Capítulo 19 Siguiente Ronda

El cielo de la capital de Rango amanecía despejado, como si anunciara el inicio de un nuevo ciclo. Las torres de la Academia Mágica Suprema se alzaban orgullosas, recibiendo a los estudiantes del segundo grado. El ambiente estaba cargado de expectativas, nerviosismo… y esperanza.

Ares caminaba hacia el aula asignada con paso firme. Su cuerpo, ahora más atlético tras el entrenamiento intensivo durante las vacaciones, mostraba los frutos del esfuerzo. Su mirada era decidida, aunque una sombra de duda aún lo acompañaba: su fuego azul, ese poder misterioso que seguía sin obedecerle, latía dentro de él como una amenaza dormida.

Liana lo esperaba en la entrada. Su sonrisa era tan brillante como siempre, pero algo en su presencia había cambiado. Su control sobre la magia de la naturaleza era tal que, sin notarlo, las flores parecían brotar a su alrededor con cada paso. La fama que había ganado entre los habitantes de Rango era merecida. Los niños corrían a abrazarla cuando la veían, y los adultos la saludaban con respeto. Pero a pesar de todo, ella solo tenía ojos para su mejor amigo.

—¿Listo para el segundo año? —preguntó ella con picardía.

Ares asintió, aunque no pudo evitar desviar la mirada hacia su mano derecha. Había intentado de todo con el fuego azul. Meditación, entrenamiento físico, concentración absoluta... y nada. Seguía siendo salvaje. Seguía siendo un riesgo.

—Estoy listo —respondió finalmente, más para convencerse a sí mismo que a Liana.

En el aula, los estudiantes comenzaban a tomar asiento. Agust no estaba. Su asiento, junto a la ventana, permanecía vacío. Pero nadie parecía sorprenderse.

El profesor Trébol entró al poco rato, lanzando una mirada general.

—Bienvenidos al segundo grado. Este año será más duro. Más exigente. Y para algunos… más revelador.

Ares notó cómo esa última palabra iba dirigida sutilmente hacia él.

—Los informes de las vacaciones han sido revisados. Algunos han mejorado. Otros… han descansado más de la cuenta. Pero este año no esperará a nadie.

Liana miró a Ares y le apretó el brazo con suavidad. Ares respiró hondo. No importaba lo difícil que fuera. No importaba cuánto tardara en dominar ese fuego.

Él no pensaba rendirse.