La misma noche, despejada e iluminada por cientos de estrellas y una gran luna, Rin yace en su cama, iluminada suavemente por la luz de una lamparita de escritorio con forma de gato dormido. Viste una pijama de tela suave color rosa pastel, y su cabello suelto cae sobre los hombros. Sentada con las piernas cruzadas, sostiene una libreta entre las manos.
Rin (pensando, mientras escribe):
"Hoy fue un día normal... bueno, no tanto. Hay un chico nuevo en la escuela. Se llama Reiji. Es... curioso. No habla mucho, pero hay algo en él que me deja pensando. Chocamos un día… literal. Fue algo torpe pero… no sé. Me gustaría saber más de él."
Hace un pequeño puchero, apoya el lápiz en su mejilla y deja escapar un suspiro.
Rin:
—Tsk... ¿Por qué estoy escribiendo esto?, es una tontería.
Lo borra un poco apresurada, pero termina dejándolo con varios tachones. Cierra su libreta, la guarda debajo de la almohada y se mete bajo las sábanas, con una última mirada a la luna por la ventana.
Rin (pensando):
—"Soy una tonta… ¿Por qué no dejo de pensar en él? Solo choqué con él."
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El sonido del viento sopla suavemente entre las ramas de los arboles de sakura. Pétalos flotan y caen lentamente sobre un lago sereno. El cielo está claro y estrellado, con la luna brillante reflejada en el agua como un espejo. Sentado sobre el pasto, con los brazos apoyados en sus rodillas, está Reiji.
Mira el lago en silencio, el reflejo de la luna y las flores de sakura cayendo a su alrededor, como si el tiempo se hubiera detenido.
Reiji (pensando):
"A veces me pregunto si este lugar me hace sentir mejor… o si solo me recuerda lo que ya no tengo."
Se recuesta lentamente hacia atrás, con las manos detrás de la cabeza, observando el cielo. El sonido del agua y el canto lejano de los grillos lo envuelven.
Reiji (pensando):
"Pero al menos aquí no necesito fingir. Puedo ser solo yo… aunque no sepa bien quién es ese ‘yo’ últimamente."
Una flor cae justo sobre su pecho. Reiji no la aparta. Solo cierra los ojos.
La noche seguía en silencio. Las flores de sakura se mecían apenas con el viento, y el lago reflejaba la luna como un espejo melancólico. Reiji seguía ahí, con los ojos perdidos en el agua.
Reiji se susurraba a si mismo:
—Yo… no tengo idea de qué estoy haciendo aquí.
Pero por alguna razón… este lugar me da paz.
Deja caer la cabeza contra el suelo y mira la luna.
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La habitación de Haruki estaba en penumbra, iluminada solo por la luz de la pantalla de su celular. Acostado boca arriba, con el cabello despeinado como siempre, miró el techo unos segundos… y luego escribió algo en el chat que tenía con Reiji.
Haruki:
“Oye, antisocial. Mañana me esperas. No me importa si estás en coma. Si no apareces, me llevo a tu hermana a la escuela.”
Reiji no contestó. Solo vio el mensaje.
Haruki (otro mensaje):
“…es broma. Pero en serio, no me dejes plantado otra vez.”
Reiji dejó el celular sobre su pecho y soltó un largo suspiro antes de levantarse.
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Mientras caminaba en dirección a su casa, un recuerdo cruzó por su mente.
Era el mismo lago donde estaba antes. Un día soleado, despejado. Una familia disfrutaba el día: un niño pequeño corría por las orillas mientras su padre lo seguía con una sonrisa preocupada mientras su madre reía.
Reiji volvió a la realidad y suspiró, hablando en voz baja:
Reiji:
—Fueron buenos momentos… ¿No lo creen, padre, madre?
Levantó la mirada hacia el cielo.
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Reiji llegó a casa, abrió la puerta con cuidado y fue a ver si Naru dormía.
La pequeña descansaba profundamente, envuelta en sus cobijas y abrazando con fuerza su peluche de conejo. Una luz tenue entraba por la ventana, iluminando su expresión tranquila.
Entre sueños, murmuró con una voz apenas audible:
—Onii… no estés triste...
Reiji, algo sorprendido, sonrió. Se asomó por la ventana, contempló el cielo estrellado y dijo:
—Yo la cuidaré, mamá.
Y bajo la luna...
el viento soplaba entre las ramas del cerezo.
Las hojas seguían cayendo, como si el pasado nunca se hubiera ido.
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