Capitulo: respeto, al emisario de la muerte

Quizás... quizás haya llegado el momento de marcharme de aquí. Todos mis amigos se fueron a visitar a sus familias, y por primera vez en muchos años, me sentí verdaderamente solo. La habitación parecía oprimirme, y las sombras en las paredes se asemejaban a figuras extrañas. Abrí la puerta del auto, el crujir del metal viejo me devolvió un poco a la realidad. Iba a tomarme un café, necesitaba algo que me recordara que aún estaba en el mundo de los vivos.

Conduje por la avenida mientras el viento parecía arremolinar pensamientos oscuros en mi mente. Al acercarme a un cruce, el semáforo se puso en rojo. Suspirar. Por qué ahora, justo cuando todo lo que quiero es avanzar. Entonces… lo escuché:

—¡Tak-tak! ¡Tak-tak!—

Era un sonido tenue, pero metálico. Al girar la mirada, lo vi. Una figura espectral montada sobre un caballo esquelético se abría paso entre la niebla matutina. Su cuerpo emanaba un humo fantasmal, como si el mismo velo entre los mundos lo envolviera. Parecía un anciano de unos cincuenta años, y en su espalda descansaba una hoz. Me miro como si me pidiera el paso. Yo asentí, con un leve gesto de cabeza, sin comprender del todo por qué lo hacía… tal vez era instinto. Tal vez era miedo.

La figura se desvaneció justo cuando el semáforo cambió a verde. Aceleré. No pasaron ni treinta segundos cuando, al cruzar la siguiente intersección, presencié el horror: un tren había colisionado brutalmente con un autobús. El sonido del impacto aún resonaba en mi mente. Vi cuerpos. Hombres, mujeres, niños... algunos sin vida, otros apenas conscientes. No pude soportarlo. Detuve el coche unos metros más adelante y vomité bajo un arbol de mangos. El aire sabía a hierro y desesperación.

Regresé a casa sin decir palabra. Cerré la puerta tras de mí y me dejó caer en el sofá. El silencio era pesado, casi vivo. Entonces sonó el teléfono.

—Ring, ring…—

Respondí con voz apagada.

—¿Buenos días?—

—John, soy Frédéric. Debes venir. Ha aparecido alguien… un vidente. Dice que tiene algo importante que decirte. Algo que no puede esperar.—

—Entendido —respondí con el corazón latiendo acelerado—. Tomaré el vuelo esta misma tarde.

Me levanté y subí las escaleras hacia mi habitación. Quería borrar la imagen del accidente, al menos por unas horas. Pero justo al subir el último escalón, algo imposible sucedió. Una criatura... una aberración de ojos que flotaban en un líquido denso, con tentáculos delgados como cuerdas y piel que se retorcía sobre sí misma apareció frente a mí. Parpadeé. Se desvaneció.

Me llevé la mano a la cabeza. ¿Fue real? ¿Una alucinación? ¿O acaso los sueños se estaban filtrando en la vigilia? Me tumbé en la cama. No sabía qué era peor, dormir o permanecer despierto.

Cerré los ojos.

(Sueños)

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando abrí los ojos me encontré en un lugar que no era mi habitación. El aire era más denso, como si estuviera en una dimensión suspendida. Una figura familiar apareció frente a mí.

—Bienvenido, John. Mucho tiempo sin verte… desde que te hablé del Rosario. Desde que te fuiste, no te he vuelto a ver.

—Tú…eres…¡eres Cris! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te veo tan real si esto es un sueño, verdad?

El hombre irritante sonreía. Pero no era una sonrisa cálida. Era la mueca de un titiritero que finalmente revela su obra.

—Así es, Juan. Esto es un sueño. Pero yo no soy Cris. Solo yo pasé por él aquella vez. El verdadero Cris… dormía tranquilamente en su casa. Tú le creíste. A pesar de saber que tu verdadero amigo siempre odia lo oculto. ¿Por qué creíste que él te hablaría sobre un pueblo maldito, sobre almas atrapadas? Nunca pensaste en eso, ¿cierto?—

Su voz se volvió más profunda, más retorcida.

—Realmente pensé que no harías caso, pero fuiste. Intentaste salvar a esas pobres almas indígenas. Ciclo tras ciclo… sufriendo. Viviendo sabiendo que todo se repetirá. Pobre John… tú caíste en el juego. En mi juego… ¡John…! Caiste de nuevo en este ciclo también ¡Johhhhnnnn!—

—¡AAAH!— Me desperté bañado en sudor. El corazón me martillaba en el pecho. El reloj marcaba las 3:14 a.m.

Sin pensar, tomé el teléfono. Marqué el número de Cris con manos temblorosas.

—Hola?— respondió su voz, con un dejo de sorpresa y molestia.

—¡jhon! ¿Dónde está el estado? Hace seis años que no sé de ti,. ¡¡Solo contéstame esto… el 11 de diciembre del 2014… ¿salimos ese día al parque? ¿Recuerdas?

—¿De qué estás hablando, John? Ese día estaba en casa con mi esposa. Era el cumpleaños de mi hija, Emily. Te llamé en la tarde, pero me respondió un hombre dijo que era tu padre también dijo que te habías ido a México.—

—¿Qué? ¿Desde cuándo tengo padre, Cris? Mi padre murió hace 14 años…—

Hubo un silencio al otro lado de la línea.

—Es verdad… ahora lo recuerdo. ¿Cómo pude olvidar eso? Era imposible… entonces… ¿quién fue ese hombre que me respondió? ¿Quién era ese extraño?—

Mi respiración se volvió errática.

—Jhon … algo más. Marcus y Elena han desaparecido desde que tu desapareciste ellos también como a los 5 días...

 Pero te diré algo más, John. Desde hace años, los militares han puesto muros cerca de todas las costas. No permiten que nadie se acerque a las playas. Y han pasado ya cinco años…—

Donde an estado jhon y de hablas cuando me preguntas de esa vez en el parque qui nisiquiera fui... gracias cris gracias por preocuparte por mi, corté aquella llamada y salí para tomar el vuelo a Inglaterra...