Otoño corrió, pero no sabía hacia dónde.
No le importaba.
Sus pies descalzos golpeaban contra la tierra, el frío barro se escurría entre sus dedos, las piedras afiladas se clavaban en su piel. Pero no lo sentía.
No sentía nada excepto la herida cruda y abierta en su pecho donde había estado su corazón.
Las palabras de Roanoke Curzon se enroscaban alrededor de sus pulmones como veneno, asfixiándola con cada respiración... «sangre sucia... hija de un criminal...»
¿Y Kieran? Él lo sabía... pero no se lo dijo. Se avergonzaba de ella desde el principio... y ahora se avergonzaba de su linaje. Una bastarda nacida de la violencia... una vida insignificante indigna de ser su compañera, su pareja... mierda.
¡A la mierda todo!
Entonces, ¿por qué demonios fingió? ¿Por qué demonios la hizo sentir tan especial, una y otra vez?
Su visión se nubló, las lágrimas caían calientes y sin control por sus mejillas.