LI DUAN

Al amanecer, Li Tian despertó con la misma energía que había sentido la noche anterior. No dijo nada sobre lo que había pasado con Li Yue, pero en su mente aún resonaban esas palabras frías: “Es cosa de adultos.”

Se levantó, se aseó rápidamente, y salió de su habitación. Li Yue lo esperaba sentada en el patio interior de la casa, ya vestida con túnicas de cultivo blancas. Sus ojos, al verlo llegar tan temprano, se suavizaron.

—¿Estás listo? —preguntó.

—Sí, madre.

Sin decir más, ella se sentó en posición de loto y le indicó que hiciera lo mismo frente a ella. Así, empezó la guía de su madre en el arte de la meditación y el cultivo.

A diferencia de Li Li, que hablaba con calma y sencillez, Li Yue era meticulosa, detallada, pero exigente. Le hablaba del flujo del qi, de los puntos de entrada, de los meridianos visibles e invisibles, de la importancia de mantener el corazón sereno.

Pasaron toda la mañana en eso. Y cerca del mediodía, cuando los rayos del sol caían sobre el tejado de piedra, Li Yue se quedó en silencio por un momento. Luego, de forma inesperada, le habló.

—¿Te gustaría saber sobre tu padre?

Li Tian parpadeó. Esa pregunta lo tomó por sorpresa.

—Claro —respondió, sentándose con más atención.

Li Yue respiró hondo.

—Tu padre se llamaba Li Duan. No era un genio, ni un gran cultivador. Su talento era... promedio. Pero tenía algo que pocas personas poseen: una energía imparable y una alegría contagiosa. Siempre veía lo bueno de las cosas. Siempre encontraba una razón para sonreír.

Li Tian escuchaba en silencio. Era la primera vez que escuchaba ese nombre.

—Me enamoré de él por eso. Mientras todos buscaban poder o estatus, él buscaba tiempo para reír, para cazar, para vivir. Nos comprometimos, y con el tiempo... nos casamos.

Hizo una pausa.

—No fue fácil. Nadie del clan aprobaba nuestro matrimonio. Pero no nos importó. Tuvimos años felices.

—¿Y qué le pasó? —preguntó Li Tian, más interesado de lo que esperaba.

—Salió a cazar como solía hacerlo. Solo. Era su forma de meditar, de desconectarse. Pero en una de esas salidas, se topó con un grupo de cultivadores que estaban siendo perseguidos por bestias espirituales. Sin pensarlo, los ayudó. Mató a los monstruos y salvó sus vidas.

Li Yue bajó la mirada, su voz ahora más suave.

—Lo que no sabía… es que eran cultivadores demoníacos. Y antes de que pudiera reaccionar… lo asesinaron. A traición.

El silencio se hizo pesado.

Li Tian se quedó inmóvil, procesando las palabras.

Eso no estaba en la novela. Nunca se mencionaba al padre de “Li Tian” en la historia original. Era como si no hubiera existido.

Y sin embargo, su historia era tan poderosa… que pensó en incluirla en su propia versión de la novela algún día. Como un acto de justicia. Como una memoria que no debía olvidarse.

—Era una buena persona, ¿verdad? —preguntó en voz baja.

—Lo mejor que conocí —respondió Li Yue.

La conversación terminó ahí. La tarde cayó tranquila, y la casa volvió a la calma habitual.

Al llegar la noche, Li Tian se acostó como siempre. Pero esta vez no podía dormir. Su mente estaba demasiado despierta, demasiado llena de pensamientos.

Su padre.Los demoníacos.La historia no contada.

Y entonces, cuando el reloj espiritual de la sala marcó medianoche, se levantó en silencio, se puso la túnica más ligera que tenía y abrió la puerta trasera con cuidado.

El aire era frío, pero no incómodo.

Salió a escondidas de la casa.

No por rebeldía.No por capricho.

Sino porque el mundo comenzaba a parecer más grande que el que había leído en la novela. Y ahora quería descubrirlo con sus propios ojos.