El sol apenas se asomaba entre los techos de la ciudad, tiñendo las calles de un naranja suave que prometía un nuevo comienzo. Entre las sombras alargadas, una figura solitaria caminaba con paso tranquilo: Reiji. Mochila al hombro, uniforme bien planchado e impecable, mirada perdida en un punto que tal vez ni él sabía definir. Siempre salía temprano. No porque quisiera llegar pronto, sino porque prefería evitar el bullicio de los pasillos llenos.
Sin embargo, ese día… cometió un error.
—¡¡¡REEEEIIII!!! —una voz desgarró la paz matutina como una alarma de incendio.
Reiji ni siquiera giró. Sabía perfectamente de quién era esa voz.
—¿¡Cómo te vas a ir sin mí, maldito antisocial?!
Desde la otra cuadra apareció Haruki, trotando con el uniforme arrugado como si se lo hubiera puesto mientras huía de un incendio, la mochila colgando de su mano y el cabello revuelto en todas direcciones.
—No somos vecinos —dijo Reiji, sin alterar el ritmo de su paso.
—¡Sí somos vecinos emocionales! ¡Yo soy tu conexión con la humanidad! ¡Tu dosis diaria de serotonina! ¡Vuelve acá!
—¿Por qué gritas?
—¡Porque es el único idioma que entiendes, idiota!
Una sonrisa leve —casi imperceptible— asomó en el rostro de Reiji. Tan sutil que nadie más podría haberla notado… excepto Haruki.
—Sabía que te gustaba tenerme cerca —dijo este último, orgulloso.
—Me gusta cuando estás lejos.
—¡Mentiroso! Hoy nos sentamos juntos. No me dejes solo como en primaria.
Reiji no respondió, pero su silencio no fue una negativa. Haruki lo sabía.
Y así, en medio del caos matutino, comenzó su primer día de clases.
Reiji jamás lo admitiría… pero con Haruki cerca, todo se sentía menos gris.
---
La mañana avanzó sin sobresaltos en la Academia Hoshinoka.
Reiji se sentaba en la última fila, cerca de la ventana, con la mirada perdida en el cielo. Afuera, las nubes pasaban como barcos lentos, y dentro del aula, el murmullo de los estudiantes se mezclaba con el bostezo del profesor de matemáticas.
Haruki, a su lado, dibujaba caritas en su cuaderno mientras disimulaba los ronquidos con risitas bajas.
—Oye, Reiji… ¿Cómo puede alguien dormirse con los ojos abiertos?
—Estoy despierto.
—Está más despierto alguien en estado vegetal —murmuró Haruki, y volvió a sus garabatos.
En las filas de adelante, Rin tomaba apuntes con una caligrafía elegante. No parecía prestar atención a lo que pasaba atrás, aunque, en algún momento, giró un poco la cabeza. Solo un instante.
Lo suficiente para notar que el chico nuevo sí había entrado a clase.
Mikari, en cambio, sí lo observó con descaro. Se inclinó hacia Rin, murmurando sin disimular:
—¿Ese chico del fondo? ¿Es nuevo, no?
—Mmm. Creo que se sentó ahí desde primer grado —respondió Rin, sin levantar mucho la vista.
—¿Y no lo habías visto?
—No me fijé —respondió Rin, un poco más rápido de lo necesario.
Mikari sonrió. Rin siguió escribiendo.
---
El recreo se desplegó como una explosión de energía.
El sol brillaba con fuerza sobre el patio central, donde algunos niños jugaban a la pelota y otros corrían sin rumbo, como si tuvieran motores secretos instalados en los pies.
Rin caminaba entre ellos con una bebida de uva en las manos, el cabello largo agitándose levemente con la brisa. A su lado, Mikari avanzaba medio bailando al ritmo de su propia risa.
—¿Y viste al nuevo de nuestra clase? —preguntó Mikari, con una sonrisita traviesa—. Ese que se sentó atrás de todo. Medio serio, ¿no? Aunque se ve interesante...
—No me fijé y creo que está ahí desde el primer año —respondió Rin, girando la cabeza hacia otro lado con una expresión que intentaba ser indiferente.
—¿Seguro? Porque estabas calladita cuando entró. Te noté medio… ¿cómo decirlo? Defensiva. Parecía que estabas amenazada.
—¡Cállate, tonta! —bufó Rin, inflando las mejillas y girando hacia el frente. Un leve sonrojo le coloreaba las orejas.
Pero justo cuando estaban por llegar a una banca cercana, una pelota salió disparada entre los grupos de niños, chocando contra varios de ellos que se empujaban jugando.
El viento que levantaron al correr agitó la botella que Rin sostenía. Por reflejo, ella apretó más fuerte…
¡Splash!
El jugo de uva salió disparado en un arco perfecto…
…y fue a caer, con precisión casi divina, sobre la camisa blanca de Reiji, que justo pasaba por ahí solo, con sus auriculares.
Silencio.
Reiji bajó la mirada con calma. Observó la mancha púrpura que se expandía sobre su pecho como una flor trágica.
Rin quedó congelada, la botella aún en alto, los ojos tan abiertos que parecía que podía ver el futuro.
Y en ese futuro, estaba cavando su propia tumba.
—Y-yo… lo siento… ¡No fue mi intención! ¡De verdad!
Reiji parpadeó un par de veces. Luego se quitó los auriculares con una lentitud casi artística.
La miró sin cambiar de expresión.
—Tranquila. Solo fue jugo —dijo, y giró para marcharse.
—¡P-pero! ¡Tu uniforme…!
—Ya estaba manchado por dentro —murmuró él, apenas moviendo los labios.
Rin no entendió del todo esas palabras… pero por alguna razón la dejaron pensando.
Mikari, por su parte, se cubría la boca para no estallar en carcajadas.
—Rin… ¿ese no era el chico del que no te habías fijado?
—¡CALLATE, MIKARI!
---
El tercer día de clases avanzaba con calma… al menos en comparación con los primeros dos.
La última clase del día acababa de terminar, y mientras los alumnos comenzaban a guardar sus cosas, Haruki soltó un largo bostezo y se estiró como si acabara de despertar de una siesta de diez años.
—Amigo, hoy fue un día gloriosamente aburrido. ¿Quieres que armemos una catapulta?
—No —dijo Reiji, sin alzar la vista.
—¿Y si la armamos pero la usamos en mi casa?
—Tampoco.
—Qué malo —dijo Haruki, haciendo voz de regañado.
Mikari, mientras tanto, estaba parada junto al pupitre de Rin. Giró sutilmente la cabeza hacia atrás, observando a Reiji, que acomodaba sus cosas con su típica expresión de "estoy aquí porque me obligan".
—Oye, Rin... ese chico de atrás tiene pinta de los que se hacen los misteriosos. ¿No crees?
Rin la ignoró, pero bajó un poco la mirada y se tocó el fleco, como si lo hiciera para ocultar el rubor sutil en sus mejillas.
—No es para tanto... —murmuró.
Mikari sonrió como quien acaba de ganar una apuesta silenciosa.
De pronto, el timbre marcó el final de la jornada.
—¡Por fin! —gritó Haruki—. Vamos, Reiji, salgamos antes de que alguien nos pida limpiar el salón.
Reiji se puso de pie sin decir palabra. Rin también comenzó a guardar sus cosas, aunque con movimientos algo más torpes de lo normal.
---
Pasillo – Área de preescolar
Mientras tanto, en el otro extremo del edificio, una pequeña criatura con una mochilita de osito corría a toda velocidad.
—¡ONII-CHAAAN! —gritó Naru con alegría, doblando una esquina con la energía de un meteorito.
Reiji venía en dirección contraria, caminando tranquilo hacia el área de preescolar para buscarla.
Pero justo en la intersección… otra figura venía también corriendo. Rin.
—¡Tengo que ir al baño antes que Mikari me haga esperar mil años! —murmuraba, acelerando el paso por el pasillo.
Y entonces…
¡PUM!
Colisión frontal.
Reiji y Rin cayeron al suelo. Rin quedó encima de él, con expresión de puro horror y sorpresa.
—¡¿Tú otra vez?! —exclamó, sin saber si quería llorar o golpearlo.
—¿Qué hacés corriendo así? —respondió Reiji, con calma, mirando hacia el techo sin moverse.
—¡Alguien me empujó! ¡Tenía urgencia!
—Yo venía a buscar a mi hermana…
—¡Entonces haz ruido cuando caminas, que no te noto!
—Deberías caminar en lugar de correr.
—¡ONII~! —interrumpió Naru, que ya había llegado, observando a los dos desde arriba.
Su mirada infantil recorrió la escena, y con una expresión absolutamente seria, soltó:
—¿Chica tuya?
Silencio. Absoluto.
Rin se puso tan roja que parecía a punto de evaporarse. Reiji torció los ojos, indiferente por el comentario.
—No digas cosas raras, Naru...
—Hmm… se ve gruñona —murmuró ella, cruzándose de brazos.
—¿¡GRUÑONA?! ¿¡YO?! —interrumpió Rin.
—Onii… ¿puedo elegir otra?
—¿¡QUÉEEEEÉ!?
—Ya basta, Naru —interrumpió Reiji.
Los pocos estudiantes que pasaban por ahí se detuvieron a mirar, algunos riéndose por lo bajo.
Mikari, que venía justo llegando, soltó un gritito de emoción.
—Rin, esto parece una novela. ¿Dónde firmo para ver el episodio siguiente?
----