Capítulo 16: Reconocimiento

El sol iluminaba los patios de la Academia Mágica Suprema mientras una gran multitud de estudiantes se reunía frente al tablón principal. La emoción se palpaba en el aire: hoy se revelaría la clasificación oficial de monstruos derrotados tras el examen práctico en la mazmorra.

—¡Ya lo han colocado! —gritó una voz, haciendo que una oleada de jóvenes se acercara corriendo.

Ares, con el corazón latiendo con fuerza, se detuvo a pocos pasos del tablón. Liana se posicionó a su lado, y poco después, Agust apareció con su clásica expresión de seguridad. Trébol, cruzado de brazos unos metros atrás, observaba en silencio.

Uno a uno, los nombres comenzaron a leerse en voz alta:

—¡Puesto 19, Liana! ¡161 monstruos derrotados!

La elfa sonrió tímidamente, recibiendo algunos aplausos de compañeros cercanos. Ares le dio una palmada en la espalda.

—Buen trabajo, Liana.

—Gracias, tú también hiciste lo tuyo —dijo, aunque aún no sabía el resultado de él.

—¡Puesto 4, Agust de reino! ¡273 monstruos!

Una ola de aplausos surgió, aunque algunos notaron la ligera contracción en el ceño del príncipe. Él esperaba más.

—¡Y ahora… el primer puesto! —anunció un profesor desde el escenario con una sonrisa—. ¡Con un total de 544 monstruos derrotados…!

El silencio fue breve, pero enseguida estallaron los murmullos y gritos de asombro.

—¿Ese no era el chico de magia potenciadora?

—¿El humano criado por elfos?

—¿Cómo superó incluso a Agust?

Ares se quedó inmóvil, confundido, hasta que Liana lo empujó con suavidad hacia el frente. La ovación comenzó a crecer, y aunque algunos lo miraban con escepticismo, otros empezaban a verle con nuevos ojos.

Agust apretó los puños. Su mandíbula temblaba.

—No fue más que suerte —murmuró para sí mismo—. Mi magia es superior.

Trébol, aún cruzado de brazos, observaba con una mezcla de sorpresa e interés.

Más tarde, en la sala de evaluación, los nuevos niveles fueron entregados.

—Liana Galewood: nivel 56.

—Agust de Aurelis: nivel 58.

—Ares Windwalker: nivel 46.

Ares se sintió satisfecho. Aunque aún lejos del nivel de sus compañeros, la diferencia ya no era abismal. Más importante aún: por primera vez, comenzaba a hacerse un nombre por méritos propios.

Y por primera vez… Agust lo miró con algo más que desprecio.

Era el inicio de un cambio.