El Precio de la Deslealtad

La frialdad de la oficina de Kora Ren en el Umbral no lograba apaciguar el fuego que ardía en su interior. Sus ojos grises, ya no solo fríos, sino velados por una niebla de furia y posesión, se clavaron en la pantalla. La imagen había desaparecido, pero su memoria la reproducía sin cesar: Vandal, su Vandal, sonriendo con una mujer de los barrios bajos y un animal asqueroso. Había sentido una punzada que no había conocido antes, una traición más profunda que cualquier informe de sabotaje. ¡Él había encontrado la paz con ella! ¡Él la había rechazado a ella, a su propia sangre, por esa… vagabunda de los barrios bajos! El dolor de la traición personal, la humillación, se mezcló con su obsesión y el control que Kora sentía sobre su familia y su mundo.

"¡Insensato!", siseó Kora, golpeando la mesa con la palma de la mano. La lealtad de la línea Ren era su pilar, su religión. ¿Y Vandal, el pilar de su futuro, la había mancillado con una piltrafa de la Zona Baja? La sangre de su linaje, la pureza que Nerax y ella tanto valoraban, sentía que había sido contaminada. La rabia se mezclaba con una punzada de celos que Kora se negaba a reconocer.

Inmediatamente, Kora activó su comunicador. "Zack, Dax. Preséntense en mi oficina. Ahora." Cuando los hermanos Ren llegaron, sus rostros impasibles, Kora no perdió tiempo. "Vandal Ren ha traicionado al linaje. Lo he visto. Necesito que lo encuentren. Ya." Zack frunció el ceño. "Capitana, Vandal no usa chip. Es un Ren. Su tarjeta de crédito virtual tiene un protocolo de autodestrucción. No podemos rastrearlo por los sistemas comunes." "Lo sé, inepto," espetó Kora, la impaciencia tiñiendo su voz. "Ustedes tampoco lo usan. Es la ventaja de nuestra línea. Pero él se ha vuelto descuidado. Lo sé. Vayan a los barrios bajos. Busquen cualquier información. Cualquier rastro. Cada sombra. Él está allí."

La locura de Kora no se limitó a órdenes secretas. En las horas siguientes, los omnipresentes paneles de propaganda de Ciudad Nexus parpadearon con un nuevo y alarmante mensaje: "¡ATENCIÓN CIUDADANOS! CADETE VANDAL REN, CAPTURADO POR UN GRUPO TERRORISTA. SU INTEGRIDAD ESTÁ EN RIESGO. SE OFRECEN RECOMPENSAS EXORBITANTES A QUIEN AYUDE A DAR CON SU PARADERO." El rostro inexpresivo de Vandal, enmarcado por la palabra "CAPTURA", cubría las pantallas, un intento de Kora de manipular a la población y, al mismo tiempo, de humillar públicamente a su prometido. "No puedes escapar de mí, Vandal," susurró Kora a la pantalla, su sonrisa una promesa de tormento. "Ni siquiera la escoria de abajo te protegerá."

En un pequeño apartamento en los distritos inferiores, Anya acababa de regresar de un mercado de trueque cuando el letrero gigante de la plaza principal parpadeó con la propaganda. Su corazón dio un vuelco. Vandal Ren. El apellido. La imagen. El shock la inmovilizó. Vandal. Un Ren. Un miembro de la élite de exterminadores que habían arrasado Albor Lake, el mismo linaje que despreciaba.

La rabia le hirvió en las venas. La traición, la mentira… se sentía como si el aire le faltara. ¿Cómo pudo haber confiado en él? ¿Cómo pudo haberlo dejado entrar en su vida, incluso en el de Sombra? Corrió de vuelta a su apartamento, donde Vandal estaba revisando un viejo terminal. "¡Vandal!", gritó, su voz temblaba de furia. "¿Qué significa esto? ¡¿Un Ren?! ¡Tú eres uno de ellos! ¿Cómo pudiste ocultármelo? ¡Todo ha sido una mentira!"

Vandal se giró, su rostro, normalmente impasible, mostró una sombra de dolor. "Anya, por favor. Déjame explicarte." Se acercó a ella, pero Anya retrocedió, sus ojos llenos de acusación.

"¡Explicar qué! ¿Que eres uno de los que mataron a mi gente? ¿Que viviste con el lujo mientras los míos morían en la suciedad? ¡Mientes! ¡Eres un exterminador!"

"No te miento sobre mis sentimientos por ti," dijo Vandal, su voz baja, cargada de una sinceridad que Anya no esperaba. "Y sí, soy un Ren. Fui criado para ser un exterminador." Dio un paso, y esta vez, Anya no retrocedió del todo. "Antes de que comenzara mi entrenamiento, cuando apenas tenía ocho años, mi padre, Nerax, me regaló un pequeño perro. Un cachorro. Era lo único que me importaba. Lo cuidé, lo alimenté, pasé meses a su lado. El día del examen de entrada a la Unidad de Exterminio, la prueba era sencilla, Anya. Mi padre me dio una orden: matar al perro con mis propias manos. Demostrar que no tenía debilidades. Que no tenía apego." La voz de Vandal era monótona, pero sus ojos grises revelaban un dolor antiguo, casi imperceptible, que Anya nunca había visto. "Lo hice. Y me convertí en lo que esperaban de mí."

Hizo una pausa, mirando a Anya a los ojos. "Pero estar contigo, con Sombra... ha cambiado algo. He experimentado sentimientos que creía muertos. Es... diferente. Me gusta esta vida junto a ti. Junto a Sombra."

Anya lo escuchó, la furia se aplacaba lentamente, reemplazada por una punzada de compasión y confusión. La historia del perro, la frialdad de su crianza… su propia ira se sentía mezquina comparada con eso. "Pero… ¿por qué ahora? ¿Por qué la mentira?"

"Tuve miedo," confesó Vandal, algo que nunca habría admitido a nadie más. "Miedo de que me rechazaras, de que me vieras como uno de ellos. Temía perder lo que encontré contigo." Dio otro paso, acortando la distancia. "No volveré al Umbral, Anya. No puedo. Kora me busca porque me vio contigo. Porque no la seguí ciegamente. Porque me importas. He decidido ser un traidor."

La intensidad de sus palabras resonó en el pequeño apartamento. Anya miró sus ojos grises, y por primera vez, vio no la frialdad del exterminador, sino la vulnerabilidad del hombre. El corazón de Anya se ablandó por completo. "Yo... yo también he empezado a sentir cosas por ti, Vandal," confesó, las palabras un susurro. "Esto es... una locura. Pero estoy contigo. Juntos escaparemos." Aún no le revelaría el Kor, no ahora. Primero, debían sobrevivir.

Vandal le tomó el rostro entre sus manos. Sus miradas se entrelazaron, una promesa silenciosa de un futuro incierto. Luego, sellaron la conversación con un beso, tierno al principio, luego más profundo, una fusión de almas en medio del caos inminente.

En el Umbral, Kora Ren se movía con la desesperación de una depredadora herida. La declaración pública de Vandal como "capturado por terroristas" era una fachada. Ella sabía la verdad. Recorría cada pasillo, cada sala de monitoreo, exigiendo resultados, gritando órdenes a agentes que temblaban ante su creciente inestabilidad. Su matrimonio con Vandal estaba en juego, su estatus, su orgullo. Mientras se aseguraba de que los nuevos protocolos de vigilancia fueran activados y solidificaba su influencia en el Consejo, esperando que su creciente poder como Capitana le permitiera ir personalmente por Vandal.

Mientras tanto, Vandal (ahora con 16 años) y Anya (que acababa de cumplir 17) se convirtieron en fantasmas en los distritos bajos. Constantemente, cambiaban de guarida, moviéndose entre tejados destartalados, sótanos olvidados y ruinas industriales, un paso por delante de las patrullas del Umbral que ahora los buscaban implacablemente. Vandal había recuperado varias armas que había ocultado estratégicamente a lo largo de los años en los barrios bajos: un par de pistolas disruptoras compactas ajustadas para aturdir, una cuchilla de energía retráctil y algunos dispositivos de camuflaje que había diseñado él mismo, previendo una situación como esta.

Pasaron tres meses de esta vida nómada y peligrosa. La persecución del Umbral era implacable, pero la astucia de Vandal y el conocimiento de Anya de los laberintos subterráneos y los secretos de los barrios bajos los mantenían con vida. La constante amenaza exterior forjó un vínculo inquebrantable entre ellos. Las noches en nuevos escondites, el murmullo de sus voces en la oscuridad, las miradas furtivas, los toques accidentales que se volvían intencionales… su amor florecía en la adversidad. Vandal sentía cómo la pared emocional que lo había rodeado toda su vida se desmoronaba. Con Anya a su lado, la vida tenía un color que nunca había imaginado.

En el campamento Acracio, Valtor, con 15 años, había avanzado rápidamente en su entrenamiento con el Kor, su determinación forjada por la sed de venganza. Zary, también de 15, con su talento natural, lo acompañaba en cada paso, su lazo fortalecido. Ambos habían crecido, sus cuerpos más fuertes, sus mentes más agudas.

Mientras Kora, ahora con 18 años, se consumía en su obsesión, el juego del gato y el ratón en los distritos bajos llegaba a un punto crítico. Anya se había vuelto aún más experta en la supervivencia urbana. En el año 2915, justo al cumplirse un año desde la desaparición de Valtor, la suerte de Vandal y Anya estaba por cambiar. Zack y Dax Ren, más determinados que nunca por la presión de Kora y la humillación, finalmente lograron identificar un patrón en sus movimientos. Una pequeña grieta en su otherwise perfecta evasión. Los hermanos Ren comenzaron a seguir sus movimientos, las sombras cada vez más cercanas, el aliento del Umbral a su espalda. La cacería se había intensificado.

Fue durante un breve respiro, mientras Vandal salía de su última guarida para una misión de reconocimiento, que la amenaza se materializó. Habían rastreado sus movimientos. "Vaya, vaya. Aquí está el desertor." La voz, gutural y burlona, pertenecía a Zack Ren. A su lado, su hermano Dax, una mole de músculos con una expresión de satisfacción cruel. Anya no estaba cerca; había ido a conseguir provisiones en un mercado lejano.

"Ahorra tu aliento, Zack," respondió Vandal, su voz monótona, pero sus ojos grises, agudos. "No vas a llevarme a ninguna parte."

"Oh, sí que lo haremos, primo," Dax se relamió. "Kora está… molesta. Y sabes lo que pasa cuando ella se molesta." Zack y Dax avanzaron, sus movimientos coordinados, aunque carecían de la precisión letal de Vandal. Su objetivo era capturar, no eliminar, por ahora. Vandal no esperó. Se movió con la fluidez de un espectro, un contraste brutal con la torpeza combinada de los hermanos. Zack lanzó un puñetazo amplio que Vandal desvió con un movimiento mínimo del hombro, girando sobre su propio eje y usando el impulso de Zack para lanzarlo contra la pared más cercana. Antes de que Dax pudiera reaccionar, Vandal ya estaba sobre él, su mano se extendió en un borrón de movimiento y desactivó la pistola que Dax intentaba sacar de su funda. Un golpe rápido y preciso en la nuca de Dax lo dejó aturdido y tambaleándose. Vandal no los golpeaba con fuerza bruta, sino con conocimiento; cada desvío era una redirección de energía, cada toque un punto de presión incapacitante.

Zack se recuperó, gruñendo, y se abalanzó con un cuchillo de energía. Vandal fue más rápido. Un giro limpio, una patada al codo de Zack que lo hizo soltar el arma, y luego un golpe certero en el plexo solar que dejó a Zack sin aliento y arrodillado. En menos de treinta segundos, ambos hermanos Ren estaban incapacitados, jadeando en el suelo, aturdidos y humillados. Vandal los miró con su habitual inexpresividad, casi aburrido.

"No es muy efectivo el tiempo que invierten en el gimnasio, primos," comentó Vandal, ajustándose el cuello de su chaqueta.

Zack, respirando con dificultad, sacó desesperadamente un comunicador del tamaño de una moneda. "¡K-Kora! ¡Lo tenemos! ¡Pero… es más difícil de lo esperado! ¡Necesitamos refuerzos! ¡Está armado y es... es muy hábil!"

Vandal no intentó detenerlos. Sabía que era inevitable.

En el callejón, Vandal estaba de pie, esperando, mientras Zack y Dax se recuperaban lentamente. "Así que... ¿rebelde, Vandal?", preguntó Zack, con la voz aún áspera. "Tu padre se avergonzaría. ¿Por qué esto? ¿Por qué esta… traición a nuestra línea?" "Algunas cosas son más grandes que el linaje, Zack," respondió Vandal, sin emoción. "La verdad, por ejemplo. La libertad." "¿Libertad? ¿Para vivir como la escoria de aquí abajo?", Dax escupió al suelo. "¿Por una mujer? ¿Por un perro?" Sombra, que a sus catorce meses tenía el tamaño robusto de un labrador adulto, gruñó amenazadoramente desde los pies de Vandal, sus ojos amarillos fijos en los hermanos Ren.

De repente, una sombra cayó sobre el callejón. Dos figuras se materializaron en la entrada, sus uniformes impecables y sus auras de poder casi palpables. Eran los gemelos Vider y Zairon Ren, dos de Los Pilares de Élite Ren. Vider, con una sonrisa desquiciada que no llegaba a sus ojos, y Zairon, con los brazos cruzados y una expresión de fría evaluación.

"Vaya, vaya. Mira lo que el gato ha traído," Vider arrulló, su voz burlona. "El primo pródigo ha decidido jugar a ser un perro callejero. ¿Y qué tenemos aquí? Una bestia pulgosa y... ¿dónde está tu otra adquisición, primito? ¿Tu 'rebelde' de los bajos?" Su mirada se deslizó sobre Sombra con un desprecio patente. "Esta cosa apesta a calle. Será un buen ejemplo para los otros perros sarnosos del barrio."

Zairon, con sus brazos aún cruzados, habló con una voz monocorde: "Informe, Zack. Situación. Tiempo hasta la llegada de la unidad de limpieza." "Controlado, Zairon," dijo Zack, sintiendo un alivio inmenso por la llegada de los gemelos. "Vandal se resistió, pero lo tenemos acorralado. Esperamos la unidad para transporte."

Vandal observó a los gemelos, su expresión tensa por primera vez. Estos no eran Zack y Dax. Vider y Zairon eran de otra liga, su reputación precediéndolos incluso entre los de su propia familia. Eran brutalmente eficientes, y la crueldad de Vider era legendaria.

"¿Así que vas a volver a casa, primito?", Vider continuó, acercándose a Vandal con un paso lánguido. "O te pondrás de rodillas y rogarás, como el padre de Valtor, antes de que te desintegren. Eres una vergüenza para el apellido Ren." "Hay quienes mueren por la verdad," replicó Vandal, su voz baja y firme. "Ustedes viven por la mentira." La sonrisa de Vider se amplió. "Qué valiente. Qué patético. La verdad es lo que el Presidente dice que es, muchacho. Y la tuya… está a punto de convertirse en ceniza."

Vider se movió primero, un borrón de velocidad que Vandal apenas detectó. Fue un golpe devastador en el estómago, un puñetazo que dobló a Vandal por la mitad, expulsando el aire de sus pulmones. Antes de que pudiera recuperar el aliento, Zairon intervino, su movimiento un latigazo. Una patada brutal a las rodillas de Vandal lo hizo caer, y cuando intentó levantarse, Vider le propinó un codazo en la sien.

Vandal era fuerte, entrenado al máximo de sus capacidades. Pero contra Vider y Zairon, era como un niño pequeño. Los gemelos se movían en perfecta sincronía, sus ataques como un torbellino implacable. Era una danza brutal de superioridad, humillante en su eficiencia. Le asestaron puñetazos en el rostro, patadas en las costillas, lo lanzaron contra las paredes del callejón como un muñeco de trapo. Sombra, ladrando con furia, intentó interponerse, mordiendo la pierna de Zairon.

"¡Maldita bestia!", gruñó Zairon, sus brazos cruzados se desdoblaron con un movimiento rápido. Con una patada brutal, envió a Sombra volando contra un contenedor de basura, el lobo gimiendo de dolor al impactar. Vider rió. Se acercó a Sombra, lo pisó con fuerza con su bota en el costado del lobo, y luego se volvió hacia Vandal, que yacía ensangrentado en el suelo, tratando inútilmente de alcanzar a Sombra. "Tu mascota es tan débil como tú, primito. La escoria siempre encuentra su lugar."

Los gemelos continuaron pateando a Vandal, sus golpes calculados para doler, para humillar, pero no para matar aún. Zairon sacó un comunicador. "Capitana Kora. Vandal Ren ha sido localizado y contenido. Sus secuaces locales han sido neutralizados. Respecto a la bestia... no es necesario dejarla con vida."

El eco de sus palabras resonaba en el callejón cuando una sombra oscura se proyectó sobre ellos. Anya acababa de doblar la esquina, sus brazos cargados con provisiones. Vio a Vandal ensangrentado en el suelo, a Sombra gimiendo bajo la bota de Vider, y a los gemelos Ren de pie sobre ellos, con sus uniformes impecables y sus sonrisas crueles.

La furia de Anya no fue un grito, fue una onda expansiva, un pulso de energía que hizo vibrar el aire. Sus ojos, normalmente cálidos, ardían con una luz implacable. En su mente, solo existía una imagen: Vandal y Sombra, sus compañeros, pisoteados. Era la misma rabia fría que había sentido por su familia en Albor Lake, ahora multiplicada.

"¡Aléjense de ellos!", la voz de Anya era baja, un rugido contenido que, sin embargo, hizo que Vider se girara, intrigado.

"Vaya, vaya. Mira lo que tenemos aquí," Vider sonrió, un brillo de diversión cruel en sus ojos. "La perra callejera ha venido a defender a su amo. ¿Y qué vas a hacer, pequeña cosa? ¿Llorar?"

Anya dejó caer las provisiones al suelo, los objetos rodando y haciendo un pequeño estruendo. "Vas a desear no haberme hablado así, Ren," siseó, sus puños apretados.

Vider soltó una carcajada. "¡Escúchala, Zairon! ¡Qué valiente! ¿O te ha contagiado la debilidad de este traidor, niñita?"

Anya tomó un paso adelante. "No me subestimes, imbécil. Ni a mí, ni a lo que este hombre significa."

Zairon, sin dejar de tener los brazos cruzados, interrumpió con su voz monocorde: "Insultos. Comportamiento ilógico. Amenaza no identificada. Procedemos a neutralizar." Los dos hermanos Ren, Zack y Dax, observaban, confusos, sin entender la aparente calma de la mujer.

Zairon y Vider sacaron sus pistolas de plasma. Dispararon ráfagas de energía mortales hacia Anya. Pero la mujer no se inmutó. Con movimientos que eran más una danza que un combate, Anya desvió las balas con las palmas de sus manos, haciéndolas rebotar inofensivamente en las paredes de ladrillo. El Kor, en sus venas, le otorgaba una defensa y una velocidad sobrehumanas. Su energía, de un inusual tono verdoso oscuro, pulsaba visiblemente, un claro indicio de su poder. Anya estaba operando a un Nivel 5 de Kor, una fuerza inimaginable para la mayoría.

Vider frunció el ceño. "Un truco de reflejos. Interesante." Los dos gemelos Ren envainaron sus armas y se lanzaron, sus cuerpos convertidos en puños y patadas. Su entrenamiento de élite los hacía rápidos y mortales. Vider lanzó una patada giratoria perfecta hacia la cabeza de Anya, mientras Zairon intentaba un puñetazo al abdomen.

Anya no esquivó. Dejó que los golpes impactaran. La patada de Vider golpeó su rostro con una fuerza brutal que habría roto los huesos de un hombre normal. El puñetazo de Zairon se estrelló contra su abdomen. Pero Anya no se movió un solo centímetro. No parpadeó. Su piel, bajo el impacto, se sintió como si los gemelos hubieran golpeado roca sólida, inamovible. Sus ojos ardían con una luz helada.

"¿Eso es todo lo que tienen, Pilares de Élite?", se burló Anya, su voz un susurro que, sin embargo, resonó con una burla devastadora. "Qué patético. Qué débil. Si van a intentar romperme, al menos háganlo con convicción."

La incredulidad se apoderó de los gemelos. Nunca habían visto algo así. En ese momento, Zack y Dax, que observaban horrorizados, sintieron un escalofrío. La forma en que Anya se movía, su velocidad, su resistencia... les recordaba a algo. Una memoria borrosa, casi una pesadilla, de lo que vieron aquella noche. Los movimientos imposibles, los saltos entre edificios, la desaparición repentina de aquella figura que habían visto. No había sido una alucinación. Aquella fuerza, era real.

Anya sonrió, una sonrisa de depredadora. "Ahora, es mi turno."

Con una velocidad que dejó a los Pilares de Élite boquiabiertos, Anya se movió. No era la brutalidad de Vandal, ni la precisión fría de los Ren. Era una fuerza elegante y arrolladora. Con un solo golpe, un puñetazo directo al rostro de Vider, lo lanzó contra la pared con tal fuerza que el ladrillo se agrietó. Vider cayó al suelo, su boca sangrando, sus ojos girando. Antes de que Zairon pudiera reaccionar, Anya lo sujetó por el cuello, lo levantó en el aire como si no pesara nada, y lo estrelló contra el suelo, una y otra vez, con una facilidad insultante, sus brazos cruzados por fin habían cedido. El impacto resonó en todo el callejón.

Anya se rió, una risa cruel que hizo temblar a Zack y Dax. "¿Quién es la escoria ahora, Ren? Tú y tu hermano son simples perros falderos, patéticos. No son nada."

Con los gemelos Ren humillados e inconscientes, Anya caminó hacia Vandal. Sus ojos se suavizaron al verlo. Con un brazo, con una facilidad asombrosa, levantó a Vandal, cargándolo como a un niño. Luego, se inclinó, y con el otro brazo, recogió a Sombra, acunándolo gentilmente. Los cuerpos de Vider y Zairon yacían inertes en el suelo, la evidencia de una humillación total. Los hermanos Ren, Zack y Dax, solo podían mirar, el terror helándoles la sangre.

En ese instante, el sonido de una nave de asalto Ren se hizo audible, acercándose rápidamente. La escotilla se abrió y Kora Ren saltó al callejón, su mirada de halcón barriendo la escena. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver a Vandal herido en los brazos de Anya, a Sombra magullado, y a Vider y Zairon, sus Pilares de Élite, tendidos e inconscientes en el suelo.

Anya, con Vandal y Sombra en sus brazos, fijó su mirada gélida en Kora, que acababa de llegar. "Así que aquí estás, Capitana," dijo Anya, su voz tranquila pero letal, resonando en el silencio del callejón. "Escucha bien. Te has metido con la gente equivocada. Tu pequeño traidor no está solo. Y tú... no tienes idea de lo que se te viene encima."

Sin dudarlo, Anya tomó impulso. Con un súper salto que desafió la gravedad, elevándose varios metros en el aire, aterrizó con ligereza en el tejado más cercano. Desde allí, con Vandal y Sombra aún en sus brazos, comenzó a saltar ágilmente de edificio en edificio, desapareciendo en la oscuridad de los distritos bajos.

Kora se quedó inmóvil, mirando la silueta que se desvanecía en la distancia. Sus ojos grises se abrieron con una incredulidad absoluta. Sus Pilares de Élite, derrotados así. La mujer… saltando por los edificios con esa fuerza. No es posible lo que está viendo. La rabia que la consumía se mezcló con un nuevo e inquietante temor.

Anya continuó su fuga, moviéndose a través de los tejados, su velocidad asombrosa a pesar de llevar a Vandal y Sombra. Se detuvo solo cuando encontró una guarida segura, un viejo almacén abandonado en los confines de los barrios bajos, lejos de cualquier patrulla conocida. Con cuidado, depositó a Vandal en un colchón de paja improvisado y dejó a Sombra a su lado.

Vandal gemía, sus heridas palpitaban. "Anya... ¿qué fue eso? ¿Cómo...?"

Anya sacó un pequeño botiquín de primeros auxilios de su mochila, con desinfectante rudimentario y vendajes. Con manos firmes, comenzó a limpiar y vendar las contusiones de Vandal. "Es Kor, Vandal. Una técnica que mi gente, los Acracios, hemos desarrollado. Nos permite controlar la adrenalina natural del cuerpo humano a niveles que tú no podrías imaginar." Explicó brevemente cómo este control de la adrenalina le otorgaba sus habilidades sobrehumanas.

Mientras lo vendaba, susurró: "Y esos Ren... no son nada. Por más élite que se crean, no tienen idea de la fuerza real que existe. Son débiles, Vandal. Débiles porque viven de las mentiras de su Presidente." Miró a Vandal a los ojos, una decisión grabada en su rostro. "No podemos seguir escondiéndonos aquí. Es hora de volver. Necesito ir al Campamento Acracio."

Vandal frunció el ceño, el dolor aún presente. "¿Campamento Acracio? ¿Qué es eso?"

"Es donde está mi gente, donde estoy a salvo. Es donde aprendemos y nos preparamos. Y a donde te llevaré a ti también, Vandal," dijo Anya con firmeza. "Y a Sombra. Necesitarás recuperarte allí, bajo su protección. Sé que es un riesgo. Revelé mis habilidades a los Ren, y llevar a uno de los suyos... será un problema. Tendré que enfrentarme a los ancianos y a los líderes. Pero no te dejaré aquí, Vandal. No después de todo."

Vandal la miró, un asombro profundo en sus ojos grises. Había pasado toda su vida en un mundo de control y engaño, y ahora, esta mujer le abría la puerta a una verdad y a un poder que superaban todo lo que conocía. Su cuerpo dolía, pero una nueva esperanza, un nuevo propósito, se encendía en su interior. "Haré lo que sea, Anya," dijo, su voz ronca pero sincera. "Confío en ti."

Sombra, ya recuperándose, se acurrucó junto a Vandal, su lealtad inquebrantable. Anya asintió, su resolución endurecida. El camino sería difícil, pero no estaban solos.

En el callejón, Kora Ren estaba destrozada. Ver a Vandal en los brazos de esa mujer, ver cómo esa "vagabunda" humillaba a sus Pilares de Élite y luego desaparecía con una fuerza sobrenatural... era demasiado. Su mente, ya frágil por la obsesión, se quebró.

"¡NOOOO!", el grito de Kora fue agudo, inhumano, resonando en el silencioso callejón. Se dejó caer de rodillas, sus manos arañando el sucio asfalto, luego golpeando el suelo una y otra vez. Su hermoso cabello oscuro se desprendió de su peinado perfecto, cayendo desordenado sobre su rostro mientras lágrimas de furia y humillación brotaban de sus ojos. "¡ÉL ES MÍO! ¡MI VANDAL! ¡NADIE SE LO LLEVA! ¡NADIE! ¡ESA PERRA! ¡ESA MALDITA ESCORIA!" Su voz se elevó en un chillido histérico. Se levantó tambaleante, tropezando con los cuerpos de Vider y Zairon, a quienes ignoró. Empezó a golpear las paredes del callejón, sus puños ensangrentándose, sus gritos ininteligibles.

Zack y Dax, que apenas comenzaban a recuperarse de sus propias heridas, la observaron con terror. Nunca habían visto a su prima, la fría y calculadora Kora, en un estado de locura tan absoluta. Temblaron, no por el dolor físico, sino por el miedo puro a la figura desquiciada que tenían delante.

De repente, Kora se detuvo. Su respiración era errática, pero sus ojos, aunque inyectados en sangre, recuperaron un brillo aterradoramente frío. La locura no la había consumido, la había transformado. Había canalizado su furia en una determinación más oscura y letal. Se volvió hacia Zack y Dax, su rostro manchado de lágrimas y sangre, una sonrisa lenta y perturbadora apareciendo en sus labios.

"Levántense, inútiles," siseó. "Ahora. Quiero a Vider y Zairon listos para moverse. Tenemos un informe que presentar. Al Presidente. Con cada detalle. Cada miserable, impensable, sobrenatural detalle." Su voz era un hilo, pero su intención, cortante como una cuchilla. "Voy a encontrarla. Voy a recuperarlo. Y voy a hacer que se arrepientan de haber nacido. Todos ellos."

Con una frialdad escalofriante, Kora ayudó a levantar a los gemelos inconscientes, arrastrándolos hacia la nave de asalto. Zack y Dax, temblorosos, la siguieron, sabiendo que el Umbral estaba a punto de desatar una furia sin precedentes, una furia nacida de la obsesión y el odio de Kora Ren. El juego de Vandal había terminado, y la guerra de Anya apenas había comenzado.