Un gusano bajó por mi oído.
Un árbol cayó al suelo.
Las tonterías hacen el día perfecto.
Tú y yo haremos nuestro camino.
Era la letra de una canción de la tierra, por un grupo independiente llamado 2FB. Decir grupo era una mentira ya que solo una persona cantaba, componía y programaba todos los instrumentos que sonaban en la canción. Desconozco cómo sabía esta información. Creo que está relacionada a mi decisión.
En ese momento, en el que Zafiro cayó al suelo por la bala de Rikka. La furia consumió mi alma, y verla desaparecer por una ronda explosiva de alto calibre disparada desde el defensor me llenó de alegría porque se cumplió una venganza. Sabía que era malo alegrarme por la muerte de alguien, de un ser vivo lleno de posibilidades arruinadas por sus decisiones y engaños. Mi mente se desvaneció por unos segundos.
Esos segundos fueron varios minutos en una conversación con Raven en uno de esos lugares raros en que solía aparecer.
—Así que ya quieres tomar la decisión —dijo Raven.
—¿Qué hago acá? —respondí.
—Estas acá por decisión propia, puedes irte cuando quieras
«¿Decisión propia? Sí, como no» pensé.
—¿Dónde estoy?
—En una burbuja meta cuántica. Estas en varios lugares y en ninguno a la vez. Existes sin existir. Estás acá porque tu subconsciente quiere tomar una decisión. ¿Permitirías que esa decisión sea la final?
—¿Si decido algo afectaría lo que ha pasado?
—No. Lo que pasó quedó grabado en piedra en ese universo. Tu decisión te enviará a un universo que cumpla lo que decidas y esto no afectará tus recuerdos del universo que dejas. Es un tema complicado que ni yo entiendo aún.
Me encontraba en un tipo de local donde servían bebidas basadas en una semilla… Café, sí café. El olor del grano molido llenaba el ambiente. Era un olor maravilloso. El lugar invitaba a charlar con tranquilidad con una buena compañía.
—Recuerdo que Silvia dijo que cada decisión puede crear un universo, dependiendo del resultado de la decisión.
—Es correcto. Crea un número infinito de resultados. Estos cambian dependiendo del tiempo en el que se toman las decisiones. El resultado puede variar con los movimientos que se hagan. Una simple diferencia en la forma de tomar de un café. La velocidad con la que cruzaste la calle principal. Si parpadeaste o no. Y así. Puede haber millones de variantes.
—¿Dime, sabes lo que decidió Silvia?
—No. Un momento —Raven se quedó en silencio e inmóvil por unos segundos, parecía un retrato, como un cuadro congelado en el tiempo o una fotografía—. Su decisión fue interesante. Una instancia me comentó que unió los recuerdos de todas sus realidades. Todas saben de su pasado. Hasta cierto punto. Lo suficiente para asegurarse de que tú sobrevivas. Ten en cuenta que el tiempo y espacio entre realidades no es el mismo.
»De algún modo, algunos recuerdos de tus realidades se han combinado por la decisión de Silvia. También conocida como Zafiro, La Bestia, Lince entre otras. Tu alcance a esas memorias es limitado por tu subconsciente. Esas memorias existen en ti en un estado ambiguo. Recuerda. En un futuro estarás rodeado de Nieve. Si no te acuerdas del nombre esa será la palabra clave que usaré. Así sabré en qué punto estás. Si no entiendes en este momento sé que al fin lo lograrás con un poco de esfuerzo.
Estaba comprendiendo lo que me hablaban. No en su totalidad. Tenía ideas de por qué conocía algunas cosas que no eran parte de mi vida. Con lo que Raven decía, logré entender lo que me estaba pasando.
—Por eso es… —pensé un rato en lo que iba a decir, pero no tenía necesidad de hacerlo—. Entiendo. Todo tiene sentido. ¿Cómo es que sabes tanto de mi vida y de la de Silvia?
En ese momento dejamos de estar en el café. El nuevo lugar en donde nos encontrábamos era frío, con una luz tenue. Había cuatro camas, una puerta y al fondo unos casilleros con símbolos que no podía leer. Me encontraba sentado en una de las camas.
En la cama frente a la mía estaba una persona leyendo en una especie de tableta que iluminaba su rostro. La persona de la cama contigua tenía una tableta similar y estaba viendo un video donde aparecía un sujeto vestido de negro con una espada roja. Raven y otro robot canino, que tenía cabeza y cola estaban junto a esa persona. A diferencia de Raven, el otro robot era negro con líneas de color naranja y era más grande, parecía un lobo sin orejas y tenía un visor negro que se iluminaba de rojo. No lo negaré, se miraba genial.
—Así como guardo mis experiencias en mi memoria —continuó Raven—. Tus recuerdos son parte de tu información que se almacena en tus neuronas. Mis datos son transmitidos de forma cuántica entre mis instancias. Mi ser lógico filtra los datos para que mi ser racional no se confunda. A diferencia de ti. No juzgamos nada.
»La moral que tú utilizas es una construcción que varía de sociedad en sociedad. Es un concepto ilógico que mantiene a los seres biológicos dentro de un margen de referencia establecido. Un control elaborado por la misma sociedad para mantener a los individuos bajo vigilancia. Y así pueda tener un control falso sobre el caos de la llamada vida.
»Desde antes de que las razas superiores dominaran el planeta, la naturaleza ya sabía cómo controlar el caos de la vida. Nada es aleatorio en estos sistemas. Algunas especies cazan y comen a otras para vivir. Eso no quiere decir que sea bueno o malo. No existe ese concepto arbitrario en la naturaleza de las especies primitivas.
Mientras hablaba, nos desplazamos a un mundo similar al mío. También tenía anillos en el cielo, pero a diferencia de los de mi planeta origen, eran poco visibles en el horizonte. Daba la impresión de que estábamos muy al norte. Estaba oscuro como de noche y se observaban luces similares a una aurora boreal. El ambiente era muy frío, pero no había nieve. La brisa tenía un olor a… ¿cómo describirlo?... ¿cadáveres de insectos?…
—Las especies primitivas dominantes comienzan a evolucionar más rápido —seguía diciendo Raven—. Mientras más evolucionan y aprenden a que pueden decidir entre lo bueno y lo malo, comienzan a manejar esos conceptos a conveniencia para el beneficio de un grupo específico. Destruyen sus mundos separando a su especie en variantes por características de agrupamiento. Color. Lugar de Nacimiento. Creencias. Altura. Su posición en la manada o sociedad. Características sin importancia que se les ocurren dependiendo del ambiente en el que existan. Situación que se repite infinidad de veces en muchas especies y planetas que se desvanecen en el universo fractal.
Al finalizar su monologo casi interminable, nos encontrábamos en mi habitación en Cuscatlán. Me senté en mi cama con las piernas cruzadas y suspiré.
—Entiendo la mayoría de lo que dices —respondí—. Tú forma de hablar me confunde, son tus pausas. Una pregunta: ¿Puedo decidir que seas mi mascota?
—¿Mascota? —respondió Raven alargando su pronunciación entre cada silaba, e inclinó su cuerpo hacia un lado para demostrar su desacuerdo con la idea.
—No importa —comenté—. Por lo que te entiendo, puedo decidir lo qué pasará desde este punto en adelante. ¿Es correcto?
—Correcto.
—Me gustaría vivir en un mundo sin guerra. Así como en el que vivo, en Cuscatlán. Solo que con algunos cambios. Podrá sonar absurdo, pero no sé si se puede. Quisiera cambiar la maldita calle principal que tengo que cruzar todos los días para ir a la universidad. No sé, qué tenga un semáforo, o una pasarela segura por donde cruzarla. Quisiera tener el cuerpo de un soldado de este mundo y no el delgado con panza como el que tengo allá.
—¿Eso desearías?
—No sé. Tal vez que nadie hubiera muerto en la misión. Tener un buen trabajo y…
—No tienes por qué verbalizarme tus decisiones. No soy un genio de fábula que cumple deseos.
—Entiendo.
Miles de ideas pasaron por mi cabeza. Muchos cambios que quería hacer. Podía tener una vida nueva llena de lujos, dinero, fama, millones de seguidores en las redes sociales y no sé qué otras cosas más. Llegué a la conclusión de que sí… eso puede darme fama y gloria, pero estaría solo. Probablemente rodeado de personas que me buscarían por mi fama y no por quien era. No sabía cuánto tiempo tenía para tomar mi decisión.
Raven no estaba ejerciendo ningún tipo de presión en mí para que decidiera rápido, solo estaba echado como un buen perro al pie de mi cama.
De repente me abrazó Silvia. El calor de su cuerpo me estaba arrullando. Luego, como en un cambio de escena, sentí como me acarició el pelo, de la misma manera que yo se lo hacía cuando se acostaba en mis piernas para ver televisión.
En ese momento tomé la decisión.
Mi vida mejoró, no solo para mí, sino que también para todos aquellos que murieron ese día.
Mañana despertaré y con suerte, estaré en un mundo nuevo.