Li Yue miraba el rostro dormido de su hijo como si lo viera por última vez.
La luz tenue del farol espiritual temblaba en el rincón del cuarto, como si el aire contuviera un secreto. Todo estaba en silencio, menos su respiración. Rítmica. Controlada. Como si con cada inhalación intentara mantener sellada una tormenta.
Li Tian dormía.Ajeno.Inocente.O eso aparentaba.
Li Yue no había pegado los ojos en toda la noche. No por el cultivo, sino por algo que pesaba más que el qi: la duda.
“Hay algo oscuro dentro de él,” pensaba.
No era una idea nueva. La había sentido desde hacía tiempo. Desde que lo vio observándola en silencio, evaluando. Desde que notó que su mirada no era la de un niño.Y ahora, esa capa negra.
Esa maldita capa.
Creía haberla sellado. Ocultado. Enterrado con los restos de una parte de sí que jamás quería volver a tocar. Pero ahí estaba. En manos de su hijo. Como un recordatorio de algo que nunca desapareció.
Como una confesión silenciosa.
Se sentó al borde de la cama. No lo despertó. Solo lo observó.
Li Tian tenía el mismo gesto que Li Duan al dormir: la boca relajada, las cejas ligeramente fruncidas, como si incluso soñando tuviera pensamientos demasiado profundos.Y eso, más que enternecerla, la asustaba.
Porque había cosas de Li Duan que no quería ver repetidas.Cosas que no había superado.Errores.Cicatrices.Y una noche que nunca se atrevió a contarle a nadie.
Recordaba perfectamente el día en que la confianza se rompió.
Un comentario inocente. Una mirada desviada. Un regreso tardío.Pequeñas cosas que, solas, no eran nada. Pero juntas... eran una confesión muda.
Y él no la negó.Nunca gritó. Nunca se defendió.Solo bajó la mirada.
Desde entonces, algo dentro de ella cambió.
“Cuando amas a alguien más que a ti misma, cualquier traición no es una herida… es un incendio.”
Fue esa noche cuando tomó decisiones de las que nunca pudo hablar.
Y aunque su conciencia intentó olvidarlas, su alma no lo hizo.Y la túnica negra, manchada de un pasado que no debía existir, fue enterrada en la oscuridad.
Hasta ahora.
¿Coincidencia?¿O advertencia?
¿Era su hijo una víctima de un ciclo eterno… o parte del castigo que aún le debía el cielo?
Su pecho dolía.No por cansancio. Ni por dolor físico.Sino por el nudo invisible que sentía al verlo respirar.
“No quería esto para ti…” pensó.
Quería un hijo que la abrazara con confianza. Que la admirara. Que le contara secretos, no que los escondiera.
Pero la vida no le dio eso.
Le dio un niño con la mirada de un adulto.Con un sistema invisible que ella no entendía.Y con un destino que empezaba a inclinarse hacia un abismo.
—No deberías ser así —susurró en voz baja, más para ella que para él—. No deberías tener esa oscuridad en ti… ni esa maldita capa. Ni esa mirada.
Apretó los puños sobre su regazo.
—Tal vez... soy yo quien la trajo. Tal vez nunca… te libraste de lo que yo arrastraba.
La frase quedó colgando en el aire.Y por un instante, sintió una lágrima caliente bajar por su mejilla. No la detuvo.No había nadie a quien fingirle ahora.
“No puedo matarte sin decirte lo que soy.”Ese pensamiento surgió como un golpe.
Ya había hecho cosas en el pasado sin avisar.Ya había cruzado esa línea una vez.Y no volvería a hacerlo sin darle a Li Tian, al menos, una parte de la verdad.
Quizás no toda.Quizás no hoy.Pero lo suficiente para que él supiera quién era ella realmente, antes de lo que sea que viniera después.
Se inclinó. Su mano temblaba apenas al rozar su hombro.
—Li Tian… —susurró, con una voz que no usaba desde que era un bebé—. Despierta.
El niño se movió, removiéndose entre las mantas, hasta que abrió los ojos lentamente. Parpadeó.
—¿Madre? —murmuró, adormilado—. ¿Está todo bien?
Li Yue se forzó a mantener la voz firme.
—Necesito hablar contigo. Algo importante.Ahora.
Li Tian se incorporó con dificultad, aún entre el sueño y la vigilia. Pero al ver su expresión, entendió que no era una conversación cualquiera.
—¿Sobre qué?
Ella no respondió enseguida.
Solo lo miró.
Y por primera vez, en mucho tiempo, Li Yue no parecía fuerte.Ni fría.Ni implacable.
Solo parecía… cansada.
—Sobre quién soy —dijo por fin.
Y el corazón de Li Tian se aceleró.No sabía por qué.Pero algo en esa mirada… lo asustó más que cualquier muerte.