La sala de entrenamiento estaba más animada que de costumbre. Los alumnos se reunían en pequeños grupos, murmurando entre ellos con curiosidad. El rumor se había extendido rápido: una nueva estudiante se uniría al segundo grado, y no era cualquier estudiante.
—Dicen que viene de una de las casas nobles del norte —comentó uno.
—Y que domina la magia eléctrica con un control casi perfecto —añadió otro.
Ares bostezaba mientras se ajustaba los guantes de entrenamiento, ignorando los murmullos... hasta que la puerta se abrió.
Una figura femenina cruzó el umbral con paso elegante. Su cabello rubio, largo y brillante, parecía absorber la luz del lugar. Sus ojos, intensos y azules como un cielo tormentoso, recorrieron la sala con naturalidad, como si estuviera acostumbrada a que todos la miraran.
—Mi nombre es Dana Von Eissen. —Su voz era firme, segura, pero con un toque de dulzura que contrastaba con la electricidad que parecía flotar en el aire a su alrededor—. He sido asignada al Grupo 4. Espero que podamos trabajar bien juntos.
Ares se quedó de piedra.
—¿Estás bien? —preguntó Liana, dándole un codazo.
—¿Eh? Sí, sí, solo... qué presencia, ¿no?
Trébol, que observaba desde el fondo, asintió con los brazos cruzados.
—Bienvenida, Dana. Tu grupo será el número 4, junto a Liana, Agust y Ares. Espero que tu experiencia esté a la altura de tus antecedentes.
Agust la miró de reojo y apenas inclinó la cabeza, en un gesto seco pero respetuoso.
Liana, siempre amable, se acercó para darle la bienvenida.
—Un gusto, Dana. Espero que podamos llevarnos bien.
—Igualmente —respondió Dana con una sonrisa cordial.
Pero cuando sus ojos se posaron en Ares, él ya estaba frente a ella, con la mano extendida.
—Soy Ares... sin apellido, pero con muchas ganas de que nos conozcamos.
—Un gusto, Ares sin apellido. Será interesante trabajar contigo.
La chispa —literal y figurativamente— acababa de encenderse.