[ Manada Lunegra - Mazmorras Subterráneas ]
Kieran estaba en las profundidades bajo la fortaleza de la manada, en una cámara insonorizada empapada en sangre.
El aire apestaba a hierro y sudor, a miedo y orina.
Las paredes de piedra estaban resbaladizas, el suelo era un pegajoso desastre de carmesí y vómito. Las cadenas resonaban contra ganchos oxidados, y en el centro de todo, un renegado colgaba por sus muñecas.
Kieran estaba de pie sobre él, con los nudillos partidos, las mangas enrolladas hasta los codos, los antebrazos manchados de rojo.
Su pecho subía y bajaba en respiraciones entrecortadas, su lobo apenas contenido bajo su piel. Sus ojos... salvajes, feroces, brillantes.
—Una vez más —gruñó Kieran, su voz ronca después de horas gruñendo—. ¿Dónde está ella?
El renegado escupió sangre al suelo, sus labios se despegaron en desafío... desesperación.
—Te lo dije... ¡No lo sé, maldita sea!