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La transmisión de la figura inhumana aún rondaba nuestras mentes. “Ya están jugando” no era solo una amenaza: era un veredicto.
Dos días después, un grupo de exploradores de Mongolia, en colaboración con la ONU, encontró una caverna oculta en el desierto del Gobi, sellada con símbolos desconocidos. Dentro, enterrada entre raíces secas y musgo petrificado, hallaron una gema. Pero no era como las que conocíamos.
Era enorme.
Negra, sí… pero con un núcleo palpitante como si tuviese un corazón.
Tonos dorados giraban en su interior como una tormenta líquida.
Elena, al observarla a través del enlace satelital, lo dijo sin rodeos:
—No es una Gema de Reversión común… esto parece una “Gema Matriz”. Una que no invierte infecciones individuales, sino procesos enteros.
De inmediato se organizó una misión. Yo insistí en acompañarlos. Marcus, Elena, tres agentes del Consejo y un sacerdote católico especializado en exorcismos antiguos partimos hacia uno de los nuevos puntos rojos: el pueblo de Valle Blanco, en Guatemala.
Al llegar, el panorama era devastador. Árboles con rostros extraños, casas cubiertas de flores negras con pétalos carnosos, y un silencio absoluto, como si el pueblo respirara dormido.
Nos aproximamos con cuidado.
Fue entonces que sucedió.
La Gema Matriz empezó a flotar.
Sin que nadie la tocara, se alzó lentamente en el aire. Se posicionó justo sobre el pozo del centro del pueblo. Las flores comenzaron a marchitarse. Los árboles se agitaban como si estuvieras en medio de un uracan, La tierra tembló.
Y entonces…
Una explosión de luz.
Pero no fue fuego ni onda expansiva. Fue como si el mundo se invirtiera por un segundo. Como si cada hoja, cada criatura, cada molécula de corrupción retrocediera.
Todo se apagó.
Despertamos minutos después.
El pueblo estaba… normal.
Limpio. Sin rastro de mutaciones, ni esporas, ni cuerpos vegetales. Los árboles eran verdes, las casas intactas. Las personas comenzaron a salir de sus hogares.
Ni uno solo parecía infectado.
Una anciana se me acercó. Tenía lágrimas en los ojos.
—¿Dónde… dónde estoy?
—¿Recuerda su nombre? —le preguntó Marcus.
—Yo… no. ¿Quién soy? ¿Por qué están estoy llorando?.
Así estaban todos.
Cuerpos sanos. Almas vacías.
Elena bajó la mirada.
—La Gema Matriz… funcionó. Pero limpió todo. La infección… y sus memorias.
El sacerdote murmuró un rezo. El pozo estaba seco ahora. Como si nunca hubiese existido nada allí.
Marcus recogió la gema, ahora grisácea. Sin luz. Sin poder.
—Solo tenía un uso. Y lo gastamos.
Informamos al Consejo.
Los presidentes de Honduras, Escocia, Corea del Norte, China y Rusia estuvieron de acuerdo: esto lo cambia todo. No solo se puede detener la expansión. Se puede revertir por completo.
Pero el precio… es el olvido.
Esa noche, mientras dormíamos en tiendas alrededor del pueblo recuperado, escuché algo. En mis sueños.
Una voz suave… desde un pozo seco.
> “Cada sanación es una semilla de deuda.
Y todo jardín vuelve a crecer.”
Me desperté empapado en sudor. Afuera, los pájaros cantaban como si fuera su primera vez que lo hacían, que demonios pasó aquí?