Luego de pensarlo lo miré fijamente y le dije:
—Disculpe, pero no pienso asistir solo. Hay dos personas que han estado involucradas desde el inicio de esta investigación. Sin ellos, no habría llegado hasta aquí.
El gobernador, con el ceño fruncido, me preguntó:
—¿De quién se trata?
—Dos amigos. Elena, una especialista en botánica… y Marcus, científico en análisis genético y microbiología.
Por un instante, pensé que se negaría, pero en lugar de eso avanzaba lentamente.
—Entonces llama. La reunión del Consejo empieza en doce horas… y mientras hablamos, más pueblos están cayendo.
Me entregó un teléfono satelital, una línea directa que, según dijo, no podía ser interceptada ni por gobiernos enemigos ni por entidades... "anómalas".
Llame. Marcus contestó primero.
—Jhon... ¿estás bien? ¿Dónde estás?
—Con el gobernador. Esto ha llegado a un nivel global, Marcus. Hay un consejo, una reunión. Me están dejando traerlos a ambos. ¿Puedes venir?
Un silencio tenso, y luego dijo salimos en 20 minuto:
2 horas despues recibí una llamada de marcus. Elena y yo ya estamos en el aeropuerto, por cierto ay algo más. Algo que no te dijimos.
Antes de que pudiera responder, Elena tomó la línea.
—Encontramos registros en los archivos del laboratorio... imágenes, informes... de otras personas infectadas. Gente de distintas partes del mundo. Pero aquí viene lo raro, Jhon: algunos datan de 1872. Y no… no estaban deteriorados. Seguían vivos, mantenidos en cámaras subterráneas, en animación suspendida. El patógeno mantiene sus cuerpos activos… y parece que ya lo han usado como arma en experimentos secretos.
Tuve que apoyarme en la pared.
—Entonces… ¿alguien ya lo sabía?
—Sí —dijo Marcus—. Y no solo lo sabían. Intentaron replicarlo
---
Doce horas después, estábamos en un helicóptero militar sobrevolando una zona completamente desértica, sin señal, sin carreteras, sin luz. Allí, bajo una montaña que parecía natural, se ocultaba la Base Cóndor, el enclave secreto del Consejo Silente.
El lugar no era lo que imaginábamos. No había banderas, ni desfiles. Solo pasillos grises, paredes de plomo y rostros cansados. Líderes de distintas naciones, científicos, antiguos agentes de campo… todos con la misma expresión: miedo disfrazado de racionalidad.
Nos reunimos en una sala circular sin ventanas. Cada asiento tenía el nombre de un país. Y, para mi sorpresa, también había un asiento con la inscripción:
“ROSARIO — Entidad C”.
Marcus lo leyó en voz baja.
—¿Entidad… C?
Antes de que pudiera preguntar, una voz grave surgió desde el centro de la sala, distorsionada por una máscara:
—Bienvenidos. El tiempo es escaso. Las anomalías de tipo C han avanzado. Honduras, Escocia, Dakota del Sur y Hamhŭng muestran actividad sincronizada. Los núcleos de infección han comenzado a comunicarse. No sabemos cómo, pero no es por medios físicos.
Un holograma mostró mapas. Las zonas marcadas en rojo se expandían lentamente, como raíces que se extendían bajo tierra.
Elena se acercó al estrado.
—Ustedes han tratado esto como un virus o una infección. Pero hay evidencia de algo más... algo inteligente. Algo que selecciona, se adapta y… espera.
Entonces Marcus colocó sobre la mesa central la semilla roja que extrajeron de él, contenida en una cápsula de cuarentena.
—Esto es lo que queda tras revertir a un infectado. Lo llamamos la semilla de rechazo. Pero en nuestras pruebas… cuando se acumulan muchas juntas, empiezan a vibrar. Como si intentaran despertar algo más grande.
Un silencio sepulcral llenó la sala. El aire se sentía más denso que el concreto.
— ¿Qué quieren de nosotros? —pregunté.
El hombre de la máscara respondió:
—Una decisión. Podemos mantener esto en secreto… o podemos iniciar la Operación Bóveda Verde. Pero si lo hacemos, se cerrarán pueblos enteros. Miles morirá. ¿Están dispuestos?
No respondí. Nadie lo hizo de inmediato.
Y en ese instante, en la esquina de la sala, una pantalla comenzó a parpadear sola. Un sonido agudo llenó el aire. Y luego… apareció una transmisión.
Era un video de Crail.
Alguien, con la cámara en la mano, corría por un bosque brumoso. Se escuchaban voces distorsionadas, como si las propias plantas susurraran entre ellas.
Y al fondo, la silueta de un pueblo… con el mismo campanario del Rosario.
Y una voz temblorosa, con acento escocés, dijo:
—Si alguien ve esto… que sepa que el pozo ha vuelto a abrirse. Y esa criatura con tentáculos se a llevado a los demás....