Capítulo 7: La Prueba de Combate

El maná seguía flotando en el aire, una presión invisible que aplastaba a los aspirantes. La primera prueba había terminado.

—Aquellos que no soportaron la presión básica del maná... quedan descalificados —anunció el examinador, su voz cortante como un filo de espada.

Más de treinta aspirantes fueron escoltados fuera del campo. Entre lágrimas, rabia o resignación, se retiraron. Los que quedaban en pie, aunque fatigados, sabían que esto solo era el principio.

—La segunda fase iniciará en cinco minutos —prosiguió el mago—. Combates uno contra uno. Sin distinciones. Sin excusas. Solo tu poder... y tu voluntad.

Una barrera mágica se alzó en el centro del coliseo, formando una arena circular brillante. Un artefacto flotante comenzó a girar, lanzando chispas de luz. Los nombres de los combatientes surgieron en el aire con letras doradas.

—¡Primer duelo! Liana El’darien... contra Halren Korr.

Liana respiró profundamente y avanzó hacia el centro del campo con calma. Ares le lanzó una mirada breve y un asentimiento silencioso. Ella sonrió, segura de sí misma, antes de enfrentarse a su oponente.

El combate fue breve. Halren cargó con violencia, pero Liana no se dejó atrapar. Sus hechizos fueron rápidos y calculados, y en poco tiempo, desarmó a Halren, dejándolo en el suelo con una onda mágica. Fue un golpe limpio, certero.

—¡Victoria para Liana El’darien!

El público observó en silencio, algunos aplaudiendo. Liana se retiró mientras Ares se acercaba al centro de la arena para su propio combate.

—¡Siguiente combate! Ares de los Bosques de Lunaris... contra Kairn Torven, de la Fortaleza del Norte.

Kairn era un hombre corpulento, con una armadura ligera de runas de tierra que brillaban en su cuerpo. Sus ojos eran fríos y calculadores. El ruido de su armadura resonaba mientras caminaba hacia Ares, que solo llevaba una túnica simple, sin armamento. El chico parecía vulnerable en comparación, pero su postura era firme.

—¿No piensas defenderte? —preguntó Kairn con una sonrisa burlona.

Ares no respondió, observando a su oponente con los ojos fijos.

—¡Comiencen!

Kairn no perdió tiempo. Agitó las manos y desde el suelo surgieron pilares de roca que se dispararon hacia Ares con rapidez y fuerza. El chico esquivó con habilidad, gracias a su agilidad, pero una roca lo alcanzó, desgarrando su túnica y rozando su hombro.

Ares se detuvo por un momento. No podía usar el fuego azul. No aún. Pero la magia potenciadora estaba a su alcance.

Sin perder tiempo, canalizó su energía y utilizó la magia potenciadora para aumentar su fuerza y agilidad. Su cuerpo se volvió más rápido, más resistente. Como una ráfaga de viento, Ares se lanzó al ataque. Sus piernas se movieron con más rapidez de lo que Kairn podía seguir, y su brazo, con el impulso de la magia, bloqueó otro pilar de roca con un giro rápido.

Kairn se sorprendió al ver la velocidad y destreza de Ares, quien aprovechó esa ventaja para acercarse. Sin armas, pero con su magia potenciadora, Ares esquivó otro ataque y desarmó a Kairn con un movimiento rápido, saltando sobre su rival, usándolo como apoyo para lanzarse a su espalda y derribarlo.

Antes de que Kairn pudiera reaccionar, Ares utilizó un pequeño hechizo de impacto para empujarlo hacia el suelo, justo al borde de la arena.

—¡Victoria para Ares de Lunaris! —anunció la voz, mientras Kairn se levantaba, molesto pero reconociendo la derrota.

Ares respiraba con dificultad, pero su mente seguía centrada. Había ganado. No con un hechizo destructivo, sino con su astucia y el dominio de la magia potenciadora. Esa era su fortaleza.

Liana le esperó al borde del círculo. Al verlo acercarse, le lanzó una sonrisa.

—Eso fue interesante —comentó Liana, aunque con una expresión seria—. Usaste la magia potenciadora para maximizar tu agilidad, ¿verdad?

Ares asintió, sudando ligeramente.

—No podía arriesgarme a perder el control del fuego azul... no aún. Pero con esto, al menos pude igualar el combate.

Liana lo miró, comprendiendo la decisión de Ares. No era fácil luchar sin depender de un poder tan fuerte y primitivo como el fuego azul. Pero eso solo mostraba que Ares también podía pensar más allá de su habilidad.

El día avanzó con más combates. Los aspirantes que quedaban en pie estaban exhaustos, pero la tercera prueba estaba por llegar.

El sol comenzaba a ponerse, y el examinador se levantó al frente.

—La tercera y última prueba se realizará mañana al amanecer. No será física. No será mágica. Será... espiritual.

El aire se llenó de murmullos nerviosos. La tensión estaba al máximo. Nadie sabía a qué se refería con "espiritual". Pero algo en el tono del examinador dejó claro que era algo que ponía a prueba lo más profundo de los aspirantes.

De repente, una presencia silenciosa, como una sombra en el horizonte, apareció flotando sobre el coliseo. Era un anciano, de túnica morada y bordados brillantes, con una energía tan poderosa que parecía que el aire mismo se doblaba a su alrededor.

El Herudito. Director de la Academia. Mago legendario.

Su mirada recorrió a los aspirantes, como si pudiera ver a través de ellos. Cuando sus ojos se posaron en Ares, algo en el chico se tensó. El fuego azul pareció rugir dentro de él, pero Ares lo controló con esfuerzo.

Y entonces, el Herudito, sin decir una sola palabra, desapareció tan rápido como había llegado.

Ares sabía que la verdadera prueba apenas comenzaba.

---

Ares cerró los ojos un momento, tomando una profunda bocanada de aire.

Mañana sería el día.

Y esa prueba... podría cambiarlo para siempre.