El sol apenas comenzaba a despuntar en el cielo cuando Ares y Tony coincidieron en uno de los patios de entrenamiento de la academia. Aún no había alumnos a su alrededor, solo el sonido de los árboles agitándose por el viento, y las sombras alargadas que marcaban el inicio de un nuevo día.
Ambos entrenaban en silencio. Ares lanzaba ráfagas de fuego azul con más precisión que nunca, y Tony moldeaba pilares de tierra con una concentración casi meditativa. Hasta que, en un momento de descanso, Tony rompió el silencio.
—Ares… —dijo, con el ceño levemente fruncido—. Necesito hablar contigo.
Ares se giró. Por la expresión del elfo, no se trataba de magia ni de estrategia.
—¿Qué pasa?
Tony se sentó sobre una roca que él mismo había elevado del suelo.
—Yo… siento algo por Emma. No es solo atracción, es más que eso. Es como si desde que la vi, algo hubiera hecho clic en mí. Nunca me había pasado. Pero…
Bajó la mirada, avergonzado.
—Mi familia. Solo aceptan que me relacione con elfas, por… tradición. Política. Honor. Llámalo como quieras. No aceptarían a Emma, y si lo supieran ahora, podrían retirarme del torneo.
Ares lo escuchó sin interrumpir. Luego cruzó los brazos.
—¿Y Liana?
Tony asintió lentamente.
—Fue la única elfa que me atrajo un poco. Y… fue fácil hablar con ella. Es fuerte, amable, hermosa. Pero no es justo para ella. Ni para mí. Ni para Emma.
Ares guardó silencio. Sentía una presión extraña en el pecho al oír el nombre de Liana mezclado en todo aquello. Pero también sentía respeto por la sinceridad de Tony.
Entonces, con la mirada encendida, propuso algo inesperado.
—Hagamos esto. En la batalla grupal de tres contra tres del torneo… si yo gano, tú le dirás a tus padres lo que sientes por Emma, con todo el peso de tus convicciones. Que se enfrenten a la realidad. Pero si ganas tú…
Ares respiró hondo.
—Si ganas tú, puedes seguir adelante con Liana sin que yo me interponga.
Tony lo miró sorprendido.
—¿Eso es una apuesta?
—No —respondió Ares, serio—. Es un pacto. Entre tú y yo. Un acuerdo de respeto. Porque ninguno de los dos quiere jugar con los sentimientos de las personas que nos importan.
Tony lo observó en silencio unos segundos, luego se levantó y tendió su mano.
—Trato hecho.
Ares la estrechó con fuerza.
Y así, bajo la luz del amanecer, comenzó un nuevo capítulo en su historia. Uno que no se mediría solo en fuerza o magia… sino en decisiones que marcarían el rumbo de sus corazones.