capitulo:5 coincidencias

Llegué a casa con el diario envuelto en un paño viejo, como si instintivamente supiera que no debía tocar otros objetos en el camino.

Mi gato —el regordete Bastión— me esperaba en su trono habitual: una desvencijada silla mecedora junto a la ventana. No se movía nunca de ahí, ni por afecto ni por deber, solo por el derecho ancestral que los gatos creen tener sobre el tiempo y el espacio.

Maulló con desdén. Lo conocía bien. Solo me esperaba por la comida. Según su actitud, las siete vidas que había vivido habían sido de un hambre infinita. Aunque su barriga dijera lo contrario.

Me senté junto a él y abrí el diario de nuevo.

En la biblioteca, por la emoción del hallazgo, había pasado por alto una página, intercalada entre otras dos.

Allí fue donde noté algo que me hizo sonreír... brevemente.

Frank y yo teníamos algo en común.

Ninguna voz nos esperaba en casa, salvo la de un gato indiferente.

Pasé entonces a la tercera página del diario, donde la letra de Frank parecía más nerviosa, más apretada. Como si la tinta luchara contra el temblor de la mano.

> Nuevo día en Inglaterra.

No puedo explicar lo que vi ayer. Realmente espero que haya sido un sueño. Aunque… no lo deseo por completo. Hay una emoción difícil de describir al pensar que ese ser era real. Me aterra, sí. Pero también me llena de un impulso que nunca había sentido. Algo primario. Antiguo.

Esta mañana, sin embargo, algo extraño sucedió en el pueblo.

Un campesino que vive a las afueras llegó gritando que su hijo no había vuelto desde la madrugada. Se había levantado temprano para pastorear las ovejas y no regresó. Nadie lo ha visto. Nadie lo oyó.

¿Podría…? No. No puedo afirmarlo. Pero el tiempo coincide. Y el tamaño de lo que vi... también.

Cerré el diario por un momento.

Lo observé como si pudiera respirar por sí solo.

Entonces surgió la pregunta inevitable:

¿Cómo demonios un diario escrito en 1795, en Inglaterra, terminó en una biblioteca universitaria en Rusia, sin ningún registro, sin clasificación, sin número de entrada?

No tenía sello. No tenía ficha. Y sin embargo estaba ahí, como si hubiera sido colocado solo para que yo lo encontrara.

Ya no me parecía simple coincidencia.

Las primeras tres páginas bastaban para comprender que aquel pueblo mencionado por Frank… no era un lugar común.

Y tal vez, solo tal vez, aquella criatura de alas membranosas no se había ido del todo.

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¿Deseas que el Capítulo VI continúe con el lector?

Puedo hacer que experimente un primer evento anómalo en su propia casa, o dejar que investigue el pueblo que menciona Frank… quizás descubriendo que nunca ha existido en ningún registro geográfico moderno...