Capítulo 25: Las Alas que Ardieron en la Guerra

La noche era tranquila en los dormitorios de la Academia. Ares dormía profundamente, cuando de pronto, en medio del silencio, sintió una intensa presencia mágica. Al abrir los ojos, se encontró en un vasto cielo rojizo, flotando sobre un mundo que no era el suyo.

—Esto… ¿qué es? —susurró.

Una figura colosal surgió entre las nubes: era Blue, su familiar, con una apariencia mucho más imponente. Sus escamas de fuego azul brillaban con intensidad, y sus ojos, aunque feroces, desprendían una profunda tristeza.

—Bienvenido a mis recuerdos, Ares —dijo el dragón, con una voz grave y nostálgica—. Es hora de que conozcas quién fui… y por qué luché.

El paisaje cambió. Ahora estaban en una vasta cordillera envuelta en llamas y relámpagos. Miles de dragones surcaban los cielos, imponiendo su dominio. En el centro de todo, un trono de huesos y oro, donde descansaba un ser gigantesco: el Rey Dragón Alfa.

Blue voló junto a él, con orgullo en sus movimientos. Era su general, su espada y su escudo.

—Los humanos temblaban ante nosotros. El cielo nos pertenecía. Éramos invencibles…

Pero entonces, el recuerdo se tiñó de oscuridad. Una figura descendió del cielo como un cometa de sombras y acero. El Héroe de la Espada del Caos. Nadie sabía su origen. Nadie conocía su nombre. Pero lo que trajo fue destrucción.

—Uno solo… fue suficiente —dijo Blue, con la voz quebrada—. Aquel hombre mató a Alfa. A mí. A todos. Su espada podía atravesar todo, incluso nuestras almas.

Ares lo miraba con los ojos abiertos, sin poder decir nada.

—Mi alma sobrevivió, sellada por siglos… hasta que tú me llamaste. No sé por qué te elegí, pero desde que vi ese fuego azul, supe que… tú eras distinto.

El recuerdo empezó a desvanecerse, y Ares regresó a su cama, sudando, con el corazón palpitando.

—Blue… —susurró—. ¿Todo eso viviste…?

Desde la ventana, Blue observaba la luna, sus ojos centelleando con esa llama inextinguible.

—No soy solo tu familiar, Ares. Soy tu espada… y tú, mi segunda oportunidad.