Sirenas de ambulancias sonando con fuerza.
—¡Cuidado! ¡Apártense! ¡Déjenla pasar! ¡Está débil!
Luces rojas. Gritos.
El chirrido de las ruedas de la camilla rompe el aire como una cuchilla, desgarrando lentamente las esperanzas de vida y felicidad al entrar en urgencias.
La mujer apenas respira. Hiperventila, su rostro bañado en sudor.
Una mano le acaricia la frente con desesperación.
Su esposo está demasiado preocupado como para pensar en otra cosa. También suda, su rostro rojo por la tensión. Sus labios tiemblan. Sus ojos ruegan al personal médico sin necesidad de palabras.
¿Unos minutos...? ¿Unas horas...?
¿Una eternidad?
Un llanto rompe el silencio.
Una enfermera sonríe.
—Es una niña.
La mujer también sonríe. Sus ojos se cierran por última vez.
Siente que se desvanece, pero pudo cumplir su misión: traer a su hija.
Finalmente puede descansar.
Piiiiiiiiii.
Suena un grito desgarrador de su esposo:
—¡AHHHHHHH!
No puede creer que ha perdido a su esposa.
No sabe qué hará con su vida.
Ni con sus dos hijos.
Sigue rojo, desesperado... mientras la locura lo comienza a consumir.
---(Nota rápida: uso tres guiones --- para marcar un cambio de escena o lugar. Solo aviso esta vez, ya después será normal verlos.)
Silencio.
La siguiente imagen es fría.
Muda.
Una figura en el suelo de una habitación oscura.
Un adulto. Inmóvil.
Objetos punzocortantes en su abdomen.
El rostro no se ve. Solo el cuerpo tendido boca abajo, con el cabello desordenado, desgastado.
Una mancha oscura se extiende lentamente por el suelo.
Y entonces…
---
PI-PI-PI-PI.
El sonido del despertador lo corta todo.
Reiji abrió los ojos lentamente, aún envuelto en la pesadez de un sueño repetitivo que lo atormenta
El reflejo tenue del amanecer se colaba por la ventana y rozaba su rostro pálido. Su cabello, largo y desordenado, caía sin esfuerzo sobre su frente; era de un azul tan oscuro que solo a contraluz podía notarse su verdadero color.
Se incorporó sin apuro, como si el día no fuera más que una repetición silenciosa. Su expresión, apagada y seria, llevaba el cansancio de alguien que había aprendido a vivir sin esperar nada a cambio.
Apaga la alarma.
Se sienta en la cama, frotándose la cabeza.
Está confuso por su sueño, tan repetitivo.
Susurra para sí mismo:
—Otra vez ese sueño... A este paso me volveré loco...
Pasan unos segundos.
Luego escucha una voz suave y chillona, arrastrada por el sueño:
—Onii... osito...
Reiji reacciona y se seca el sudor.
Solo piensa:
—Ahí está Naru... la única razón por la que vivo. La única familia que me queda.
Reiji sonríe, apenas.
—Ya voy, Naru.
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En la cocina, Reiji ya lleva el delantal puesto.
Sobre la mesa, una torre de panqueques. Uno tiene forma de osito.
—No se puede ser más predecible... —murmura, en voz baja, pero con cierto cariño.
Naru, de cinco años, aún en pijama, se frota los ojos mientras se sienta en su silla alta.
Tiene el cabello castaño claro, algo despeinado, y abraza un peluche mientras bosteza.
Reiji le sirve el desayuno y se sienta a su lado para acomodarle el cabello.
Ella lo mira y pone cara seria:
—¿Hoy... me llevas tú?
—Claro que sí, Naru. Siempre lo hago. Y sabes que lo seguiré haciendo.
—¡Yay!
Y se ríe con la boca llena de panqueque.
Reiji solo la observa. Se le hace tierna, aunque no lo demuestra.
Solo suelta una leve sonrisa.
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—Naru, no corras.
—¡Pero quiero llegar rápido!
—Te vas a caer otra vez...
Ambos caminan juntos por una calle tranquila.
Reiji va al jardín de infancia a dejar a su hermana.
Naru toma su mano con fuerza.
Su mochila es del doble de su tamaño.
Al llegar, una profesora ya los espera.
—Buenos días, Reiji-kun. Buenos días, Naru-chan.
—Buenos días —responde Reiji, con una leve inclinación.
—¡Chaooo, Onii!
Naru corre con pasos torpes.
Antes de entrar, se voltea, agita su brazo:
—¡Haz osito para cenar también!
Reiji suspira.
—Sí, sí...
Se da media vuelta y comienza a caminar solo, mochila al hombro, con una expresión neutra.
El viento mueve levemente su corbata del uniforme.
Se detiene un momento.
Mira hacia el cielo nublado.
Y sin que nadie lo escuche, dice:
—No es tan fácil... ¿verdad, madre?
Puedes estar tranquila. Yo cuidaré de Naru por ti.
En ese momento, se le escapa una sola lágrima
Que nadie ve.
Y sigue su camino.
Así empieza otro día.
---- (los 4 guiones marcan el final del capítulo)