Arthur Vance agitó el líquido ámbar en su vaso de cristal, admirando cómo la luz de la tarde captaba el costoso whisky. Se recostaba cómodamente en el sofá de cuero mullido en su loft secreto del centro – el escondite perfecto para su aventura continua con Isabella Clairemont.
Isabella emergió del baño envuelta en nada más que su camisa, su cabello oscuro cayendo sobre sus hombros. Sonrió seductoramente y cruzó la habitación para unirse a él.
—Pareces complacido contigo mismo —ronroneó, acomodándose a su lado.
Arthur la atrajo hacia sí, besando su cuello.
—¿Por qué no debería estarlo? Todo está saliendo exactamente según el plan.
—Sterling estaba devastado cuando encontró esos correos electrónicos que planté en la computadora de su preciada asistente —Isabella se rió, trazando su dedo a lo largo de la mandíbula de Arthur—. Deberías haber visto su cara cuando la confrontó.