1era ETAPA DE REFINAMIENTO CORPORAL

El tiempo pasó con tranquilidad.

Tres días se deslizaron como la brisa de primavera. La rutina entre los tres niños ya no era algo nuevo ni forzado: jugaban juntos, entrenaban con las espadas de madera, comían fruta en el jardín, y al final de la tarde, se sentaban a meditar bajo la guía de Li Li.

Desde hacía dos días, Ling Tian ya no los invitaba a entrar. No porque no los quisiera allí, sino porque ya no lo veía como una visita. Para él, Li Tian y Li Hong no eran extraños, ni siquiera simples amigos.

Eran familia.

Ese día, después de una corta práctica con las espadas, Li Tian se sentó en una zona tranquila del jardín, bajo un árbol cuyas hojas caían lentamente con el viento. Cerró los ojos, calmó su respiración y se concentró en sentir el qi a su alrededor.

No sabía si pasaron minutos o una hora, pero de pronto, algo cambió.

Una explosión sutil pero profunda ocurrió dentro de su cuerpo. No fue violenta, pero sí poderosa, como si una puerta invisible se hubiese abierto desde el fondo de su dantian. Una corriente de energía cálida recorrió sus canales, y por primera vez, lo sintió con total claridad.

Era el qi.

Abrió los ojos, con el corazón acelerado. Se quedó sentado, aún procesando lo que había pasado, hasta que una idea clara se impuso sobre las demás:

Había entrado al camino del cultivo.

Se levantó y fue en busca de Li Li, que estaba acomodando unas plantas en un rincón del patio. Al notarlo, ella levantó la vista, como si ya supiera lo que venía.

—Tía Li Li —dijo Li Tian—, creo que... algo pasó mientras meditaba.

Ella lo observó con atención por unos segundos. Luego sonrió con dulzura y asintió.

—Felicitaciones, pequeño Tian. Has alcanzado la primera etapa del refinamiento corporal. Has entrado al camino del cultivo.

Li Tian abrió un poco más los ojos, aún sorprendido. Aunque sabía que ese momento llegaría, vivirlo era algo completamente distinto. No era como en las novelas: no había luz brillante, ni truenos, ni fuegos artificiales. Pero sí se sentía… real. Poderoso. Trascendental.

Li Hong y Ling Tian, que estaban cerca escuchando la conversación, se acercaron de inmediato.

—¿Ya eres un cultivador? —preguntó Li Hong, con los ojos muy abiertos.

—¿Cómo se siente? —añadió Ling Tian, con una mezcla de admiración y asombro.

Li Tian los miró a ambos. No sentía orgullo exagerado, ni ganas de presumir. Solo una calma interior difícil de explicar.

—Es como... si algo dentro de mí se hubiera despertado.

—¡Eso suena increíble! —exclamó Li Hong.

—Muéstranos lo que puedes hacer —dijo Ling Tian con curiosidad.

Li Tian levantó las manos, las observó, luego apretó los puños. Su fuerza había mejorado ligeramente, y podía sentir una energía leve fluyendo por sus músculos. Era como tener el cuerpo envuelto en un calor constante, estabilizador.

Tomó una espada de madera y la levantó. Su movimiento fue más preciso, más firme.

—Esto, por ahora —dijo con una sonrisa tranquila—. Apenas es el primer paso.

Ling Tian y Li Hong lo miraban como si lo vieran por primera vez. No había celos en sus rostros, al menos no aún. Solo admiración y una chispa de deseo.

—Mañana seré yo —dijo Li Hong, alzando el puño con determinación.

Ling Tian no dijo nada, pero su mirada se endureció. Aún no había sentido el qi. Aún no había dado ese primer paso. Pero no se rendiría. No podía.

Li Li, desde la distancia, observaba todo con una mirada sabia y serena. Sabía que estos momentos, tan simples en apariencia, eran los que marcaban los caminos futuros. El niño que había cruzado el umbral ese día, lo había hecho en silencio, sin testigos gloriosos, pero con un destino que resonaría más allá de esta época.

Y así, el primer verdadero cultivador del trío dio su primer paso hacia el cultivo.