La gran explanada de la Academia Mágica Suprema estaba cubierta por una tenue luz dorada al atardecer. Los alumnos de primer grado se reunían frente al estrado principal, donde los profesores se preparaban para dar los resultados finales del año. Murmullos, risas, miradas de nerviosismo… era un momento decisivo.
El profesor Trébol, con su porte serio, subió al estrado y desenrolló un pergamino con los resultados.
—Concluido el primer año académico, se han evaluado todas las actividades: pruebas mágicas, misiones externas, entrenamientos, comportamiento y progresos individuales. A continuación, se anunciarán los niveles finales.
Una pausa tensa atravesó la multitud. Liana observaba atentamente desde la tercera fila, con expresión tranquila pero concentrada. Ares estaba a su lado, con los brazos cruzados y la mente perdida en pensamientos. Agust, algo más atrás, mantenía su típica pose arrogante, aunque su ceño fruncido delataba cierta inquietud.
—Liana —leyó Trébol—: Nivel final, 60.
Algunos aplausos estallaron en el grupo. Liana solo asintió, satisfecha por el resultado.
—Ares... —continuó Trébol, con un tono neutral—: Nivel final, 37.
Hubo un momento de silencio. Ares alzó la mirada. No era un número espectacular… pero sabía que había crecido. Mucho más que en cifras. Sonrió levemente, en silencio.
Y finalmente...
—Príncipe Agust: Nivel final, 47.
Un murmullo generalizado cruzó el lugar. Era evidente que se esperaba más del alumno que había comenzado con el nivel más alto. Agust dio un paso al frente, con los labios apretados.
—¿Eso es todo? —espetó—. ¿Después de todo lo que hice, solo subí dos niveles? Ridículo.
Trébol no respondió. El silencio fue la única respuesta. Agust chasqueó la lengua, giró bruscamente sobre sus talones y caminó hacia la salida sin decir más. Nadie se atrevió a detenerlo.
—Regresaré al palacio. Mis talentos están por encima de esta evaluación absurda —murmuró para sí mismo mientras se perdía entre los pasillos de piedra.
Ares lo observó irse con una mezcla de sorpresa y lástima. Aquel chico... ¿qué buscaba realmente?
Liana tocó su hombro.
—¿Estás bien?
Ares asintió, mirando al cielo.
—Sí… solo que esto fue más difícil de lo que imaginé. Pero aún queda mucho por delante.
—Y tú apenas estás comenzando.
Ambos sonrieron, sabiendo que el segundo grado traería nuevos desafíos. La Academia Mágica Suprema no daba respiros. Pero Ares ya había aprendido algo crucial: no todo se mide en niveles.