Luego de ver aquella escena asquerosa .
las luces de la sala del Consejo se atenuaron por un instante. En las pantallas que rodeaban la mesa circular comenzaron a parpadear puntos rojos. Uno, dos… luego decenas… cientos. Cada punto era un nuevo brote. Nuevos pueblos emergiendo donde antes no había nada. Desiertos, junglas, zonas rurales, incluso mares interiores. Era como si el mundo estuviera germinando una pesadilla.
Un silencio aplastante se apoderó de todos. Hasta que yo hablé.
—bueno muy buenas tarde el presidente de Honduras me trajo aqui y mia amigos, mi nombre es Jhon. Soy un amante de lo extraño y lo paranormal. Durante dos años e investigado el pueblo del Rosario, viví allí, recorrí sus colinas, me interné en sus bosques. Vi lo que no debía ver… pero también aprendí lo que nadie sabía.
Los presidentes y sus asesores fijaron la mirada en mí. Nadie hablaba.
—Mi amigo Marcus aqui presente, uno de los científicos más entregados que conocí, estuvo a punto de morir allí, infectado por ese horror… esa mezcla de raíz, flor y voluntad. Fue salvado por un chaman indígena. Un hombre que cargaba generaciones de conocimiento no registrado en ninguna universidad del mundo.
Me detuve un momento. Todos esperaban algo.
—Usó una gema. Una gema negra con vetas rojizas. El chaman la llamó: Gema de Reversión.
Rusia, China, Honduras, Escocia, Estados Unidos, Corea del Norte, y otros… alzaron la voz al mismo tiempo. Debido a que los infectados mostrados al inicio de la reunión para todos eran experimentos fallidos y que lo que Corea mostró solo eran por el objeto extraño que ellos extrajeron.
—¿Infección?
—¿Qué quieres decir con “infectado”?
—¡Nuestros registros no muestran signos de infección! ¡Solo proliferación vegetal!
Me limité a mirar la pantalla. Luego conecté mi tablet y mostré las fotos.
—Esto —dije, señalando una imagen de un perro con rostro humano y ramas saliendo de su espina dorsal—, fue tomada cerca del pozo de Rosario.
—Este —mostré otra, de un niño con raíces brotando de su boca—, murió dos días después de que lo vi caminar sin control alguno, como un zombi de la tierra.
La sala quedó en silencio sepulcral.
—Se infectan. Humanos, animales. La infección empieza leve: ojos llorosos, sensibilidad a la luz, llagas en la piel. Pero al tercer día… ya no son ellos. Son parte del jardín.
Fue entonces cuando el presidente de Honduras, más pálido que antes, susurró:
—¿Por qué… por qué entonces no hemos tenido brotes en nuestras ciudades? ¿Cómo es posible que esto no se haya propagado?
Levanté la cabeza, y dije:
—Porque los indígenas del Rosario lo han contenido durante generaciones.
—¿Cómo? —preguntó el presidente de Corea.
—Matando a sus propios seres queridos al primer signo de infección. Han hecho lo que nadie más haría. Se convirtieron en centinelas sin pedirlo. En guardianes de su pais y su mundo entero.
Marcus intervino, con voz grave:
—Y no solo eso. Se han dedicado a cazar animales infectados en los bosques, purificar el agua, realizar rituales de contención. Lo que para el mundo era un grupo de “salvajes”, en realidad es una muralla viviente contra el fin.
Elena mostró un mapa con trazos antiguos y dijo:
—Los indígenas tenían un patrón. Una línea. Una red de pueblos con pozos malditos. Cada uno contenía una semilla. Y si uno caía, el siguiente podía despertar.
—Y ahora —continué—, los satélites muestran que esa red se está activando.
—Como si algo… estuviera despertando por completo —dijo un ministro escocés, con la voz temblorosa.
El presidente chino se levantó.
—Proponemos una operación global de erradicación. Eliminación de todo pueblo infectado, personas o no, vegetación o no. Que no quede nada.
—¡Eso sería genocidio! —gritó Marcus.
Yo solo miré al suelo.
—No se trata de eliminar. Se trata de comprender antes de que sea demasiado tarde.
Entonces, sin aviso previo, una de las pantallas del Consejo se encendió sola.
Una transmisión no autorizada.
Una figura borrosa. Una voz inhumana, mezcla de eco y viento.
Solo dijo cuatro palabras.
> "Ya están jugando."
Y la transmisión se cortó.
Que rayos era esa cosa?....