Draven.
Ella llegaba tarde.
Y debería haberlo esperado ya que no hemos peleado en un tiempo.
Revisé la hora nuevamente, mis dedos tamborileando contra mi antebrazo mientras permanecía de pie cerca del borde de la piscina. El agua ondulaba tranquilamente, sin darse cuenta de que había estado esperando demasiado tiempo a una estudiante que claramente no entendía el concepto de puntualidad.
Nadie —absolutamente nadie— hace esperar a un Alfa.
Pero por supuesto, siempre había esa persona. Una mujer llamada Meredith Carter, que parecía existir únicamente para desafiar cada expectativa, instrucción y regla que se le presentaba.
Exhalé lentamente por la nariz, la húmeda brisa de la tarde pegándose a mi piel. Mi delgada camisa blanca estaba arremangada hasta los codos, ya medio empapada por haberme inclinado demasiado cerca del agua. Pantalones cortos caqui, pies descalzos. Mi cabello estaba recogido en un moño apretado.
Todavía sin señales de Meredith.