Meredith.
La mañana pasó más rápido de lo que esperaba.
Tomé un desayuno rápido: tostadas, huevos revueltos, tocino, salchichas y té.
Podría haber sido una mañana maravillosa sin Wanda, ya que decidió no presentarse en el comedor, dando como excusa migrañas, pero mi apetito no era fuerte.
Tuve que obligarme a comer. Necesitaba la energía.
La luna llena estaba ahora a dos días de distancia, y nunca había estado tan inquieta al respecto como ahora.
Y cuanto más se acercaba, más pesados se volvían mis pensamientos.
—¿Ya te vas? —preguntó Dennis, mirándome mientras me levantaba de mi asiento.
Apuesto a que pensó que limpiaría mis platos como lo había hecho anoche. Pero esa versión de Meredith aparecía de vez en cuando.
—Sí, tengo algunas cosas que hacer —dije, colocándome detrás de mi silla y empujándola hacia atrás. Luego miré a Draven y le di un pequeño asentimiento.
—No olvides tus lecciones de natación —me gritó Dennis, pero no respondí.