"""
Gideon Blackwood me miró fijamente, su rostro congelado en shock mientras me inclinaba hacia su lujoso coche ahora sin puerta.
—Escucha con atención —dije, con voz engañosamente tranquila—. No tengo tiempo para tus juegos infantiles. Mueve tu coche ahora, o lo moveré por ti.
Cuando no respondió, todavía boquiabierto ante su puerta arruinada tirada en el pavimento, suspiré y me acerqué. La bofetada que le di fue precisa—lo suficientemente fuerte para dejar marca sin causar lesiones graves.
La mano de Gideon voló hacia su mejilla enrojecida. —Tú... tú... —balbuceó.
—Esa es tu única advertencia —dije—. La próxima vez, no seré tan gentil.
Finalmente recuperando el sentido, Gideon forcejeó con la palanca de cambios y aceleró bruscamente, con los neumáticos chirriando mientras se alejaba a toda velocidad. Me giré para ver a Damian mirándome fijamente a través del parabrisas, con la boca abierta.