—Meredith.
Parpadeé repetidamente, mi mirada buscando frenéticamente por el baño.
Quizás escuché mal o fue mi imaginación.
Intenté restarle importancia a la voz que escuché, pero en el fondo, estaba temblando. Tenía miedo. Tanto miedo de tantas cosas.
Pero una persona temerosa no obtiene respuestas, ¿verdad?
Solo había una manera de confirmar mi duda, así que reemplacé un poco de mi miedo con curiosidad, ya que no podía ocultarlo todo.
—¿Odias a Draven? —pregunté, frunciendo el ceño mientras movía la esponja lentamente por mis brazos y aguzaba el oído.
No quería perderme esa rica voz femenina.
—¿Cómo llegaste a esa conclusión?
Mi corazón se aceleró en mi pecho mientras la esponja de Draven se deslizaba de mi mano y caía en la bañera.
¿Esa es mi loba? ¿Y-yo tengo una loba?
Mi reacción pasó por diferentes etapas en menos de un minuto.
Primero vino el miedo. Un poco de sorpresa y luego llegó el shock.
Mis pulmones casi colapsaron y mi corazón, casi me falló.