hermanos mayores, y Vandal, con sus dos, representaban el pináculo del potencial genético de los Ren. Sus destinos estaban entrelazados desde la cuna: un matrimonio arreglado para unir aún más sus líneas de sangre y asegurar su ascenso en las filas del régimen. De hecho, Kora ya estaba muy cerca de ascender al rango de Capitán, un logro significativo para su edad que, además, la declararía mayor de edad, sin importar su juventud.
Vandal, por su parte, parecía habitar un vacío emocional. La idea del matrimonio con Kora no le generaba ni entusiasmo ni rechazo. Su única pasión residía en la demostración de su superioridad. Desde niño, había sobresalido en todo: combate cuerpo a cuerpo, manejo de cualquier arma imaginable (desde las clásicas hojas de energía hasta los sofisticados disruptores sónicos), tácticas de infiltración y espionaje. Los entrenamientos, brutales y exigentes y usados exclusivamente bajo órdenes directas del presidente, eran para él meros ejercicios donde podía exhibir su talento natural.
Aunque adiestrado para el asesinato clandestino y la eliminación silenciosa, Vandal aún no había tomado una vida con sus propias manos. Su rol como cadete de la Unidad de Exterminio lo había situado como observador privilegiado de la brutal eficiencia del régimen. La masacre de Albor Lake, presenciada con una frialdad clínica, no había despertado en él remordimiento alguno, solo una calculada comprensión del poder y la necesidad de la obediencia ciega.
Vandal despreciaba en secreto a aquellos que se dejaban llevar por las emociones, a los débiles que no podían adaptarse a la implacable lógica del régimen. Su talento le confería una sensación de superioridad innegable, una certeza de que estaba destinado a ocupar un lugar prominente en la jerarquía de X-Colonus. Su ambición, aunque contenida por su juventud y su rango de cadete, ardía con una llama silenciosa. Cada misión observada, cada reporte entregado, cada interacción con figuras de poder como Zareth, eran peldaños en su ascenso cuidadosamente calculado. Vandal Ren no sentía amor, ni odio, solo la fría determinación de alcanzar la cima.
Cuando Vandal tenía apenas diez años, su entrenamiento ya superaba con creces el de cualquier otro cadete de su edad. Un día, durante una sesión de práctica de tiro avanzado con armas de precisión, Kora, con doce años y ya mostrando el aura de una depredadora, se acercó.
"Vandal, tu puntería es impecable," dijo Kora, su voz como un ronroneo bajo, sus ojos grises fijos en él. "Pero un soldado debe ser más que una máquina de precisión. Debe comprender la naturaleza de su objetivo."
Vandal simplemente la miró, sin emoción. "Mi objetivo es la eliminación eficiente."
Kora sonrió, una curva gélida que no llegaba a sus ojos. "Ineficiente. La eficiencia real se logra con la comprensión. Ven." Lo guio hasta un pequeño laboratorio subterráneo, una sala que se usaba para simulación de escenarios extremos. En el centro, una jaula transparente contenía un pequeño y peludo animal, una criatura inofensiva de los túneles de servicio. Sus ojos brillaban con miedo.
"Observa," dijo Kora, tomando un pequeño láser de corte de precisión. Con una calma escalofriante, comenzó a realizar cortes limpios y exactos en la piel del animal, evitando órganos vitales, observando cada temblor, cada chillido ahogado de la criatura. El animal se retorcía, intentando escapar, su dolor palpable.
Vandal observaba, su rostro inexpresivo. No sentía repulsión ni lástima, solo una curiosidad analítica. "¿Cuál es el propósito?" preguntó, su voz monótona.
"El propósito, mi querido primo," susurró Kora, su rostro iluminado por una satisfacción perturbadora, "es conocer los límites del dolor. Comprender cómo un cuerpo reacciona antes de ceder. Saber cuándo infligir el máximo sufrimiento, o cuándo una muerte limpia es la estrategia más efectiva. Esto es el verdadero control. Esto es el verdadero poder." Ella sonrió, y esta vez sus ojos brillaron con una luz maníaca. "Un día, esto serás tú. No el animal, sino el que lo domina. El que lo comprende. Y yo estaré a tu lado, Vandal. Siempre."
Vandal asimiló la lección, no con emociones, sino con lógica fría. Comprendió el valor de la "comprensión" que Kora le ofrecía, una herramienta más en su arsenal para la dominación. La crueldad de Kora no lo perturbó; en cambio, la vio como una faceta útil de su implacable naturaleza.
Con el paso de los años, a medida que Vandal y Kora crecían en talento y dominio, la obsesión de ella por su prometido se intensificaba, bordeando la locura. La certeza de su matrimonio no hacía más que alimentar un deseo posesivo y enfermizo.
Una tarde, poco después de que Vandal, a sus catorce años, completara un simulacro de combate cuerpo a cuerpo contra diez oponentes simultáneos con una precisión letal, Kora lo interceptó en el pasillo privado de sus cuarteles de entrenamiento. Sus ojos, normalmente fríos, ardían con una pasión desquiciada.
"Magnífico, Vandal. Un espectáculo de control y fuerza," susurró Kora, su mano rozando su brazo con una familiaridad que a él no le provocaba nada. "Nadie más debería tocarte. Nadie más debería verte así. Eres mío. Solo mío."
Vandal se mantuvo impasible. "Soy un activo del régimen, Kora. Mi lealtad es para X-Colonus."
"¡Y yo soy tu futuro, Vandal!", replicó, su voz apenas un siseo. "Mi matrimonio contigo sellará el poder de nuestra línea. Quiero que sea pronto. Muy pronto." La ambición brilló en sus ojos. "Estoy cerca del rango de Capitán. Con eso, seré declarada adulta ante el Consejo, sin importar mi edad. Y entonces, ni mi padre ni el tuyo podrán retrasar nuestra unión." Su mirada se clavó en él, una posesividad que no disimulaba. "Me aseguraré de que nadie más te vea de esta manera. Que nadie se atreva a anhelarte. Eres una joya demasiado valiosa para ser expuesta. Solo yo merezco el brillo de tu indiferencia." Su sonrisa se ensanchó, una promesa silenciosa y aterradora.
De vuelta en el presente, en el despacho de Zareth Ulgran, la fría lógica de Vandal se impuso. Las lecciones de Kora, su propia ambición, todo convergía en este momento.
"Tu misión, Vandal," continuó Zareth, su voz interrumpiendo las reflexiones del cadete, "será de la máxima importancia. El Consejero Arkan Sinopex se ha vuelto… impredecible. Su idealismo, su reciente comportamiento, y la influencia que tiene sobre su hijo, el joven Valtor… son una amenaza para el orden que tanto nos costó restablecer."
Zareth se reclinó en su silla, sus ojos fijos en Vandal. "Necesito que establezcas una vigilancia discreta sobre Arkan y su hijo. Quiero que traces cada uno de sus movimientos, cada contacto, cada pequeña desviación del protocolo. Deberás recopilar toda la información posible, sin importar lo insignificante que parezca, y entregármela a mí directamente en reportes diarios. Mi objetivo principal es ensuciar su nombre públicamente y exponerlo como un traidor al régimen, un subversivo, un simpatizante de los parias. Queremos una ejecución pública, Vandal. Un ejemplo para todos los que osen cuestionar al Presidente, y la incriminación, la fabricación de la narrativa, la manejaré yo directamente con tus reportes."
"Y el joven Valtor," añadió Zareth, un brillo calculador en su mirada, "será tu objetivo secundario. Observa su reacción. Evalúa si, una vez sin la influencia de su padre y con su nombre mancillado, su lealtad al régimen se reafirma, o si las recientes tragedias lo han empujado por el mismo camino de rebeldía de Arkan. Si muestra signos de seguir los pasos de su padre, él también deberá ser… neutralizado. Pero si se vuelve manejable, un miembro leal de la élite, entonces su educación en la disciplina Ren puede continuar bajo nuestra supervisión."
Vandal asintió, su rostro una máscara de fría determinación. "Comprendido, Consejero. La misión de vigilancia será ejecutada con la máxima eficiencia. Mis reportes serán exhaustivos y precisos, como usted demanda. La lealtad al régimen es mi única guía. El nombre de Arkan Sinopex será deshonrado, y su castigo será un mensaje claro." No había un atisbo de duda o vacilación en sus ojos grises. La ambición que ardía dentro de él había encontrado su propósito, y esta "graduación" sería su primer paso real hacia la cima del poder en X-Colonus. El juego había comenzado.