Lily caminaba junto a Talia hacia la enfermería, con los hombros encogidos mientras evitaba encontrarse con las miradas de los miembros de la manada que pasaban. Desde la desaparición de Zayn hace tres días, los susurros la seguían a todas partes, haciéndose más fuertes con cada día que pasaba.
—Mantén la cabeza alta —murmuró Talia, notando la incomodidad de Lily—. No dejes que vean tu miedo.
Lily asintió, forzando su columna a enderezarse a pesar del peso de las miradas acusatorias. Un grupo de mujeres cotilleaba cerca del pozo, su conversación deteniéndose abruptamente cuando Lily se acercó. Una de ellas —una rubia con ojos feroces— dio un paso adelante deliberadamente.
—Qué conveniente que nuestro Alfa desaparezca justo después de estar a solas contigo en el bosque —escupió.
Las manos de Lily temblaron mientras alcanzaba su cuaderno, pero Talia se interpuso entre ellas.
—Ya basta —advirtió Talia—. Difundir rumores no ayuda a nadie.
La rubia se burló.