—¡Estás cometiendo un terrible error! —La voz de Liana Everett resonó por el pasillo del hospital—. Alistair, ¡este divorcio arruinará todo lo que hemos construido!
Seguí caminando, ignorando sus estridentes protestas. Mi teléfono vibró en mi mano—el nombre de Sebastián parpadeando en la pantalla. Timing perfecto. Necesitaba escapar de este drama familiar tóxico.
—¿No vas a contestar? —La voz de Alistair sonó detrás de mí.
Me giré, encontrándolo siguiéndome por el pasillo, con su madre y el abogado familiar tras él.
—Privacidad, Alistair. Algo que tu familia claramente no respeta. —Señalé mi teléfono que seguía sonando—. Con permiso.
Me metí en una pequeña sala de espera y contesté la llamada.
—¿Sebastián?
—¿Cómo fue? —Su voz profunda calmó instantáneamente mis nervios crispados.
—Como se esperaba. El plan de Gloria quedó expuesto, y están desesperados. —Mantuve mi voz baja—. Pronto me dirigiré al juzgado.
—Bien. Mis abogados te esperan allí.