—Meredith.
—¿Cómo se atreve a decir que dejaría de mimarme?
—Está a punto de consumirme con su arrogancia controladora y su orgullo herido, ¿y dice que es mimar?
Entré furiosa a mis aposentos, con los puños apretados, mi corazón aún latiendo con fuerza por la discusión.
Lo odiaba. Odiaba a Draven.
La forma en que me jaló como si yo no fuera nada. Como si tuviera derecho a tocarme con ira. Mi muñeca aún palpitaba por el peso de sus dedos.
Pero toda esa rabia se disolvió en el momento en que abrí la puerta y encontré a Azul, Kira, Deidra, Arya y Cora de pie en la sala de estar.
Sus ojos volaron hacia mí.
—¡Mi señora! —exclamó Azul primero y se apresuró hacia adelante.
—¿Dónde has estado? —preguntó Kira, con voz temblorosa.
—Te hemos estado buscando por todas partes —añadió Deidra. Sus ojos estaban rojos, bordeados de lágrimas contenidas.
Me quedé paralizada, parpadeando, tratando de procesar la situación.