Capítulo 21: Los Vínculos del Alma

El aire estaba cargado de expectativa. El círculo de invocación brillaba en el centro del campo ceremonial, alimentado por la energía mágica de los profesores. Los alumnos rodeaban el perímetro, algunos temblando de emoción, otros sudando nerviosismo.

—Hoy invocaréis a vuestros familiares espirituales —anunció Trébol con tono solemne—. Estos seres místicos conectan con el alma y la esencia de su invocador. Su poder no se mide por su tamaño, sino por el lazo que forjéis con ellos.

Los primeros alumnos pasaron uno a uno, algunos obteniendo pequeñas criaturas, otros invocaciones más exóticas. Hasta que llegó el turno del Grupo 4.

Liana fue la primera en cruzar el círculo. Sus manos se alzaron con calma, y su magia de naturaleza brotó con suavidad como el viento entre hojas.

—Ven, espíritu guardián... acompáñame.

El círculo se iluminó en tonos verdes y marrones, y de él emergió una tortuga de hoja y piedra, su caparazón cubierto de musgo y su mirada serena. Los profesores asintieron impresionados: era un familiar raro, símbolo de resistencia y sabiduría.

—Hola, pequeño amigo... —susurró Liana, acariciando su duro caparazón.

Agust fue el siguiente. Caminó al centro con el ceño fruncido, determinado.

—Acepta mi hielo. Conviértete en mi colmillo.

Una brisa gélida envolvió la sala, y un aullido resonó cuando un lobo de hielo emergió del círculo, imponente, su pelaje brillando como cristales helados.

Agust le miró con aprobación.

—Lucharemos juntos.

Dana entró después. La electricidad crepitó incluso antes de que comenzara el ritual. Con un gesto elegante, canalizó su energía.

—Si el trueno me acepta, que se manifieste.

Un estallido de luz sacudió la sala y de las chispas nació un fénix eléctrico, majestuoso, sus alas extendidas dejando un rastro de rayos. Hubo murmullos de asombro. Era una de las invocaciones más poderosas conocidas.

Trébol alzó una ceja, sorprendido.

—Fascinante...

Por último, Ares se acercó al círculo. Su pulso temblaba. No sabía qué esperar. No sabía si su fuego azul siquiera respondería.

Respiró hondo y cerró los ojos.

—Si hay algo... dentro de mí, algo real, que se muestre ahora.

El círculo no brilló. Rugió.

Una llama azul brotó del suelo como una erupción silenciosa. El suelo se resquebrajó, y el aire se volvió pesado. Un rugido ancestral estremeció a todos cuando un dragón de fuego azul emergió del círculo, su tamaño inicial superando el de todos los presentes. Ares cayó de rodillas por la presión mágica.

—¿Q-qué es eso...? —murmuró uno de los estudiantes.

—¡Imposible...! —dijo Trébol, visiblemente impactado.

El dragón, con ojos del mismo azul profundo que las llamas que lo envolvían, se inclinó suavemente ante Ares. Y entonces... su cuerpo se redujo hasta tener un tamaño más manejable, al nivel de un caballo grande.

Ares tragó saliva.

—Hola… ¿tú también estás atrapado con este fuego?

El dragón soltó un gruñido bajo que parecía... ¿una risa?

Desde las gradas, todos lo miraban con una mezcla de miedo y admiración. Incluso Dana, por primera vez, parecía genuinamente impresionada. Y Agust, con los puños apretados, apartó la mirada.

Ese día, algo quedó claro: Ares ya no podía pasar desapercibido.