El cielo estaba cubierto por nubes grises cuando el grupo se reunió frente a la entrada de la Mazmorra de la Niebla Sombría, donde se llevaría a cabo la prueba. Por primera vez, los cinco miembros del nuevo equipo trabajarían juntos. Ares, Liana, Agust, Dana… y el recién llegado, Tony.
—Espero que no seas un peso muerto —gruñó Agust, cruzado de brazos, mientras miraba de reojo a Tony.
—No te preocupes. No necesito que me cargues —respondió Tony con calma, clavando sus ojos verdes en los de Agust.
Ares observó en silencio. Aunque no lo decía, sentía una tensión rara en el pecho al ver a Liana sonreírle tanto a Tony. “¿Desde cuándo le mira así?”, se preguntó. Mientras tanto, Dana lo notó todo… y tampoco estaba cómoda. Miró a Liana, luego a Tony, y finalmente a Ares. “¿Por qué me molesta esto?”, pensó, sin admitirlo.
—Chicos, concentrémonos. La mazmorra no será fácil —intervino Dana, con su usual voz firme.
La puerta de la mazmorra se abrió con un temblor, revelando la oscuridad interior. Era hora de entrar… y de que los sentimientos se pusieran a prueba tanto como sus habilidades.
---Perfecto, seguimos con el enfoque emocional mientras atraviesan la mazmorra:
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Mientras avanzaban entre pasillos húmedos y ruinas cubiertas por hiedra mágica, el ambiente se volvía más denso, no solo por la energía del lugar, sino también por las emociones entre los cinco.
Liana caminaba cerca de Tony, haciéndole preguntas sobre su vida entre los elfos. Él le respondía con serenidad, su voz profunda y cálida. Ares los observaba desde atrás, sintiendo cómo su pecho se apretaba cada vez que Liana reía con él.
—¿Todo bien? —preguntó Dana, acercándose a Ares.
Él reaccionó como si despertara de un sueño. —Sí… solo estoy pensando en la misión.
Dana sonrió levemente. —No hace falta que mientas. A mí también me molesta —confesó, bajando la voz mientras miraba al frente—. Pero bueno… él parece caerle bien a todos.
Ares la miró, sorprendido. —¿Tú también…?
—Tal vez —respondió Dana, encogiéndose de hombros con una expresión algo dolida—. Aunque ahora mismo, lo que más me molesta es que él está con ella… y tú estás aquí, pensando en lo mismo.
Por su parte, Agust, que caminaba al frente, escuchaba todo sin decir una palabra. Aunque no lo mostraba, observaba las reacciones, los gestos, el lenguaje corporal de todos. “Entonces… ¿así se siente?”, pensó. “¿Esto es lo que llaman… celos? Qué molesto…”
Cuando llegaron a una cámara más amplia, un grupo de monstruos de nivel medio los emboscó. Sin embargo, antes de luchar, Liana se colocó al lado de Tony por instinto. Ares dio un paso hacia ellos… y se detuvo. Dana lo vio. Agust también.
—Vamos. No nos quedemos atrás —dijo Agust, avanzando primero con su lobo de hielo.
—Sí… —respondió Ares, con los puños apretados, pero el fuego azul aún dormido dentro de él.