El olor a hospital me era familiar. Al abrir los ojos estaba en el sofá de una habitación, por suerte yo no era el paciente. Miré alrededor y vi que Rafael estaba en la cama, dormido. Recordé que lo habían operado de emergencia del apéndice.
Recostada en mis piernas, estaba Silvia, que se despertó por mis movimientos. Me miró a los ojos, con una sonrisa misteriosa y una mirada de sorpresa que me cautivó. Sus ojos tenían heterocromía, uno era café miel y el otro verde claro.
—Hola guapo… ¿Está todo bien? —me preguntó tomándome de la mano entrelazando los dedos.
—Sí —respondí, devolviéndole la sonrisa, y dándole un beso en la frente—. No esperaba verte acá.
Me tomó el rostro con sus manos y me dio un beso en la boca que me electrificó, acelerando mi corazón por un par de segundos. Se recostó de nuevo en mis piernas, sin dejar de sonreír. Aproveché para acariciarle el cabello, o como se dice comúnmente: le hice piojitos.
—Me vine de inmediato al salir del parcial, más que sabía que estarías acá —dijo—. Te quiero mucho.
—¿Cómo que te viniste? ¿cómo? Si no estaba allí —dije mal intencionado—. Son bromas, Yo también te quiero.
—Eres malo —respondió Silvia levantándose y dándome un beso en la oreja. Luego me susurró en el oído—. No es tiempo aún. Ten paciencia, acabamos de llegar.
—No coman pan enfrente de los muertos de hambre —dijo Rafael con voz de ultratumba porque acababa de despertarse.
—Tienes hambre por qué quieres. Susana se muere por ti y no le haces caso —respondió Silvia.
—Lo sé, pero me siento asaltacunas con ella —dijo Rafael—. Además, mi trabajo no me lo permite.
—Excusas —dijo Silvia.
A comentar algo iba cuando tocaron a la puerta de la habitación. Era Brenda y al verla, el silencio reinó entre nosotros.
Una chispa de electricidad recorrió toda mi espina dorsal acompañada por escalofríos. Silvia, apretó mi mano de forma fuerte para que me tranquilizara.
—No te preocupes, ella no es la misma —dijo en voz baja—. No dejaré que te pase nada malo. ¿Recuerdas?, te prometí que te protegería de ella —Me soltó la mano y se levantó para interceptarla—. Hola, ¿te puedo ayudar en algo?
—Sí, sí. Hola. Disculpen la molestia. ¿Es esta la habitación de Rafael López? —dijo Brenda—. Si, perdón, soy Brenda Oddsdóttir —se presentó mientras se acercaba a nosotros—. Tú debes ser José López el hermano menor.
—Sí, él es. Yo soy Silvia Hueso, su Novia.
¿Mi novia? Mis oídos se deleitaron y casi salto de alegría al escuchar esas palabras. En esta nueva realidad éramos pareja. Al final, le di el gusto a mi Madre, ¿y por qué no hacerlo?, de todas maneras, ya me estaba moviendo el piso.
—Mucho gusto Silvia. Cuando llegué a Cuscatlán, no me imaginé que Rafael estaría hospitalizado.
No recuerdo quien me comentó que no todo lo que uno desea se cumple al pie de la letra, y esto lo corroboraba. Me imaginé que tarde o temprano me daría cuenta, pero no creí que fuera tan rápido. Al final todo tiene su precio y se debe pagar.
No tardaron en entrar a la habitación mi padre y mi madre a quienes saludamos, y al parecer, no les sorprendió que Brenda estuviera allí, pues resultó que ellos la trajeron al hospital.
—Hijos, Silvia —dijo mi padre luego de un suspiro después un momento de silencio—, hay algo que tengo que contarles. Aunque el apellido es diferente, Brenda, es su hermana. Antes de venir a Cuscatlán vivía en Kategath… Pero por razones fuera de mi control terminé acá, donde conocí a su madre —dijo mientras abrazaba a mi madre y besaba su mejilla. Mi madre se sonrojó y se sonrió nerviosamente. En ese momento Silvia me besó en la mejilla también.
—Lo que, su padre les quiere decir, es que él no sabía de la existencia de Brenda—dijo mi Mamá.
—Cuando mi Madre murió —dijo Brenda con voz triste—, mi padre me cuidó hasta que cumplí los 19 años, y me dijo que no era su hija legitima. Ellos no podían tener hijos, así que acordaron ir a los bancos de ayuda del gobierno quienes les proporcionaron la inseminación artificial —suspiró—. Logré investigar con algunos contactos el origen de la donación.
—Confieso que necesitaba dinero y pagaban bien. No me siento orgulloso de ello— dijo mi papá.
Era notorio en el rostro de Silvia que tenía ganas de hacer una pregunta, pero no se atrevió.
—Juan y yo no tenemos secretos, me contó que fue a donar esperma en múltiples ocasiones para pagar sus estudios. Así que ya sabía que podía existir la posibilidad de que algún hijo producido por la donación podría buscarnos tarde o temprano. Lo que nunca me imaginé era que nos buscara una bella chica como Brenda.
—Y por lo que estuvimos conversando, pues, Brenda es tu hermana menor, Rafael. En otras palabras, es tu hermana mayor José —dijo mi padre entre risas de nerviosismo.
—No quiero interrumpir —dijo Rafael, ya es tarde, y la hora de visitas acabará en unos momentos.
—Mijo, ¿No puedes extenderla por nosotros?
—No Mamá lo siento. Trabajo acá como neurocirujano, pero no puedo abusar de los privilegios. Mañana me dan de alta y podemos hablar todo con más detalle—respondió Rafa.
—Está bien mijo descansa. Yo llevaré a Brenda al hotel y nos iremos a casa —dijo mí padre.
—Silvia se ira conmigo a su casa —dije—, tal vez pasemos a cenar algo antes.
Nos despedimos de Rafael y acompañamos a mis padres al estacionamiento para despedirnos. Cuando comenzaron a retirarse en su vehículo, logré ver que Brenda iba en el asiento de atrás. Al darse cuenta de que la estaba observando, me hizo señas con las manos como de que me estaba disparando con un arma y se sonrió.
—¡José, vámonos! —dijo Silvia quien me estaba esperando junto a la puerta de pasajeros de mi vehículo.
—Sí perdón, ya voy.
Como todo caballero educado que soy, le abrí la puerta y esperé a que se sentara para cerrarla. Luego ingresé al vehículo.
—No me gustó la seña que te hizo —dijo la voz mecanizada y carrasposa de Raven desde el asiento de atrás.
—Hola Raven —dijo Silvia—. Que bien se te ven tus mejoras, cualquiera que no te conoce pensaría que eres un perro de verdad. Me encanta tu nuevo estilo de Rottweiler —dijo mientras le acariciaba la cabeza—. Dime ¿De qué seña hablas?
—Nada importante —contesté—. Perdón por hacerte esperar en el carro. No dejan entrar animales en el hospital, y con tu nuevo estilo, te tocará pasar por mi mascota.
Como siempre Raven mostró su molestia al escuchar que le aplicaba la palabra mascota. Indignado, se echó en el asiento de atrás para disfrutar el viaje de regreso a casa, donde nos esperaba una nueva vida, donde los AC y las Arañas solo eran ilustraciones de un anime y la guerra, solo era un recuerdo de algo que pasó y que ya no nos podía afectar, o al menos, eso quería pensar.