Capítulo 23 – Una cita, dos espías y un príncipe curioso
El sol de la tarde caía suave sobre los jardines de la Academia. Ares llevaba al menos tres días debatiéndose internamente si debía hacerlo o no. Blue, su familiar, ya le había lanzado una indirecta:
—Puedes derrotar a cientos de monstruos, pero temes a una simple conversación. Patético.
Finalmente, esa tarde, armado con un ramo de flores silvestres mágicas (sugerencia de Liana), Ares se acercó a Dana en la sala común.
—Dana, ¿te gustaría… ir a dar un paseo conmigo este fin de semana? A solas.
La joven de cabello rubio alzó una ceja, sorprendida por la repentina invitación. Luego sonrió con picardía.
—¿Esto es una cita?
Ares, rojo como una fresa encantada, asintió.
—Sí… o bueno, si tú quieres, claro.
Dana soltó una risa suave y respondió:
—Está bien. Me encantaría.
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El día de la cita, Ares la llevó a recorrer una feria mágica en el centro de Rango. Había puestos de artefactos encantados, música de flautas flotantes y dulces que levitaban antes de derretirse en la boca.
Ambos caminaban entre risas, probando manjares y lanzando chispas mágicas al aire. Ares incluso ganó un peluche de zorro azul para Dana en un juego de puntería mágica. Fue… perfecto.
¿Perfecto? Quizás no tanto.
Desde un tejado cercano, Liana los observaba agazapada, con los brazos cruzados y un leve puchero en los labios.
—¿Qué le ve a ella? —murmuró, aunque por dentro sabía que Dana era encantadora y que Ares tenía derecho a ser feliz. Pero aún así… no podía evitar sentir una pequeña punzada.
A su lado, alguien más vigilaba, agachado con una capa oscura.
—¿Qué haces tú aquí? —susurró Liana, al notar la presencia de Agust.
—Estoy estudiando el comportamiento romántico —respondió el príncipe con total seriedad, como si fuera una clase más—. No comprendo por qué la gente se pone nerviosa. Es… ineficiente.
—Eres un desastre —resopló Liana.
Ambos espías compartieron un silencio incómodo mientras observaban cómo Ares tomaba suavemente la mano de Dana.
Liana desvió la vista. Agust alzó una ceja.
—¿Estás… celosa?
—¡No lo estoy! —respondió ella, más rápido de lo necesario.
Agust sonrió de lado.
—Interesante.
Mientras tanto, Ares y Dana seguían su paseo, ignorantes de los ojos que los seguían. Dana lo miró con dulzura.
—¿Sabes? Me alegra que me hayas invitado. Eres… diferente a los otros.
Ares, algo torpe pero sincero, respondió:
—Tú también. Cuando estoy contigo, se me olvida todo lo demás.
Y aunque no lo sabían aún, esa cita sería el inicio de algo especial… aunque complicado, con tantos ojos encima.