¿Y TU LO ACEPTAS?

La niebla matinal se deslizaba sobre los techos del complejo de Li Shen como una seda blanca extendiéndose por el cielo.

El amanecer no rugía… susurraba.

Y en ese susurro, entre la bruma dorada y el canto lejano de las bestias-ave, una figura diminuta permanecía sentada en su habitación, inmóvil, como una pequeña estatua de jade.

Era Yuan’er.

El rollo de pergamino abierto frente a ella llevaba horas sin cerrarse. Sus ojos oscuros recorrían las líneas de símbolos espirituales con una concentración tan intensa que una mota de polvo habría dudado en posarse sobre su hombro.

El manual básico que le había entregado una sirvienta días atrás no era muy complejo… pero tampoco era trivial. Era un texto de absorción de qi, la primera técnica que todo cultivador necesitaba dominar. Permitía abrir lentamente los poros espirituales, afinar el sentido del flujo natural, y absorber la energía vital que rodeaba el mundo.

Línea tras línea, trazo tras trazo, ya lo había memorizado.

No solo eso. Lo había comprendido.

No por talento innato.

Sino por decisión.

“Protegeré al hermano Tian para siempre.”

No necesitaba más motivación que esa.

Con un movimiento suave, enrolló el pergamino y lo colocó con reverencia en la repisa. Luego cerró los ojos y se sentó en posición de loto. Por primera vez, intentaría absorber el qi real del mundo.

La energía a su alrededor no era visible… pero estaba allí.

Como un río que nadie puede ver, pero que se oye correr entre las montañas.

Inspiró lentamente, siguiendo los patrones que había aprendido. Su espalda recta, su mente enfocada. Una pulsación leve tocó la punta de sus dedos, como un cosquilleo. Era poco, pero era suficiente.

Sonrió, sin abrir los ojos.

Era solo el comienzo.

Pasaron unas horas.

Cuando el sol ya había trepado alto, iluminando los pabellones y haciendo brillar los tejados con reflejos dorados, Li Shen reunió a los niños en el patio interno.

A diferencia de otros días, hoy vestía una túnica blanca con bordes azul cielo, menos solemne, como si su humor hubiera mejorado ligeramente. El día anterior había sido pesado para todos. Pero en el mundo del cultivo, el dolor debía purificarse o terminaría devorando desde dentro.

—Bien —dijo, al verlos sentarse frente a él con respeto—. Hoy hablaremos de lo básico… de lo que ustedes recorrerán… si tienen suerte… o suficiente necedad como para no morir en el intento.

Y sonrió. No como un maestro, sino como un zorro viejo que ha visto a demasiados jóvenes ser devorados por su propia ambición.

Li Tian no dijo nada, pero prestó atención.

Yuan’er, por su parte, tenía el rostro encendido de expectación.

Li Shen alzó una mano, y sobre su palma apareció una imagen formada por qi condensado: un diagrama de nueve círculos ascendentes, cada uno conectado por una línea serpenteante que subía en espiral.

—Estos son los reinos mortales del cultivo. El primer paso es el Reino de Refinamiento Corporal. Como su nombre lo indica, aquí se fortalece el cuerpo físico. Músculos, huesos, piel, órganos. El objetivo es resistir lo imposible. Caminar bajo el sol sin quemarse. Caer desde un acantilado y levantarse. Comer metales si es necesario.

—¿Se puede comer metal? —interrumpió Yuan’er con los ojos brillando.

—Si tu estómago está reforzado lo suficiente… sí —respondió Li Shen sin cambiar el tono.

—Después —continuó—, viene el Reino de Formación de Base. Aquí… uno comienza a construir lo que llamamos la “base del Dao”. Un punto de anclaje. Algo que permita contener el qi con estabilidad. Se divide en nueve etapas. Cada una más difícil que la anterior. Y en la novena… uno forma la base completa. A partir de allí… es donde los verdaderos cultivadores comienzan a destacar.

Li Tian asintió internamente. Recordaba bien esa estructura por lo que conocía del mundo, pero oírlo directamente de un cultivador real, y además tan serio como Li Shen, le daba otra dimensión.

—¿Y después? —preguntó Yuan’er, entusiasmada.

—Luego viene el Reino del Núcleo Dorado —dijo el maestro con un leve brillo en los ojos—. Aquí, el cultivador condensa todo su qi, toda su voluntad, toda su comprensión del mundo en un único núcleo. Un núcleo brillante como el sol, que reside en el dantian. Ese núcleo permite canalizar energía de forma casi infinita. Pero llegar ahí… no es sencillo.

Se inclinó un poco hacia adelante, como compartiendo un secreto:

—Para formar el Núcleo Dorado… debes enfrentar una tribulación celestial.

El silencio se hizo pesado.

—¿Tribulación? —preguntó Li Tian, aunque ya conocía la respuesta.

—Nueve rayos —dijo Li Shen—. Cada uno más fuerte que el anterior. Si tu voluntad falla, tu cuerpo se desintegra. Si tu qi se descontrola, el núcleo explota. Pero si logras resistir… puedes volar.

Yuan’er abrió la boca.

—¿Vol… volar?

Li Shen asintió con una sonrisa leve.

—A partir del Núcleo Dorado, los cultivadores pueden pisar el aire, cruzar montañas en segundos, caminar sobre nubes. Pero no es el final.

Hizo un gesto, y el diagrama espiritual cambió. El círculo del Núcleo Dorado se rompió y reveló una figura borrosa, como una silueta etérea.

—Ese es el Reino de Alma Naciente. Aquí… el núcleo se rompe voluntariamente. No por error. No por accidente. Se destruye de forma consciente para formar un alma viviente, capaz de abandonar el cuerpo, atravesar paredes, poseer objetos, y en algunos casos… reencarnar por sí misma.

Los niños quedaron en silencio. Incluso Li Tian, con todo su conocimiento, no pudo evitar emocionarse.

—Ese es… el legendario Reino de Alma Naciente —dijo Li Shen, cerrando la palma y dispersando la imagen.

Entonces, Li Tian levantó la mirada con curiosidad.

—Tío Shen… ¿en qué reino estás tú?

Li Shen sonrió. Por primera vez en días, su expresión fue completamente orgullosa, como un niño presumiendo un juguete nuevo.

—Formación de Base, novena etapa.

Yuan’er parpadeó, sorprendida.

—¿No eres Núcleo Dorado todavía?

Li Shen negó con la cabeza, divertido.

—He estado refinando mi base durante años. ¿Sabes por qué? Porque cuanto más sólida sea la base… más fuerte es el núcleo. Algunos corren a formar su núcleo y terminan muertos o con una tribulación que los parte en dos.

Li Tian asintió. “Eso tiene mucho sentido.”

El resto de la mañana se dedicó a enseñanzas más técnicas: rutas del meridiano, formas de respiración, sellos de protección contra qi caótico. Li Shen tenía paciencia, y sobre todo, una forma de explicar que convertía lo abstracto en concreto.

Para Yuan’er, cada palabra era un tesoro.Para Li Tian, cada detalle era una posible ventaja.

Y para ambos… ese amanecer no fue uno cualquiera.

Fue el verdadero inicio de su camino.

El sol del mediodía se filtraba entre las ramas de los pinos dorados que bordeaban los senderos internos de la residencia del Clan Li.Tras una mañana intensa de enseñanzas con el maestro Li Shen, Li Tian y Yuan’er decidieron salir a caminar. Era un paseo más para despejar la mente que para relajarse realmente. La presión de lo aprendido, el peso del duelo, y los primeros pasos en el camino del cultivo aún los envolvían como un velo invisible.

La residencia del Clan Li no era un simple conjunto de edificios. Era una pequeña ciudad en sí misma, con pabellones, jardines, pasillos elevados y caminos de piedra blanca que conducían a múltiples zonas de práctica, meditación, duelo e incluso comercio interno.

Y mientras caminaban, disfrutando del leve perfume de flores espirituales que flotaban en el aire, una figura se interpuso en su camino.

Vestía una túnica celeste, con bordes azul oscuro y un sello bordado en forma de grulla de fuego.

Li Kang.

Sonriente. Despreciativo. Con las manos cruzadas detrás de la espalda como si fuera el dueño del camino.

—Vaya, vaya… si no son los discípulos estrella del tío Shen —soltó con sorna.

Li Tian lo miró de reojo. No tenía humor para tonterías.

Pero Li Kang, como era costumbre, sabía exactamente qué decir para molestar.

—Escuché que esa tal Li Li se murió por una desviación de qi… —dijo fingiendo compasión, aunque en su rostro se dibujaba una sonrisa torcida—. Qué lástima, ¿no?

Yuan’er frunció el ceño, bajando la mirada.Li Tian… simplemente alzó la barbilla, como si acabara de oler algo desagradable.

—Al menos es mejor que toda tu familia junta —dijo con voz gélida.

La sonrisa de Li Kang se desfiguró en un instante. Su mandíbula se tensó como una cuerda a punto de romperse.

—¡No te metas con mi familia! —explotó, dando un paso al frente.

Li Tian no se movió.

No necesitó hacerlo.

En su rostro apareció una sonrisa burlona, esa que nace no del desprecio… sino del puro placer de tocar las fibras correctas.

—¿Y qué pasa si lo hago?

El aire pareció congelarse.

Algunos discípulos menores que pasaban por el sendero se detuvieron al oír el tono.

Li Kang apretó los puños, temblando. Por un momento, su mirada parecía la de una bestia acorralada. Pero respiró hondo, alzó la cabeza con falsa dignidad y soltó con tono forzado:

—Adiós, Li Tian… Yuan’er.

Y se giró con un ademán altivo, comenzando a caminar como si no le importara.

Pero era evidente que sí le importaba.

Yuan’er, que hasta ese momento había guardado silencio, lo miraba con frialdad. Ya no había miedo en su mirada, sino una distancia gélida. Como si estuviera observando a un insecto que no valía la pena aplastar.

Li Tian notó ese detalle… y sonrió.

No de orgullo, sino de diversión maliciosa.

Y elevó la voz una vez más, con tono juguetón:

—¡Mira, Yuan’er! ¡La gallina se fue asustada!

El grito resonó por el pasillo.

Li Kang se detuvo. Todo su cuerpo tembló. Pero no se giró. Solo apretó los dientes y se alejó caminando más rápido.

Los pocos discípulos que habían presenciado la escena comenzaron a murmurar entre sí. Algunos se tapaban la boca, otros reían por lo bajo. Uno incluso soltó un “¡Qué golpe!” antes de alejarse rápidamente.

Yuan’er, con las mejillas levemente rojas, giró hacia Li Tian.

—No deberías provocarlo tanto… podría buscar venganza.

—¿Y qué si lo hace? —respondió Li Tian encogiéndose de hombros—. No va a venir solo. Y si lo hace, lo dejo calvo con un sello de paliza básica.

Yuan’er no pudo evitar sonreír. Su expresión se suavizó, y aunque no dijo nada más, en su interior sintió que ese paseo había valido la pena.

El murmullo del jardín era suave, como el roce de un abanico de seda sobre el rostro. El canto de un ave espiritual resonaba a lo lejos. Li Tian y Yuan’er seguían caminando con paso ligero, riéndose por lo bajo de la reacción de Li Kang.

—"Mira la Yuan’er, la gallina se fue asustada" —repitió Li Tian con tono burlón, haciendo que Yuan’er apartara la mirada y sonriera disimuladamente, como si no quisiera reconocer lo gracioso que le había parecido.

Pero la risa se detuvo.

El aire cambió.

Una presencia regresó.

—¡¡¿DE QUIÉN HABLAS?!! —gritó una voz, cargada de furia, interrumpiendo la tranquilidad como un trueno que rompe el cielo despejado.

Li Tian giró lentamente, con una calma que rozaba lo insolente. Yuan’er se detuvo a su lado, su expresión ya sin rastro de diversión. Lo que venía ahora… era otra cosa.

Li Kang estaba de vuelta. Pero no como antes. Su rostro estaba rojo, los ojos desorbitados, y su respiración era como la de un toro a punto de embestir. Incluso su túnica, desarreglada, parecía arder de la energía inestable que surgía de su cuerpo.

La furia que había intentado contener… ya no tenía jaula.

El joven cultivador apuntó con el dedo, temblando:

—¡¿DE QUIÉN HABLAS, MALDITO?! ¡DILO O TE HAGO TRAGAR ESA BOCA BURLONA!

Li Tian ladeó la cabeza, como quien observa a una rana inflar el pecho.

Y con una sonrisa perezosa, dijo:

—¿De quién más?—¿Cómo que de quién? ¡Pues de ti, por supuesto!

Fue como clavarle una daga… en el orgullo.

Li Kang se lanzó hacia delante un paso más, pero no atacó.

Todavía.

Yuan’er tensó los dedos. Su qi era débil, pero ya sentía cómo el ambiente se alteraba. Varios discípulos cercanos, que hasta entonces practicaban o caminaban por los senderos, comenzaron a detenerse. Algunos, al reconocer las voces, se acercaron con rapidez.

—¡¿Otra vez ese tal Li Tian se enfrenta a Li Kang?! —dijo un joven con túnica verde.

—Dicen que se le burló de frente —susurró una muchacha—. Y frente a una chica. Eso es humillación pública.

—Se va a armar… —añadió otro con una sonrisita, sentándose en el muro bajo del jardín.

La tensión crecía. Como si el qi del lugar estuviera siendo arrastrado hacia un solo punto: el cruce de miradas entre los dos jóvenes cultivadores.

Li Kang apretó los dientes.

—¡Te reto a una batalla!

La frase cayó como una roca en medio del lago.

Todos los murmullos cesaron. Un pájaro espiritual alzó el vuelo repentinamente. Las hojas de los sauces se agitaron, aunque no había viento.

Yuan’er abrió los ojos un poco más. Sabía que eso no era una simple amenaza. En el Clan Li, un reto público entre miembros de edades similares no podía ignorarse. Si alguien desafiaba a otro y el segundo aceptaba, el clan debía presenciarlo y validar el resultado, sin importar el nivel. Era parte del código. Parte del orgullo.

Li Tian se cruzó de brazos.

—¿Una batalla? ¿Contigo?

—Sí —gruñó Li Kang—. Aquí. Ahora. O donde quieras. No puedes insultar a mi familia y salir caminando como si nada. ¡Eres solo un mocoso sin apellido verdadero!

Yuan’er frunció el ceño. La rabia de Li Kang no era solo por la burla. Había algo más. Había sido herido… en el alma.

—¿Aceptará el duelo? —murmuró uno de los espectadores.

—Está loco si lo hace. Li Kang está en la quinta etapa de Refinamiento Corporal. Li Tian apenas llegó hace poco. ¿Cómo va a ganar?

Pero Li Tian sonrió.

Una sonrisa diferente. No arrogante. Sino… emocionada.

Y en sus ojos, algo se encendió.

Porque sabía que no ganaría fácilmente. Porque entendía que el combate no sería solo fuerza, sino orgullo, estrategia… y presencia.

Y porque sabía algo más:

“No basta con cultivar en silencio. Hay momentos en que uno debe dejarse ver. Aunque sea solo para dejar claro… que está aquí para quedarse.”

El silencio se extendió por unos segundos más. Una ráfaga cruzó el jardín, moviendo el cabello de Yuan’er y la túnica de Li Tian.

Li Kang respiraba con dificultad.

Li Tian entrecerró los ojos.

Y entonces…

—¿Está pasando algo aquí? —interrumpió una voz más profunda.

Desde uno de los caminos de piedra se acercaba un anciano del clan, vestido con una túnica marrón de vigilante. Era uno de los encargados de mantener el orden entre los discípulos menores. Su mirada cansada recorría a los jóvenes como quien ya ha visto esta escena muchas veces antes.

Li Kang lo señaló con el mentón.

—Anciano Zuo. He retado a Li Tian a un combate formal por insultar a mi familia.

El anciano asintió lentamente.

—¿Y tú lo aceptas? —preguntó al interpelado, sin emoción.

Todos los ojos se volvieron hacia Li Tian.

Y él, sin perder su expresión, simplemente alzó la vista al cielo, como si mirara la posición del sol.

—Supongo… que no puedo dejar que la gallina regrese al nido sin demostrar que solo sabe cacarear.

Y todos supieron:

Aceptó.