Capítulo 15 La Mazmorra de los 24 Pisos

El sol de primavera iluminaba los jardines de la Academia Mágica Suprema, pero ese día no habría clases teóricas ni prácticas en el aula. Los alumnos de primer año se agrupaban frente a una inmensa puerta de piedra, ubicada en el subsuelo del ala oeste: la entrada oficial a la Mazmorra de los 25 Pisos, el lugar donde muchos magos habían forjado su leyenda.

Trébol, con su capa gris ondeando ligeramente por el viento, se giró hacia su grupo con los brazos cruzados.

—Hoy tendrán su primera incursión oficial en la mazmorra —anunció con su habitual tono serio—. Tienen permitido avanzar hasta el piso 10. Más allá, el control lo tiene el Instituto Supremo y sería un suicidio para ustedes.

Ares apretó los puños con determinación. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía una ventaja. "Esto no es un examen escrito ni una demostración mágica... es cacería. Lo mío."

Liana, a su lado, notó su leve sonrisa.

—¿Emocionado? —preguntó con un tono cálido.

—Mucho. Aquí es donde puedo demostrar lo que valgo de verdad.

Agust, que ya había recuperado su habitual aire de superioridad tras el fiasco con los wolflys, soltó un bufido.

—No te emociones tanto, humano criado por elfos. Un par de bestias en una cueva no te harán mejor que un verdadero mago.

Ares no respondió. Esta vez, no necesitaba hacerlo. Lo haría dentro de la mazmorra.

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Los primeros pisos de la mazmorra eran oscuros, húmedos y plagados de criaturas salvajes: goblins de sombra, murciélagos de fuego, espectros menores. Los estudiantes avanzaban en grupos, pero Trébol había sido claro:

—Si no aprenden a sobrevivir en solitario, nunca alcanzarán el nivel 100.

Así, Ares se separó tras los primeros enfrentamientos. Activando su magia potenciadora, corrió, esquivó, saltó y peleó con una intensidad feroz. Cada enemigo derrotado le daba energía, cada piso conquistado reforzaba su confianza.

En el piso 5, enfrentó a una manada de ogros de piedra. Usando su magia potenciadora al máximo, destrozó sus defensas con una combinación de velocidad y fuerza. Una vez, por impulso, intentó invocar su fuego azul... pero nada. Solo un leve calor en su palma.

—Aún no... —murmuró con frustración—. Pero lo haré.

Mientras tanto, Liana avanzaba con gracia y estrategia, usando su magia de naturaleza para crear trampas y emboscadas. En el piso 6, hizo crecer raíces que desgarraron un enjambre de arácnidos gigantes.

Agust, por su parte, congelaba enemigos con eficiencia y crueldad. Sin embargo, notaba algo incómodo: los monstruos parecían más resistentes a su magia que antes. Sus ataques no eran tan letales, y su arrogancia empezaba a resquebrajarse.

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Al final de la semana, cuando se reunieron nuevamente en la superficie, Trébol evaluó a cada uno con su piedra de evaluación mágica.

—Resultados aceptables —dijo sin mucho entusiasmo—. Pero alguien me ha sorprendido.

Sus ojos se clavaron en Ares.

—No pensé que subirías tan rápido. Parece que tu magia de enano tiene su utilidad… al menos con monstruos.

Ares no respondió. Por primera vez, Trébol no lo miraba con desprecio, sino con un atisbo de respeto.

Y aunque el fuego azul aún no despertaba, Ares sintió que estaba más cerca.

Mucho más cerca.