La noche era oscura y acalorada, como si la misma selva respirara con dificultad. Tras leer el mensaje de Marcus y Elena, me dirigí al chaman de inmediato. El anciano me miró fijamente con esos ojos nublados por la edad y el tiempo… como si ya supiera lo que iba a decirle.
—Esto no solo está ocurriendo aquí —le dije—. Hay otro lugar, en Escocia. Marcus encontró pruebas. Otro pueblo… otra infección.
El chaman asintió lentamente.
—Yo saber eso. Ya lo soñar. Criaturas indescriptibles. siempre moverse. Ellas viajar con el aire, con la bruma, con las raíces. Infectar tierra. Infectar hombre.y también.....infectar alma.
El guerrero que siempre acompañaba al chaman —el mismo que decapitó a Antok— apretó su lanza con fuerza.
—Entonces… ¿las gemas pueden ayudarnos allá también? —pregunté.
El chaman dudó. Se giró hacia una vieja vasija de barro sellada con cera negra. La abrió con cuidado y extrajo otra de esas gemas de reversión: negra, con vetas rojizas que parecían latir débilmente.
—Las gemas solo funcionar… si infección ser nueva. Tres días o menos. Después de eso… ya no hay regreso. Entonces ellos son parte de tierra maldita.
—¿Y cómo las consigues? —pregunté, aunque ya temía la respuesta.
El anciano me miró con una sombra de dolor en sus pupilas.
—Corazón de los infectados. Solo cuando ellos casi morir. Solo ahí. Pero debes tener cuidado… si sacar gema antes de tiempo… ella infectar a ti.
Sentí un escalofrío. Entonces me dijo:
—Yo confiar en ti. No en tus gobiernos. Si tú enviar esto, enviar con cuidado. Solo quien tener corazón limpio debe saber. Humanos… querer controlar lo que no entienden.
Le prometí que usaría la información con sabiduría, que Marcus y Elena no buscaban poder, sino entender. El chaman accedió a darme una pequeña caja tallada en madera con inscripciones antiguas. Dentro, la gema palpitaba con un ritmo que no era natural. Junto a ella, unos pergaminos con símbolos tribales y anotaciones en una mezcla de español antiguo y lengua indígena.
Esa noche no dormí. Preparé el paquete. Grabé un mensaje en video y lo envié a Marcus junto con todo el material digitalizado y escaneado. Al final del mensaje dije:
> “Si encuentran otro pueblo… busquen en los corazones de la criaturas infectadas. Pero solo si no hay otra opción. Estas gemas son un arma, pero también una condena. Cuiden sus días… y cuiden sus almas.”
Mientras la transmisión se cargaba, el cielo nocturno pareció respirar. Una brisa densa y cargada de olor floral que recorrió el campamento. El guerrero de la tribu, desde la colina, gritó algo en su lengua. Todos los indígenas se levantaron y corrieron a tomar sus armas y preparar defensas.
Del bosque… alguien —o algo— se acercaba
Que eras esas cosas?...